Darwin y la religión: una controversia larga, estéril y cansina

En la entrada anterior de esta serie se afirmaba que posiblemente la aportación más revolucionaria de Darwin era precisamente aquella que podía salirse un poco más del ámbito científico e impactar en el pensamiento, así en general. El materialismo darwiniano hacía posible por primera vez dar una explicación a la  apabullante diversidad de los organismos a través de propiedades y dinámicas intrínsecas de la materia viva sin la necesidad de que hubiese ningún ente dirigiendo la evolución. Este salto cualitativo que Darwin produce sobre anteriores hipótesis evolutivas es entendido por muchos sectores, fundamentalmente religiosos, como una afrenta y una osadía. Como veremos a continuación, a veces da la sensación de que muy poco se ha avanzado desde esta confrontación nacida hace 150 años, y que de hecho resulta muy ingenuo pensar que se puede llegar a innovar algo en ella.

El origen de las especies no fue un libro nacido de la nada. Había precedentes. Los largos años de reflexión y estudio sobre la evolución por parte de Darwin dio lugar primeramente a un boceto, un borrador que ya contenía muchas líneas argumentales y que está fechado en 1842. Dos años después, en 1844, Darwin lo amplió a un ensayo de varios capítulos que puede considerarse ya un verdadero esqueleto de lo que sería el origen de 1859, impulsado, como sabemos, por la audacia de Wallace. Pues bien, pese a las muchísimas diferencias entre los textos de 1842, 1844 y 1859, los tres concluyen con una frase prácticamente idéntica, una frase que Darwin quiso conservar desde su primerísimo boceto y que, sin duda, consideraba suficientemente importante como para cerrar su obra. Podéis leerla directamente en la página 490 de la primera edición  del origen (imágenes obtenidas en Darwin Online).

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Hay grandeza en esta concepción según la cual la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alentada en un reducido número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, una infinidad de las formas más bellas y portentosas.

Ni una coma de las que aparecen en este párrafo fue escrita por casualidad. En estas pocas palabras Darwin resume las claves de su obra, a saber: que las especies evolucionaron y continúan evolucionando, el origen común de toda la biodiversidad (a partir de «un reducido número de formas o una sola») y la naturaleza mecanicista de la evolución, a la que compara con la fuerza de la gravedad. Unas palabras, por otra parte, muy afortunadas.

Veamos, sin embargo, cómo se modificó este final en la segunda edición del origen, la de 1860, mediante sólo tres palabras que ya se quedarían en esa posición hasta la sexta y definitiva modificación del libro, que es la que normalmente se puede encontrar:

finalorigen2

Darwin añade que las formas biológicas originales fueron alentadas «por el Creador». Esta enmienda tiene su importancia y su interés. Fijáos cómo el dueño oficial del libro escaneado anotó al margen «not in 1st ed.«, señalando que este cambio no pasó desapercibido. ¿A qué se debe este cambio deliberado de Darwin en uno de sus párrafos estrella? ¿Creía Darwin que Dios estaba detrás de la evolución?

Según la biógrafa Janet Browne, estas tres palabras fueron una concesión al reverendo Charles Kingsley, uno de los pocos clérigos de los que recibió una crítica positiva, y se arrepintió más tarde de haberlas añadido. Sin embargo, esa adición nos dice algo importante acerca de lo que Darwin quería transmitir. Como buen científico, a Darwin se la traía al pairo el asunto de la existencia de Dios cuando trabajaba; tenía muy presente que ese asunto debía quedar al margen de sus investigaciones. El lector perspicaz se dará cuenta al leer el origen que se hace referencia ocasional a un «creador», pero nunca se le da ningún protagonismo ni responsabilidad; Darwin no quería ser tachado de ateo. Al científico, así en general, le resulta irrelevante que la naturaleza se explique por una serie de leyes e hipótesis mecanicistas o que haya un dios, un Monstruo de Espagueti o un copépodo gigante sagrado que sibilinamente actúe en la naturaleza como si hubiera unas leyes mecanicistas y ciegas que le den forma. De ahí la obsesión de Darwin con comparar la evolución con la gravedad; él por lo que abogaba era por una ley clara que pusiese la evolución al nivel del resto de los fenómenos naturales. Su osadía no es, por lo tanto, negar a Dios, sino explicar el mundo vivo de tal forma que ya no es imprescindible. Que esto constituyese algo inadmisible para algunos es harina de otro costal.

En su vida privada, Darwin tenía una opinión bastante definida sobre religión. Si bien fue creyente durante muchos años, en su vida adulta fue paulatinamente rechazando las religiones hasta llegar a calificar al cristianismo de «doctrina detestable». En su autobiografía podemos encontrar bastantes reflexiones relacionadas con su percepción del hecho religioso. Cuanto más ahondaba en el estudio de la naturaleza, más improbable le parecía la existencia de algún dios. En un momento dado llega a calificarse como «agnóstico» y no como «ateo», lo que fundamentalmente refleja que era poco amigo de polemizar, o que simplemente negaba la capacidad humana de responder a esa cuestión y por lo tanto dejó de preocuparse por ella.

