Moradores del plancton blogoso:
HOY se cumplen 300 años del nacimiento de Carl von Linné (1707-1778), Linneo para los amigos, Linnaeus para los amigos que hablan latín. Linneo es otro de los grandes hombres de la biología y esta ocasión debe celebrarse con gozo y alegría entre todos los amantes de la naturaleza y de la ciencia. Podría ponerme aquí a glosar uno tras otro todos los logros de este prócer de la ciencia, pero nos eternizaríamos, y además creo que la importancia de la ocasión debe celebrarse con un panegírico más ameno. Voy a intentar otra cosa diferente: mostrar que lo que hizo Linneo fue el resultado de la confluencia entre una persona amante del orden por un lado y el estado caótico del conocimiento biológico por el otro. Vamos, que Linneo era como Monica Geller de Friends, pero en versión biológica y en el siglo XVIII, motivo por el cual este sueco debería ser entronizado como el patrón de aquellos que participamos con toda nuestra alma en la eterna lucha del orden contra el caos (de parte del primero, claro). Yo me considero miembro de la secta y me jacto de escribir la lista de la compra en columnas correspondientes a los pasillos del Sabeco y otras cosas que ahora no vienen a cuento. Estoy seguro de que Linneo se ponía nervioso cuando las plumas de su escritorio no estaban alineadas con los laterales…
¿Cuál era el estado de la biología antes de Linneo? Pues básicamente aquello era como el coño de la Bernarda un cachondeo: las especies de animales y plantas se conocían mejor o peor, pero cada uno las llamaba como le daba la gana según su país, su idioma y el llamado «axioma del Trivial Pursuit» (¡pues es que en mi casa lo llamamos así!). No es que esos nombres tuviesen nada de malo, pero eran poco efectivos y no tenían un impacto global en el conocimiento científico. Sí que es cierto que estaban extendidos ciertos nombres en latín como versión culta de los nombres vulgares, y muchos de ellos directamente descendiente de la época clásica. A menudo se añadían distintos adjetivos que restringían y describían la especie en cuestión. Para entendernos: si aquellos estudiosos hubiesen tenido que distinguir a Chewbacca del Yeti un naturalista de la época habría llamado al primero Chewbaccus bipedus fuscus (marrón) y al segundo Chewbaccus bipedus albus (blanco), pero si de repente se descubre a Big Foot, también marrón, no habría quedado más remedio que cambiar los nombres de los dos que son marrones y emplear en su lugar, por ejemplo, Chewbaccus bipedus fuscus sideralis (sideral) y Chewbaccus bipedus fuscus sylvaticus (del bosque), puesto que en el nombre va también la manera de distinguirlos. Con el tiempo este sistema se convirtió en un despropósito pues no había forma de recordar la retahíla de palabros para distinguir la menta-poleo de la menta-normal, con lo que hacerse una infusión era cada vez más difícil.
La genialidad de Linneo fue simplificar el sistema y emplear un nombre sencillo, binomial (de dos palabras) para denominar a la especie y, de forma independiente, describirla con un texto breve que facilitara la diagnosis. Es decir, separó la denominación (nomenclatura) de la descripción diagnóstica (identificación). De esta forma el nombre se convirtió sólo en un referente , y poco importaba que no fuese especialmente descriptivo o incluso que fuese desafortunado, puesto que su virtud estriba en su universalidad. El quejigo andaluz, Quercus canariensis, no aparece en Canarias, y pese a que el nombre induzca a error se mantiene porque es la manera universal de hacer referencia a esa especie. La universalización del sistema binomial linneano es su legado permanente, pues aunque había alternativas (algunas de ellas también binomiales) fue esta la que triunfó como referente global. Es un poco como el sistema de teclado «qwerty«: puede que hubiese otras formas pero al final es una de ellas la que perdura y es buena en la medida en que todos los teclados con alfabeto latino la siguen en la actualidad. Cuando se describe una nueva especie en el presente se le otorga un nombre científico binomial en latín al que le sigue una diagnosis (también en latín en el ámbito de la botánica) tal y como estableció Linneo a mediados del siglo XVIII. La permanencia y efectividad del sistema linneano en la actualidad demuestran por sí mismas lo afortunado de su sistema.
