¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena,
rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena,
tú sonríes con plomo en las entrañasAntonio Machado
Estos versos me venían a la memoria en una de las ocasiones en las que, regresando en autobús a la capital desde Murcia durante el fin de semana, recorría las obras de la M-30 tras cinco largas horas de viaje, emocionado por volver a casa. Me gusta Madrid ¿qué pasa? y os aseguro de que a casi todos los madrileños nos pasa igual. No obstante, los que no sean de esta ciudad habréis comprobado en más de una ocasión que el madrileño medio disfruta regodeándose en una especie de tendencia masoquista que consiste en echar pestes de su ciudad patria, y aunque esto sea una costumbre más o menos extendida, yo mantengo que es especialmente atávico de los Madriles. Es más: casi me apostaría una (modesta) cantidad de dinero a que si habláis durante más de cinco minutos con algún madrileño sobre su ciudad sacará a colación casi de inmediato lo infernal que es el tráfico o, en su defecto, lo que deja que desear el cacareadísimo sistema de transporte público, y en ninguno de los dos casos estarían mintiendo. ¿A que os ha pasado ya?
Pese a todo, e incluso en contra de mi tendencia caprina de «tirar al monte» (naturaleza en sentido amplio) yo soy muy feliz viviendo aquí. Quizá esté relacionado con el hecho de que durante más de la mitad de mi existencia he vivido en una «ciudad dormitorio» que, aunque muy digna ella, no estaba precisamente a un tiro de piedra de mi lugar de estudios y, por lo tanto, de mis amistades. Por eso lo de tener el metro casi a las puertas de casa es para mí una bendición, y doy gracias al Flying Spaghetti Monster cada vez que me estrujo en el vagón cada mañana.
Ahora bien: Madrid ha sido casi desde sus inicios una ciudad imposible, una especie de experimento que nunca terminó de despegar, un desafío al sentido común… ¿a quién se le ocurre edificar una capital en medio de una inhóspita meseta y junto a un arroyuelo en lugar de un río de verdad? Madrid es un milagro insólito, fruto de la perseverancia y de la cabezonería de los castellanos que aplicaron el mismo toque surrealista que ahora hace crecer barrios de cientos de miles de habitantes en sus afueras sin previsión de un crecimiento paralelo de los servicios.
Para mi gusto nadie ha expresado mejor la condición orgullosa y a la vez quijotesca de la capital del Estado como el escritor y periodista griego Nikos Kazantzakis en su visita de 1931:
Alegre, cordial oasis sobre la ruda meseta desértica. La capital más elevada de Europa, la más próxima al cielo. (…) En mitad de la inhumana Castilla la Nueva, la tozuda voluntad real extendió esta bulliciosa tienda polícroma, verdadero milagro del desierto. (…) Así de pronto, en este desierto de Castilla, de tierras amarillas y rojas, de granito verdinegro, tu alegría crece cuando te topas con Madrid. Porque junto con la alegría sientes también el orgullo de la voluntad y de la tenacidad del hombre.
Madrid es en verdad un triunfo moral. Aumenta la convicción del hombre acerca de su virtud. Y cuando digo «virtud», quiero decir la tenacidad y la fuerza. Por eso, desde el principio Madrid te resulta agradable como un hito de la victoria humana.
Nikos Kazantzakis
Viajando. España. Ediciones clásicas. 1998
(un libro muy recomendable, por cierto)
Y mencionando esa «construcción de una capital» llevada a cabo casi artificialmente llegamos a esa otra característica de Madrid (que no es más que una de las que suelen tener todas las grandes ciudades) que es su realidad demográfica: una parte importantísima de sus habitantes son inmigrantes o hijos de los mismos, tanto nacionales como extranjeros. Se dice que aquí a nadie le importa de donde vienes (cosa muy cierta: se te empuja en el metro con total independencia de tu origen) y a veces se hace una lectura política de este aspecto y se da a entender que Madrid es antinacionalista: todos somos la mar de abiertos y no tenemos pretensiones de segregación ni de limitar la «solidaridad» interautonómica ni ninguna de esas cosas que hacen los vascos y los catalanes (¡qué malos ellos!). No aquí somos buena gente y muy abiertos.
