Lyell, los volcanes y el vino de Fuencaliente

Parque Nacional de la Caldera de Taburiente

Parque Nacional de la Caldera de Taburiente

Yo no sé qué es lo que tienen las Canarias que llevan fascinando a los naturalistas durante siglos. Desde que Alexander von Humboldt «redescubriera» Tenerife y diese el pistoletazo de salida a  la geobotánica describiendo sus pisos de vegetación, un número enorme de viajeros y científicos se han rendido a los encantos de las islas afortunadas. Tal fue el caso, por ejemplo, de Philip Barker Webb, que haciendo escala en las islas en su camino, ni más ni menos que a Brasil, no pudo sino cambiar de opinión y convertirlas en el objeto de su estudio. Junto con Sabin Berthelot sería el coautor de «L’Histoire naturelle des Îles Canaries«. Nunca se sabe en qué puede acabar un viaje a las Canarias. Por mi parte, esta es la cuarta isla que me pateo, y no pienso darme por satisfecho hasta no conocer las siete.

lyell2Hoy os propongo seguir los pasos de uno de estos célebres visitantes, el geólogo escocés sir Charles Lyell, en la isla de la Palma. Aunque no son muchos los datos que se conservan de esta visita, sabemos que la relevancia de sus observaciones aquí contribuyeron en alguna de sus teorías. Para este propósito nos ayudaremos de la magnífica biografía de Carmina Virgili y del proyecto Humboldt, la web que alberga muy jugosa documentación sobre las expediciones científicas a Canarias.

Lyell fue uno de los típicos viajeros-científicos de la época victoriana que tanto me gustan. De alguna forma fue el que convirtió la geología en una disciplina realmente científica, el que buscó los «principios» de este campo del saber. En el fondo esa es la historia del desarrollo de las ciencias: ya vimos cómo a Darwin le obsesionaba la idea de convertir a la biología en una verdadera ciencia, emulando a Newton buscando una ley general (la evolución por selección natural), análoga a la gravitación descrita en los Principia Mathematica.  Igualmente Lyell busca, precisamente, los «principios de la geología«.

Sin embargo, si por algo se distingue Lyell de otros naturalistas contemporáneos es por ser un empedernido viajero. Si Humboldt, Darwin y Wallace tuvieron la oportunidad de realizar uno o dos viajes a los que le sacaron sobrado partido a lo largo de su vida, Lyell visitó en numerosas ocasiones muchos paisajes de Europa y cruzó el Atlántico dos veces. Contaba más de 60 primaveras la última vez que subió al Etna y al Vesubio. Ya firmaría yo por poder hacer lo mismo en su momento.

A su regreso del segundo viaje por Estados Unidos, en 1854, fue cuando tuvo lugar su visita de Lyell al archipiélago canario (concretamente pisó Tenerife, Gran Canaria y la Palma, y como decía antes, no se conserva mucha información sobre la visita). Sabemos que un tinerfeño, Pedro Maffiotte, profesor de ciencias, se encargó de acogerle y acompañarle a algunos lugares y facilitarle información necesaria para su visita a la Palma, que es donde continúa nuestra historia, y donde estuvo dos semanas.

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La Palma, vista por el Gúguel-erz y un mapa chulísimo de von Buch (1836)

En la isla de la Palma, de característica silueta en forma de gota invertida, se pueden distinguir dos unidades de relieve. La Caldera de Taburiente, que domina el norte de la isla, y la cordillera de Cumbre Vieja, que se alarga hacia el sur. La Caldera de Taburiente suele describirse como un «cráter de erosión» de 1500 metros de profundidad. Su grandeza es impresionante y las vistas desde sus cumbres quitan el aliento. Sin embargo, pese a lo sugerente de su nombre la Caldera no es un cráter en el sentido que podríamos imaginarnos en principio: nunca fue una verdadera caldera llena hasta el borde de lava burbujeante cual potaje canario para colmar el jilorio. En lugar de eso hay que pensar en la mitad septentrional de la misma como los restos de un inmenso volcán cóncavo, con forma de escudo (el «Taburiente»), cuya mitad inferior acabó por venirse abajo. Otros procesos volcánicos posteriores cerrarían la Caldera en el sur, manteniendo un estrecho canal como desagüe natural hacia el suroeste (El Barranco de las Angustias, de enorme interés botánico, por cierto).

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La Caldera de Taburiente en la 6ª edición de los «Elementos de geología» de Lyell

La cosa es que por aquellos tiempos había dos teorías contrapuestas para explicar el origen de los conos volcánicos. El alemán Leopold von Buch era partidario de la teoría de la elevación. Las masas subterráneas de lava levantarían la corteza terrestre formando el cono volcánico que, eventualmente, entraría en erupción después. Lyell, por su parte, defendía la teoría de la acreción, que viene a decir que son las propias erupciones las que van amontonando el material que conforma el volcán desde su comienzo. La Palma, visitada tanto por von Buch como por Lyell, puso su granito de arena en la resolución de esta controversia.

En una carta de Lyell a Maffiotte fechada el 5 de abril de 1854 dice:

Empleé catorce días en la exploración de la isla de La Palma. El tiempo estaba muy bueno; la Caldera, desde la cual se descubre una inmensa vista, es de gran importancia geológica, y bajo muchos conceptos ofrece novedad.