Aprovecho para emitir un comunicado:
Estimado lector:
Las reglas nomenclaturales exigen, además del cuidado en la ortografía latina, que el nombre científico de una especie se escriba en letras cursivas y que únicamente se ponga en mayúsculas la primera letra del palabro genérico (el primero). Leer «Homo Sapiens», «QUERCUS PIRENAICA» o «bryoeritrophylum recurvirostrum« en lugar de «Homo sapiens«, «Quercus pyrenaica» y «Bryoerithrophyllum recurvirostrum» hace tanto daño a la vista como «fernando halonso», «Güiliam Sékspir» o «Darz Beider» y puede causar úlcera gastroduodenal a espíritus sensibles que se expongan con demasiada frecuencia a tales barrabasadas. No hagas como los periodistas de nuestra prensa nacional y si alguna vez tienes que escribir un nombre científico demuestra tu glamour haciéndolo correctamente, que no cuesta nada.
Y dicho esto continúo…
La dificultad de mantener vivo y efectivo un sistema universal se solventa con la publicación y reedición constante de los llamados «Códigos nomenclaturales» de botánica y zoología, que aunque mantienen básicamente el espíritu linneano, se han visto obligados a regular de forma muy precisa la nomenclatura biológica. Personalmente opino que deberían comercializarse ediciones baratas españolas en cualquier farmacia, pues es el remedio más eficaz e inmediato contra el insomnio (y si alguien lo duda le reto a que lea dos páginas al azar del código de nomenclatura zoológico o botánico y que después cuente su experiencia).
Linneo, fanático del orden, dio mucha más importancia a su intento de clasificar la biodiversidad que a sus esfuerzos por nombrarla, sin embargo sus clasificaciones de animales y plantas han sido ampliamente mejoradas con el paso del tiempo. Pese a todo no voy a perder la ocasión de comentar por encima sus Sistema Sexual de clasificación de las plantas, o como él mismo lo llamaba, «El amor entre las flores» que tuvo mucho éxito. Como buen observador Linneo se dio cuenta de que los caracteres de las flores eran mucho más constantes y reflejaban mejor las afinidades entre grupos de vegetales que los caracteres de raíces, tallos y hojas, que pueden variar muchísimo como vimos recientemente. De forma muy sencilla (contando primero los estambres y luego los pistilos) cualquier botánico podría ubicar una planta en su clase y orden. Lo divertido de todo esto es que a Linneo le gustaba usar una analogía entre la disposición de las piezas sexuales de la flor y las relaciones sexuales humanas. Así, la especie Crataegus monogyna (el majuelo), cuyas flores tienen 20 estambres y un pistilo quedaría encuadrada en el orden Icosandria (veinte hombres) y, dentro de éste, en la clase Monogyna (una mujer), y Linneo habría dicho algo así como «veinte maridos para una mujer en la misma cama«, para regocijo de la mujer, añado. No debe extrañarnos que muchos de sus contemporáneos tacharan este sistema de guarrería indecente. Aunque práctico, su sistema sexual era claramente artificial y el propio Linneo lo fue abandonando en sus últimos años para adpatar los incipientes «sistemas naturales» que cobrarían su pleno protagonismo después de Darwin al adquirir además un significado genealógico.
Linneo no sólo se limitó a trabajar en aspectos teóricos. Si su sistema terminó por imponerse de manera universal fue por su incansable ímpetu que le llevó a describir miles de especies animales y vegetales, y precisamente es sobre la base de sus obras recopilatorias (Systema Naturae y Species Plantarum) sobre la que se comenzó a edificar el gigantesco mamotreto que es la nomenclatura biológica de nuestros días. Deus creavit, Linnaeus dispusuit (Dios creó, Linneo ordenó), que se decía. Aunque él nunca se movió mucho, sus discípulos o apóstoles le enviaron grandes cantidades de especímenes de los cinco continentes para que los describiera y nombrara, y no por casualidad en casi cualquier flora encontraremos detrás de muchos de los binomios científicos la «L.» de Linneo, la ele por antonomasia, en plan «V de Vendetta» o «H de Homer» que le reconoce como descriptor original y cuya validez aún perdura.
¡Ay Linneo! Qué de cosas se pueden contar de él. Casi que os dejo con las palabras que se dedicó a sí mismo en su autobiografía:
No hay nadie que haya trabajado con más fervor ni tenga más alumnos en nuestra universidad. No hay nadie con conocimientos de ciencias naturales que haya hecho más observaciones y descubrimientos. Nadie tiene un conocimiento más sólido de los tres reinos de la naturaleza. Nadie ha elaborado con más cuidado la historia natural de su tierra natal, su flora, su fauna y su economía. Nadie ha escrito más trabajos de forma exacta y sistemática y basándose en su propia experiencia. Nadie ha reformado de esta manera una ciencia en su totalidad ni ha creado una nueva época. Nadie ha ordenado los diferentes grupos de la naturaleza en un orden tan perfecto. Nadie ha mantenido tanta correspondencia con el mundo entero. Nadie ha enviado a sus discípulos a tantos rincones del mundo. Nadie ha dado nombre a más plantas, insectos, a toda la naturaleza. Nadie ha visto tanto trabajo del Creador. Nadie ha sido tan famoso en todo el mundo.