Vamos a dejar para otro día que el «nacionalismo madrileño» no tendría especial sustento en cuanto a exclusividad desde un punto de vista lingüístico, o incluso cultural (Madrid es Castilla) y vamos a dejar también de lado al nacionalismo ultraespañol, que existe ¡vaya que si existe! y que sí que parece tener un arraigo especial entre el facherío local. Dejemos esos temas que, aunque tienen su miga, resultan un tanto tediosos y no tengo el cuerpo yo para estas discusiones. Yo de lo que quiero hablar es de la sorpresa con la que me ha recibido mi comunidad: como el año electoral se avecina, hete aquí que hay carteles por todas partes sobre las bondades de la gestión de nuestra presidentA. Me ha llamado la atención el que está relacionado con el Plan de Fomento de la lectura, cuyo lema visible por televisión dice así:
«Leer nos diferencia: 7 de cada 10 madrileños ya somos lectores«
Habréis visto en la tele el anuncio, en el que la gente sale volando mientras lee y tal. Bien, entramos en faena: lo de que «leer nos diferencia» ¿con qué propósito se dice? ¿de quién nos diferencia? según el estudio del que se han obtenido esos datos (que podéis consultar aquí) nos diferencia del resto de los españoles (55% de lectores por término medio frente al 68% en el caso de Madrid). Y además, por el bombo que se le da a esa afirmación cualquiera diría que nos diferenciamos para mejor (puesto que leer es un hábito bueno). ¿Estoy siendo demasiado tendencioso si todo esto me da un tufillo a argumento nacionalistoide? ¿somos mejores los madrileños porque leemos más? ¿Será que, hartos de nuestra natural indiferencia ante el nacionalismo ya nos hemos lanzado al «y yo más»? Ya me estoy imaginando el Documento Nacional Madrileño que te identifica como «madrileño de los de verdad, de los que leen». Aquí en lugar del Rh habrá que justificar que lees en el metro ¿cuántos tochos de Dan Brown habrá que leerse para obtener la nacionalidad madrileña? ¿Te lo convalidarán si sabes bailar el chotis?
Sigamos recorriendo el jugoso eslógan: «7 de cada 10 madrileños ya somos lectores». Debemos entender, por tanto, que este objetivo alcanzado se debe a las bondades de nuestro gobierno autonómico, claro (y eso que no estaba entre los compromisos de nuestra pobretona presidenta diezmileurista, que si no…). ¿Será en la siguiente campaña cuando se alcance por fin el 100% y los sanitarios reciten versos de Bécquer cuando te informen de que necesitas un seguro médico para que te atiendan en el hospital privatizado? ¿Recurrirán al «Ulises» de Joyce los vecinos de la M-30 en sus noches de insomnio, cuando la ausencia de los ruidos de las grúas les impidan conciliar el sueño?
Que sí, que leer está muy bien pero emplearlo como argumento diferenciador está fuera de lugar y además puede llevar a engaño, porque a fin de cuentas se ha considerado igualmente lector a quien lee un libro a la semana y al que lee «al menos una vez al trimestre», lo que nos deja con una horquilla tan amplia tan amplia que viene a ser un poco inútil. ¡Ay! Si es que es facilísimo manipular las estadísticas. Nótese que en ningún momento se dice que los madrileños sean «los que más leen», ya que los resultados se enfrentan al promedio de todo el país y no a los datos de cada comunidad. Estoy casi seguro de que si la CAM hubiese resultado la «comunidad más lectora» lo hubiesen subrayado con triple trazado fosforito, así que sospecho que aún hay al menos una comunidad más madrileña que nosotros mismos. Madrileños exiliados: volved a las bibliotecas de vuestra madre patria, que vamos a fundar una nación cultureta que se va a cagar la perra.
Yo sigeriría que los sanitarios en vez de recitar a Becquer, declamaran «El cantar del mio Cid» pero en castellano antiguo, para que quede más «kultureta». Yo me veo en ello, sobre todo mientras le atiendo con el Manchester en la Urgencia y me ultraja el paciente con sus interminables antecedentes personales, yo creo que le daría vidilla al momento.
No sé quién fue el que dijo eso de «la estadistica sólo sirve para hacer verdad una mentira», así que la tía Espe, esa gran Presidenta de pro, va a tener que acudir a un cirujano plástico para que le rebane la nariz.
