Citas célebres, perlas de sabiduría (2)

Continuamos con esos pequeños fragmentos de divina sabiduría (todos ellos fidedignos) que personas, a menudo anónimas, han dejado desperdigadas para iluminación de los pobres mortales:

ME MANCA EN ZANCAJO
(Señora que pretendía comprar un par de zapatos en el comercio pertinente dixit. Fecha por determinar)

Uno de los periodos más fructíferos de mi vida en cuanto a cantidad de conocimientos adquiridos de la llamada «universidad de la vida» fue cuando estuve trabajando en una zapatería durante el verano. Aprendí muchos datos útiles sobre cómo comprar cosas que ahora no vienen a cuento, y además mi jefe y amigo puso a mi disposición una lista de momentos memorables que su comercio había vivido a lo largo de los años. Una de las perlas más inolvidables fue aquella que tiene por protagonista a una potencial compradora que, tras probarse el zapato de turno, empezó a quejarse con la frase que encabeza este párrafo. Ante la expresión de desconcierto del vendedor la señora repitió la frase una segunda, una tercera y hasta una cuarta vez, cada una con una dosis creciente de mosqueo: «¡Que me manca el zancajo, EL ZANCAJO!». La escena surrealista que se montó aquel mítico día debió dejar por los suelos a la mejor película de los hermanos Marx; una lástima que un servidor no estuviera presente. Superada la escenita recurramos al diccionario de la RAE:

Mancar: 1.Lisiar, estropear, herir las manos u otros miembros de alguien, imposibilitando el libre uso de alguno de ellos. 2. lastimar (herir)

Zancajo: 1. Hueso del pie que forma el talón. 2. Parte trasera del pie, donde empieza la prominencia del talón.

Pues sí señores, esta compradora expresó en correctísimo castellano que el zapato de marras le apretaba el talón. Vaya con Dios, señora, usted sí que sabe.

¿Y ESTA MÚSICA ES LA QUE OS GUSTA A LOS JÓVENES DE HOY EN DÍA?
(Mi profesora de inglés dixit, sobre 1997)

Puede que al lector esta perla no le resulte especialmente original, pero todo debe situarse en su contexto. Fue liberada al mundo en una clase de inglés de bachillerato tras uno de esos ejercicios de escuchar una canción (en inglés, obviously) e intentar rellenar los gaps de la letra original. La coña es que la canción escogida por nuestro método era «Born to Be Wild» (1968, sí sí, 1968), y según termina va la profesora con airecillos de superioridad, arrugando la nariz y suelta espantada la pregunta retórica… pero atentos, que no acaba la cosa allí. La clase casi al completo le respondió con un sonoro, abrumador y rebelde «¡Sííí!» tras el cual sólo pude frotarme los ojos y mirar por la ventana para asegurarme de que no había un DeLorean esperándome para regresar a 1997 y no estaba sentado al lado de mi padre.

¡NOS VAN A LLENAR ESPAÑA DE NIÑOS!
(Señora anónima con abrigo sospechosamente peludo dixit. 2005)

En el metro, además de sobre averías, uno aprende sobre muchas cosas. La gente entra y sale de los vagones, se mezcla, se empuja, se roba y se mira. No son muchas las oportunidades en las que uno interacciona con los demás viajeros, pero a veces se pasa por vivencias inolvidables. Volvía yo de mis quehaceres cotidianos cuando entra en el vagón una mujer hispanoamericana (de papeles no hablamos) con una criatura en los brazos y otra colgando de la espalda mediante un pedestre pero eficaz artilugio. Esta mujer estuvo sólo durante un corto trayecto y después se bajó del vagón. Casi inmediatamente la mujer que estaba de pie a mi lado y cuyo abrigo la describe mucho mejor que cualquier otra palabra se vuelve hacia mí y me dice:

-¡Anda que…!

Os informo de que disfruto como un niño cuando se me brinda la oportunidad de hablar con una persona de pensamiento muy distinto al mío con tono de complicidad, como ocurría en este caso. Normalmente me pongo a tirar de la lengua al susodicho y añado después alguna barbaridad de cosecha propia que llega a escandalizarle por lo excesivamente «neoliberal» de su contenido. Este día no me hallaba yo de humor para montar el numerito y soltar que habría que deportar masivamente a todo aquel ciudadano madrileño que no acredite ser cristiano viejo de diez generaciones así que decidí ponérselo difícil:

¿Cómo dice? -haciéndome el tonto

-Sí hombre…

-No sé a qué se refiere -sonrisa «Profident»

-La mujer esa…

-Sí, sí, ¿qué pasa?

-Mmmmm, ¡Nada! ¡Que nos van a llenar España de niños! (con aire afectado)

Yo voy y vuelvo a centrarme en mi periódico gratuito y con aire despreocupado le suelto:

-¡Hombre!, cada uno tendrá los hijos que quiera ¿no?

A lo que la señora, decepcionada por no poder contar con mi apoyo y descubriéndose mi verdadera identidad de «enemigo de la patria» respondió, no sin retintín.

– ¡Claro, claro!

El tenso silencio que se creó después sólo se alivió con mi salida en la siguiente parada. Si de algo me siento culpable es de no haber colaborado con el fomento de la comunicación entre pasajeros desconocidos (pero españoles al fin y al cabo) en el transporte público.

Otro día más.

4 comentarios en “Citas célebres, perlas de sabiduría (2)

  1. La histria de a anciana en la zapateria me ha traido a la memoria dos historias mu curiosas….

    1ª)Estaba yo haciendo cola en la carniceria cuando un señor de unos 70 años se me acerco por detras y me pregunto:

    -¿Es usted LA ULTIMA?

    -(Yo le conteste…)No…

    -(El remate final de el)Pues y creo que si…

    -(A punto de cargarmelo…literalmente…)No, porque soy E-L U-L-T-I-M-O, no L-A U-L-T-I-M-A…

    El hombre ya salio «corriendo» avergonzado…

    2ª)Estaba yo comprando en un supermercado, y habia detras un niño que estaba mas
    inquieto que tranuilo,en eso que en un momento le dice al niño su madre:

    -Como no te estes quito este señor te va a pegar (el señor era yo, que conste…)

    Le lanzeuna mirad a la señora que fue ella la qu estuvo quieta el resto del tiempo…

  2. Pingback: ZanCajO » Archivo del weblog » Más Zancajo’s II

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