¡Oh, Jerusalén! (Elie Chouraqui, 2006)
“Si me olvidare de ti, oh Jerusalém, que quede seca mi diestra. Péguese mi lengua a mi paladar, si no me acordare de ti, si no prefiero a Jerusalén al principal objeto de mi regocijo.”
El salmo 37 es el que usó como excusa Dominique Lapierre para escribir en los años 70 junto con Larry Collins uno de sus libros más conocidos que narra los orígenes del estado de Israel a través de la amistad entre un judío y un árabe que acaban militando en sus respectivos clubes fanáticos. De dicho libro se ha hecho una versión cinematográfica dirigida por Elie Chouraqui con sus luces y sus sombras pero que, por resumir, es bastante recomendable para aquellos a los que el conflicto de Oriente Medio les interese o bien tengan algunas lagunas y les apetezca rellenarlas poniéndose las zapatillas de plomo antes de entrar en la sala (o de conseguir el DVD mediante medios legales que no violen derechos de autor, por supuesto).
La película está muy bien lograda en cuanto a aspectos técnicos se refiere, pero le ocurre lo mismo que a tantas adaptaciones de novelas que andan por ahí: el desarrollo de los personajes es discontinuo y no se entienden muy bien sus evoluciones. Quizá por eso las historias de amistades y amoríos quedan un poco increíbles, no convencen y no pueden evitar estar salpicadas de la pátina buenrrollista de Dominique Lapierre, al que me cuidaré mucho de criticar, puesto que es un tío que no puede más que caerte bien (sobre todo después de escucharle contar una y otra vez la historia de su cascabel indio de la suerte). Digamos simplemente que es una visión bastante indulgente de personas que, a fin de cuentas, son verdaderos fanáticos además de amigos, y que pasan de la furia yihadista a la incomodidad (¿equivalente a ser descubierto robando material de oficina?) de que te pillen matando al tío de tu amigo. A pesar de todo, el aspecto documental de descripción del momento histórico es muy interesante, aunque por una parte está limitado al periodo 1945-1949, por lo que no se ahondan en el origen real del conflicto, y por otra (quizá esto sea inevitable) que el director sea judío no favorece especialmente la imparcialidad, ni siquiera a pesar de que hubiese un casting especial para ver qué judío aspirante a director era capaz de darle un toque más ecuánime al asunto.
Me permito aquí poner un enlace a la cronología que hice hace dos años sobre la historia y conflicto de Oriente Medio con el motivo de la guerra libanesa-israelí de 2006 que chafó el viaje a Siria y Jordania que, espero, sí podamos hacer este año.
Yo sólo quiero decir que la restricción temporal viene dada a que se basa en un relato que está circunscrito en el tiempo, que como siemrep es mejor recomendar la lectura del libro. Pero el film está bastante bien, los parecidos de los personajes, y la cierta equidad con la que bucea en el pasado, piensa que podía haber sido peor en manos de Spielberg o un William Friedkin, ¿quién sabe?