Mola la nueva ubicación. Un saludo
Toma Rafa, para que te afilies al Partido Madrileño de Liberación)
(http://www.arrakis.es/~cesarsan/mad_nacion/)
Mi mujer estudio en la Complutense y habla maravillas de Madrid, eso sí, después de 5 minutos te habla de lo malo que es el tráfico y de lo deficiente de su sistema de transporte (que no es tan bueno cómo se dice) Se habrá contagiado del condicionamiento atávico de los nativos.
Desde siempre las estadísticas nos han inundado, pero, desde luego, desde hace 6 ó 7 años, mucho más. Lo que más me dolió a mí, fue algo que leí en mi universidad: «X € invertidos en cada alumno» donde X era la suma que se gastaban en ti. Oiga, usté, no me lo restriegue.
Pues lo siento pero a mí me parece muy buena la campaña. Desde el punto de vista educativo me parece muy bien que se inste al adolescente a que la lectura (además de los mil «pirsins» por el cuerpo y hablar como un macarra) les diferencie de los demás y les aporte algo positivo. Creo que no hay que desgranar la campaña en estos términos e intentar sacar algo positivo.
Y por cierto me encanta Madrid con su M-30 y su metro.
Lo de que en Madrid se lee más es lógico: muchos tenemos viajes de más de una hora entre ida y vuelta (2 y media en mi caso) y eso da para leer muchos libros en el Cercanías. Además, si tenemos en cuenta que hay muchos que leen los panfletos gratuitos (también llamados periódicos), salen muchos lectores, porque en algo hay que pasar el tiempo.
De todas formas, tu conclusión del tufillo fascistoide me parece un poco buscarle los tres pies al gato. Una cosa es que Espe quiera llevarse los méritos de todo aunque no tenga nada que ver con ella, y otra es que ese dato sea fascista. Yo veo más que quieren relacionar que los madrileños lean más con la política de la Consejería de Cultura (por cierto, ¿ha hecho algo aparte de poner Bibliometros?), y lo dicho, llevarse el mérito.
Aún así, ¿no te parece paradójico que titules como «Madrid, cultureta» el mismo post en que nos recomiendas un libro que podría considerarse también cultureta? :-P
Magin: gracias. Ya veo que tú también te has pasado a wordpress/blosit
Ricardo: ya conocía el PLM. No tiene desperdicio.
Babs y Gianna: A ver, a mí me encanta leer, formo parte ¡y a mucha honra! de la barrita de la derecha del todo del gráfico. No tengo nada en contra de las campañas de fomento de la lectura, al contrario, pero cuando escuché el lema por primera vez me vino a la cabeza esa asimilación «yo soy diferente > yo soy mejor». ¿Que soy un mal pensado? puede ser, pero respondedme una cosa: si hubiese sido el gobierno vasco el que presenta una campaña titulada «leer nos diferencia» (Los vascos leemos más que [el resto de] los españoles) ¿cuáles habrían sido las portadas de los periódicos el día siguiente? pues eso, un lema muy poco afortunado. Y lo de «Madrid, nación cultureta» forma parte de la parodia, ofcors.
Pues fíjate que yo ni me había dado cuenta de que el anuncio dera de la Comunidad de Madrid. Simplemente pensaba que leer te diferencia de los que no lo hacen porque es algo positivo. Rafa no le busques los tres pies al gato. Besos
Yo querría ir un poco más allá. Estoy algo harta de los eslóganes de este tipo que te animan a leer. A ver, señores, yo no leo para diferenciarme, ni para no ser un burro, ni porque «me dé más», leo porque me gusta. Cada día me cuesta más que mis alumnos comprendan que todo mi afán de que cojan un libro no es para convertirlos en seres superiores o algo parecido, sino tan sólo para que superen esa barrera inicial y descubran un placer difícilmente comparable con otros y que les acompañará toda la vida. Leer por gusto, leer porque sí. Cualquier otra finalidad me parece absurda y mal enfocada.
Todavía peor (se me había olvidado) la de «si tú lees, ellos leen». ¿Qué se pretende con esta campaña, que padres que jamás han leído empiecen a hacerlo para que sus hijos les imiten? ¿Qué interés podrían tener estos señores en que sus hijos lean si a ellos mismos no les hace falta ni les satisface? Mí no comprender.
Pingback: El epitafio de Nikos Kazantzakis « Diario de un copépodo