A efectos del asunto de los volcanes, lo que le interesaba a Lyell podía verse escrito en las paredes septentrionales de la Caldera, que contaban la historia del volcán Taburiente. Su estructura alternaba lavas y piroclastos, sugiriendo que, efectivamente, se había formado por acreción a lo largo de erupciones sucesivas. Durante nuestra visita pudimos ver esas mismas paredes de la Caldera que contribuyeron a la consolidación de la teoría de la acreción.
Pared de la Caldera de Taburiente

Foto de la pared de la Caldera de Taburiente. Un estrato de piroclastos (marrón claro) aparece hecho un sandwich entre dos capas de lavas (marrón oscuro) correspondientes a distintas erupciones. Un azucarillo para el que sepa qué son las líneas oblicuas que cruzan la imagen.

Lyell disfrutó como un enano en la isla y tomó muchas notas de campo, meditando sobre el origen «of the Caldera».

lyellcalderaEn este momento el escocés planeaba escribir un libro sobre Canarias y Madeira, y aunque finalmente no fue posible, la Palma y su caldera sí que aparecen mencionadas en sus Elementos de geología, por ejemplo, con esta chulada de perfil, que representa una sección de la Caldera vista desde el Norte.

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La otra unidad de relieve, el rosario de volcanes que se extiende hacia el sur de la isla, también nos sirve para poner un ejemplo de la aportación fundamental de Lyell a la geología: el actualismo. Frente al catastrofismo de Cuvier, que requería para explicar la formación y destrucción del relieve de la participación de sucesos puntuales, violentos y catastróficos, Lyell piensa que las fuerzas que explican la generación y erosión  de la tierra firme  son las mismas que podemos observar en el presente, y que en realidad lo que ocurre es que la historia de nuestro planeta es mucho más vasta de lo que se pensaba. Esto era una herejía muy grande, y tal.

Al recorrer la llamada «ruta de los volcanes» se pueden ver conos volcánicos y coladas de lava que no estaban allí durante la visita de Lyell.

Cráter del Hoyo Negro

Lavas del Duraznero

Cráter del Hoyo Negro y lavas del Duraznero. Erupciones de 1949

teneguiaLa ruta de los volcanes finaliza en el municipio de Fuencaliente. Es en él donde tuvo lugar la última erupción histórica de la isla, que corresponde con la del volcán Teneguía en 1971 (izquierda). Las lavas que el Teneguía vertió al Atlántico cambiaron el contorno de la isla haciendo que el municipio de Fuencaliente sea el único de España (se me corrija si me equivoco) que ha ganado terreno al mar en tiempos tan recientes. Efectivamente, no hay que recurrir a catástrofes violentas para demostrar que la orografía del territorio sigue cambiando en el presente. Bien por Lyell.

Las tierras de Fuencaliente, en una superficie muy significativa están ocupadas por viñedos, y los vinos que nacen aquí sientan estupendamente después de cenar, tras una larga jornada subiendo y bajando lomas, como pudimos comprobar.

Casualidades de la vida, resulta que Fuencaliente es la patria del señor Mapoto, la mente pensante de Crucemos los dedos. Pese a que, desgraciadamente, no pudimos coincidir en este lugar y conocernos en persona, Mapoto nos exhortó a visitar el bar Parada, donde nos tenía reservada una botella de vino de la tierra como inmerecido obsequio. Una serie de errores imperdonables hicieron que, en realidad, al final hubiese dos botellas esperándonos (que aceptamos a regañadientes) y con las que brindaremos a su salud.

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Los godos saquean las islas. Productos traídos de la Palma, incluyendo las botellas de vino de Fuencaliente, cortesía del sr. Mapoto y el bar Parada. El resto lo compramos en el SPAR. Los almendrados no llegaron con vida a la Península. Nótese que el ron miel ya ha sido desprecintado.

Para afianzar esta hermandad blogueril, nosotros por nuestra parte hicimos entrega de una humilde caja de Chatitas, pero eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión.

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10 comentarios en “Lyell, los volcanes y el vino de Fuencaliente

  1. Eso esperamos, desde aquí rompo una lanza por el vino blanco de Teneguía, una pasada, es mucho mejor que el Albariño. Suave y afrutado. Una verdadera delicia. Ya le contaremos mi estimado Mapoto que nos parece el suyo. Seguro que está igual de rico.
    Mi estimado cópepodo estos chascarrillos la próxia vez cuéntelos in situ, mola más, seguro. Una pasada el post, me ha encantado rehacer el viaje.

  2. Las líneas oblicuas de esa foto chachi son filones de material volcánico cuya dureza ha resistido la erosión mejor que la lava circundante. ¿Y cómo se ha formado ese filón ahí en plan oblicuo? Pues probablemente en una erupción posterior a la que dio lugar las coladas de lava. La presión del interior del volcán genera grietas en el cono. Estas gritas tendrán una dirección perpendicular a la pendiente del cono, pues comunican directamente el interior de la caldera con el exterior por el camino más corto. Por dichas grietas se cuela material magmático que posteriormente se enfría dando lugar a los filones.

  3. Mapoto: así lo haremos

    Alfie: ¿Cómo que cuente los chascarrillos in situ? ¿Y dónde tenías la cabeza cuando os enseñé la lasaña de piroclastos y lavas?

    El azucarillo es para Jmongil, por si alguien lo dudaba. Te hubiese encantado, por cierto.

  4. Madre mía la que suelta jmongil sin respirar. Ya me imagino a un profesor de Geología diciendo todo eso en una clase de seguido sin una coma o un punto… Que cosas esto de las conexiones blogueras…

  5. Maffiotte fue mi bisabuelo, Pedro Maffiotte Arocha. Fue un gran sabio tinerfeño poco conocido por el gran público. El se llevo toda la inteligencia que Dios había reservado para la familia en los siguientes cien años siendo esta la razón por la que nosotros sus descendientes somos tan brutos.
    Saludos a todos.
    Ceroma (esto es un seudonimo que me acabo de inventar).

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