Ahora bien, ¿cómo se entiende esta aparente contradicción del Darwin? En sus escritos, se esfuerza en no negar la existencia de dioses ni en distinguir si las leyes de la naturaleza son los hilos que maneja el titiritero o la consecuencia de un mundo exclusivamente materialista, pero en su vida personal, detesta el cristianismo y con la edad rechaza cada vez con más firmeza cualquier tipo de religión.

Sabemos que a Darwin le afectaba que le tacharan de ateo, de provocador y de revolucionario; no iba en el carácter de Darwin «dar la nota» en este sentido, pero además podemos suponer, y creo que también acertaríamos, que Darwin alcanzó un nivel de madurez suficiente en este campo como para darse cuenta de que, en el fondo, el asunto de Dios es totalmente irrelevante en la ciencia, y que una cosa es lo que el científico cree en su fuero interno, y otra cómo demuestra o defiende sus hipótesis (y aquí los deus ex machina deben estar siempre ausentes). La ciencia es fruto del ejercicio de la razón, mientras que la fe, por su propia definición, es algo irracional, es creer sin pruebas, seguir lo que no puede verse ni demostrarse. No hay nada de malo en ello, los humanos hacemos constantemente cosas irracionales. Lo malo es no saber reconocerlo.

El error fue, desde el principio, que los «poderes religiosos» se dieran por aludidos, cuando deberían haberse quedado al margen… pero claro, no es lo mismo que los objetos se atraigan con una fuerza proporcional al producto de sus masas que haya «fuerzas» naturales que anden por ahí, creando especies nuevas, sin barro, sin costillas y sin dedazos divinos.

En 1860 la universidad de Oxford organizó un sarao de alto copete para debatir el darwinismo. Ortodoxos y darwinistas se enfrentaron en una especie de mezcla rara entre congreso científico y programa del corazón. Curiosamente Darwin no asistió debido a un oportuno empeoramiento de su delicada salud. Eso permitió que la polémica se desatara y que los asistentes se soltaran la melena y se gritaran los unos a los otros (por eso digo lo del programa del corazón). El debate más influyente tuvo lugar el 30 de junio, entre el obispo Samuel Wilberforce (Soapy Sam, que le llamaban) y Thomas Huxley (también conocido como el bulldog de Darwin; él sí que era amigo de las beligerancias). El debate en cuestión fue muy intenso y apasionado, pero no contribuyó, como era de esperar, con ningún tipo de razonamiento que resolviese la cuestión. Lo que es más interesante es que, pese a todo lo que habría que discutir sobre el darwinismo en aquel momento, el debate quedó reducido a la cuestión de si el hombre «viene del mono» o no, que es precisamente lo mismo que sigue preocupando a los ultrabeatos postmodernos de hoy en día. El origen de la variación, la tasa de cambio y el gradualismo no es lo que les importa, sino cuál es nuestro pedigrí.

wilberforce_huxley

El debate de Oxford sobre evolución. Yo creo que su relevancia se idealizó con el tiempo.

No me voy a extender sobre aquel debate (hay un post muy bueno aquí), aunque recordaré el chascarrillo famoso de cuando Wilbelforce, en mitad de una encendida discusión, le preguntó a Huxley si descendía del mono por parte de madre o de padre, a lo que éste le respondió que «antes preferiría ser familia de un simio que de un hombre como el propio obispo, que utilizaba tan vilmente sus habilidades oratorias para tratar de destruir, mediante una muestra de autoridad, una discusión libre sobre lo que era o no verdad». Lo que quería destacar es que cuando uno repasa los argumentos que usaban los creacionistas en el siglo XIX, se sorprende con que son exactamente los mismos que nos encontramos hoy (como por ejemplo el omnipresente argumento del diseño) y a pesar de todo hay gente que sigue pensando que va a ser capaz de demostrar algo o de convencer al contrario para que cambie de opinión.

Plantear un debate en estos términos es absurdo y cansa un poco. Lo importante no es si hay gente, que en su fuero interno, no puede concebir la naturaleza sin ayuda de la religión. Allá cada uno. El problema es que se intente meter con calzador una visión teleológica (el diseño inteligente) como si fuese una hipótesis científica a tener en cuenta en las clases de ciencias. Aquí no hay debate que valga, sólo sirven los latigazos. Como alternativa me presento como primer voluntario para ir los domingos a la iglesia, cinco minutitos antes del final, para dar «una teoría alternativa» a lo que diga el señor cura, por eso de ver las dos versiones de la jugada.

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18 comentarios en “Darwin y la religión: una controversia larga, estéril y cansina

  1. ¡Meneado coñññño!! A votar tocristo! PD: Me gustaría verte en la Iglesia rebatiendo al cura y llamándole la atención por las infinitas contradicciones de la doctrina católica.

  2. Buena idea la de presentarse voluntario para explicar una teoría alternativa en la iglesia. Te deseo buena suerte.
    Solamente he escrito para evitar que un niño lea los tratados de CHIK.