Virtudes tenía muchas, pero la modestia está claro que no era una de ellas.
Linnaea borealis L., la bonita flor escandinava que Carlos Linneo «el modesto» se dedicó a sí mismo.
Bibliografía de la de papel (hay vida más allá de la Wikipedia):
Linneo, el príncipe de los botánicos
Antonio González Bueno
Ed. Nívola. Madrid 2001
118 páginas
ISBN:84-95599-13-9
Qué recuerdos… a nosotros nos explicaron a Lineo en botánica, y nos contaron que una de las nomenclaturas anteriores era algo así como «planta más o menos pequeña que crece pa ese lao de ahí de las montañas y si la miras desde otro ángulo podría parecerte de otro color cuando el sol sale por Antequera…» y así, frases y frases y frases. Solo que en latín, claro.
Enhorabuena, Rafa, por tu blog (aunque sea invertebrado!). A veces lo he visitado y me sorprenden tu imaginación a la hora de escribir y las fotos que haces.
Interesante artículo sobre Linneo; totalmente de acuerdo contigo respecto al comunicado que emites a los lectores. Espero tu próxima entrega.
dios chaval que arte tienes contando las cosas, en 3 parrafos has metio como 4 o 5 frases magistrales.. XDDDD
«Linnaeus para los amigos que hablan latín» jejejejejej
Por cierto voy a empezar a tomarme entrar aqui como algo educativo. :P lo de «Chewbaccus bipedus fuscus sideralis» me ha impactao seriamente. XDD
Mira que me he pensado seriamente lo de leer esta entrada, ¿eh? Que una vocecita interior me repetía, insistente: Marple, que tú eres de leeetras… Pero es que cuentas las cosas tan bien, criatura. Linneo debe de estar revolviéndose en su tumba, aunque en este caso de gustito.
Ay, la botánica…
Chapada de impresión, dormir junto al Bonnier…
Qué tiempos!
Conseguís ruborizarme con esos comentarios… ¡¡Gracias!! No me quedará más remedio que mantener los truños científicos como parte del bloj, y esta vez no me ha hecho falta poner foto de Angelina Jolie ni nada… ¡leones!
Linneo, qué gran hombre, pero sí es cierto que se lo tenía un poquito creído, aunque bueno, supongo que no es pa menos, el tío curró un taco en toda su vida…
Y lo dicho Rafa, como siempre me termino leyendo tus entradas enteras y sin ningún esfuerzo, son la leche :)
Hombre, el tío tenía sus motivos para pensar así, y posiblemente tuviese razón, pero queda un poco feo ¿no? Vamos que le da a uno vergüenza ajena leer su auto-jabonetazo. Y no te creas que fue a dedicarse una mala hierba, no, seguro que era la florecita que más le gustaba.
Sí, feo queda un montón, se echa de menos un poco de humildad por su parte, pero qué se le va a hacer, los hay que son unos verdaderos craks y no lo vocean a los cuatro vientos sino que esperan a que los demás se lo digan y hay otros que son también unos craks pero la humildad se la dejaron olvidada en el water antes de tirar de la cadena, en fin, nadie es perfecto.
Que crack que crack que crack, tanto el tal Linneo d’ese (Linnaeus para los amigos xDDDD) como tu, que arte tienes Rafa, que delicia y que gustazo al leer estas cosas, verte a ti mismo como siempre piensas ‘joer, otro tocho de los suyos’ y como te vas enganchando y al final acabas diciendote ‘y no que me lo he leido entero y hasta me ha gustao…’ xDD
Es broma Rafa, fieles como siempre (aunque no comente mucho), pero me encanta
Gracias Rufo, me encanta embaucaros para que os leáis mis truñetes
Bueno, me imagino a L de lineo con el trapo y los botes de Pronto a lo Geller. Es cierto, los periodistas tenemos poco glamour a la hora de escribir, sabes que hacemos escritura de guerrilla, rápido y mal. JEJEJEJEJEJJE
Me ha gustado la L de prácticas. Un toque de modernidad
HOla, una amiga me ha enviado la dirección de este artículo y me ha hecho un gran favor, pues tiene de todo. ¿Qué más se puede pedir?
Hombre, por pedir yo pediría unas chuches de regalo o algo, pero vaya, me alegro si te ha servido de algo, vuelve cuando quieras.
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