  3. Hombre, era normal que se dieran por aludidos… si algo tan improbable como «Dios» deja de ser «necesario», ostras, blanco y en botella… el negocio de las religiones es Dios y el alma inmortal del hombre, si se propaga la idea de que cualquiera de las dos cosas no existe, tienen que cerrar el chiringuito… yo creo que los animales no les preocupan, lo que pasa es que el parecido razonable entre el hombre y el resto de vertebrados tetrápodos es tan cantoso, que hasta a los obispos les chirria la idea de que unos y otros vengamos de origenes completamente diferentes, por tanto todo lo que se aplique a los animales, se aplica implicitamente al hombre… de eso se dieron cuenta todos a los cinco minutos de leer «El Origen…»

    Por otra parte, los del Diseño Inteligente deberían callarse hasta tener una explicación convincente de por qué los machos de los mamíferos tenemos pezones… que es una cuestión que me quita el sueño desde hace tiempo, oigausté…

  4. La ciencia no explica los porqués, sólo describe los cómos. Lo que deben hacer los que proponen una hipótesis, pongamos el «DI», es describir CÓMO se las apaña el tal «diseñador» para hacer su trabajo; una vez que propongan ESO, se podrá discutir, si no, es como si se pusieran a cantar el lolailolailo.

  5. Macroinstantes.

    Duerma usted tranquilo por sus pezones, e incluso, disfrute de ellos.

    Los tarugos de los «téstigos» y mormones suelen decir que Dios puso los fósiles bajo tierra para que, al descubrirlos, tentar nuestra fe.
    Pues los pezones de los hombres, igual: los tenemos para tentar nuestra fe.
    Así visto, la fe debe ser una puta carrera de obstáculos puestos para joder.

  6. Sobre los pezones masculinos, hay un excelente artículo en un libro de Stephen Jay Gould, creo que es «Brontosaurus y la nalga del ministro»

  7. Jose, es fácil. En realidad, ninguna teoría científica contiene algo así como un «porqué», son meramente DESCRIPTIVAS: dicen «CUANDO pasa tal cosa, pasa tal otra cosa», o «tales y tales cosas ocurren según tal o cual fórmula». Nosotros podemos UTILIZAR esa descripción para dar una «explicación» de un fenómeno, pero no lo hacemos en el sentido de pasar de un nivel descriptivo (el de los «cómos») a un nivel explicativo «más profundo» (el de los «porqués»), sino de un nivel descriptivo en el que lo que describimos son las cosas que se observan, a OTRO nivel puramente descriptivo en el que lo que se describen son objetos inobservables.
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    Por ejemplo, Newton no explicó el movimiento de los planetas diciendo cuál era la CAUSA de que se movieran así: meramente indicó cuál es la FÓRMULA que nos permite calcular la aceleración que va a sufrir un planeta en cada punto de su órbita. Cuando se le dijo que eso no era dar causas, respondió aquello tan famoso de «hypotheses non fingo» («yo no invento conjeturas»).
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    Otro ejemplo, el espectro electromagnético del hidrógeno fue «explicado» por Bohr y otros mediante una DESCRIPCIÓN de los movimientos de los electrones en la corteza del átomo.
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    Darwin, igualmente, explica la evolución DESCRIBIENDO el proceso, o sus elementos fundamentales..
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    «Explicar» un fenómeno consiste, por lo tanto, en DESCRIBIR otro sistema (de un nivel más general, o más básico) y CALCULAR a partir de esa descripción CÓMO TENDRÍA QUE SER el fenómeno que queremos explicar, si el sistema en cuestión funcionara de la manera que hemos supuesto.
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    Lo que deben hacer los que proponen el «diseño inteligente» (si quieren que su teoría EXPLIQUE algo) es, por lo tanto, DESCRIBIR cómo opera, y de qué modo esa DESCRIPCIÓN del proceso de diseño inteligente nos permite CALCULAR los fenómenos que quieren explicar mediante ella.
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    Espero haber sido un poco más claro (aunque prolijo).

  8. Hola!!

    soy un estudiante de 2º de biología y debo decirte que me encanta tu blog y que me pasaré por el a menudo!!

    un saludo y sigue asi ^^

  9. Ays payo que pena que no estes en UK. La BBC, en su serie de documentales sobre Darwin, emitio la semana pasada uno sobre un teologo y filosofo de la ciencia que estudiaba como se puede convivir con creer en Dios y, obviamente, considerar a Darwin en lo cierto.
    Por que no vienes a vernos y vemos la BBC juntos?

  10. #11, lo mismito que TVE, no? Aunque, bien pensado, mejor que ni lo intenten. Sólo con imaginarme al tipo de teólogo y de filósofo que podrían invitar en Españia, me echo a temblar.

    Saludos, y gracias por el post.

  11. Pingback: Sobre la ciencia… « Diario de un copépodo

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  14. Pingback: Bicentenario de Darwin: epílogo « Diario de un copépodo

  15. en el principio creo Dios los cielos y la tierra…….. y creo Dios al hombre conforme a su imajen y semejnza…..del polvo de la tierra lo formo y al polvo volvera…

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