Una historia de peces que muerden y expediciones mal financiadas
Quien más quien menos, todos hemos oído hablar de Louis Agassiz, el naturalista de origen suizo que acabó instalándose en la universidad de Harvard donde ocupó la cátedra de geología y zoología durante muchos años (y donde, de hecho, hoy existe un museo de anatomía comparada que lleva su nombre). Sus investigaciones más importantes se centraron en la relevancia de los glaciares en la geomorfología de la era cenozoica. A él le corresponde haber deducido la existencia en el pasado de eras glaciares que se pueden deducir por los rasgos de glaciarismo esculpidos en los sistemas montañosos, hoy no tan nevados. Es bien conocido que su interpretación, que a la postre resultó verdadera, le llevó a intensos enfrentamientos con Darwin, que interpretaba los signos de glaciarismo de otra manera. La cosa es que el amigo Carlos acabó dándole la razón a Agassiz, quien sin embargo nunca dejó de ser un fijista acérrimo, aunque esa es otra historia que hoy no viene a cuento.
De lo que hoy os quería hablar es de una historia de juventud, muy anterior a la transformación de Agassiz en pope de la geología, y es que quizá os sorprenda saber, como me ha pasado a mí, que en sus tiempos mozos Louis estaba devotamente dedicado a la ictiología. Pues sí, al chico le gustaban los peces, y le gustaban mucho. Contando con apenas veinte añitos, recibió el encargo de revisar los peces muestreados durante una expedición cintífica a Brasil llevada a cabo por el zoólogo Johann Baptist von Spix y el botánico Carl Friedrich Philipp von Martius. Debido a la muerte de Spix, los especímenes de peces se habían quedado sin nadie que los atendiese y Agassiz recibió con gusto el encargo de estudiarlos. Al mismo tiempo se sacó dos doctorados (uno de ellos en medicina) y contando con 24 añazos como 24 soles se trasladó a París. Allí continuó su formación en ciencias naturales bajo la tutela, nada más y nada menos, que de Humboldt y Cuvier. Con maestros así la verdad es que no es de extrañar que al final pasara lo que pasó, aunque si además tenemos en cuenta que Louis ya tenía para entonces terminada su revisión sobre peces brasileños, pues qué queréis que os diga, es que hay biografías que acomplejan a cualquiera.
Los avances de Agassiz en anatomía comparada de peces continuó con especies europeas modernas y fósiles y en poco tiempo se había convertido en una eminencia mundial de la disciplina. Una muestra de su contribución a nuestro conocimiento de la diversidad de peces óseos la veremos detrás de muchos nombres científicos de los que Agassiz fue autor, y uno de ellos es precisamente uno de los peces amazónicos que describió por encargo en su juventud: el óscar.
Astronotus ocellatus (Agassiz, 1831), «Óscar» para los amigos
Astronotus ocellatus (fishbase) lo llamamos ahora los biólogos, si bien el propio Agassiz lo asignó en origen equivocadamente al género Lobotes (exclusivamente marino) y ha sido llamado también Acara compressus, Cychla rubroocellata y varios más. Los brasileños, por su parte, lo conocen como acará y los peruanos como acarahuazú, pero para la inmensa mayoría de los acuaristas es de sobra conocido por el familiar «óscar» que es el que usaremos aquí. Además de ser muy bonitos, es muy probable que los óscar protejan a su freza ocultándola en la boca, como hacen especies cercanamente emparentadas. Los indicios de que podría presentar esta conducta se mencionan desde hace siglos, aunque hasta la fechas este comportamiento no se ha observado en cautividad.
Nunca he tenido ningún óscar en ninguno de mis acuarios porque son peces que se hacen enormes (más de 30 cm incluso en cautividad) y además de comerse a los peces pequeños, les gusta mucho remover el suelo y destrozar las plantas. Mi experiencia personal se limita a que una vez uno me mordió un dedo en una tienda (esto es totalmente cierto). A pesar de todo siempre me han parecido preciosos, y supongo que a Agassiz le pasaría lo mismo, aunque curiosamente, ela persona que lo describió por primera vez sólo pudo verlo en todo su esplendor muchos años después de haberle puesto nombre.
Imaginemos al joven Louis examinando por primera vez el óscar recolectado por Spix. Llevaría en formol varios años, habría perdido el color y en definitiva tendría un aspecto muy desmejorado. Es muy habitual que los taxónomos noveles reciban encargos de materiales que llevan mucho tiempo cogiendo polvo en alguna estantería del gabinete de turno. Sin embargo, no menos natural es que llegado un momento el agraciado desee saludar en vivo y en directo esas especies de las que conoce tan bien sus intimidades anatómicas, pero que apenas reconocería recién salidas del agua. Para Agassiz, la ocasión de encontrarse con los peces de Brasil llegó en 1865, cuando ya era un reconocido profesor de Harvard a sus 58 años. Esta expedición estuvo generosísimamente financiada, y en ella le acompañó su mujer Elizabeth, autora del diario del viaje «A journey in Brazil«, que tenéis escaneado aquí, principal fuente de lo que ocurrió en aquella odisea por la Amazonía.
De entre los muchos libros de viajes naturalistas de la época (que son legión) este destaca por su curiosa mezcla de familiaridad y rigor. No sé si hay muchos precedentes en los que la esposa del naturalista es la que toma cuidada nota de la vida cotidiana de la expedición, sin por ello renunciar a los detalles técnicos de anatomía. Louis sería el encargado de añadir notas al pie aclarando los datos del diario con ampliaciones conocidas con posterioridad. Gracias a este diario sabemos que sí, que Agassiz pudo por fin disfrutar del óscar (acará) en su medio natural durante varias ocasiones y que incluso entonces ya se planteaba la duda de si incubaba bucalmente a sus crías o no. Rescatemos algunos fragmentos del diario de viaje:
14 de octubre de 1865
(…) La historia del acará [el óscar], el pez que transporta a sus crías en la boca, se vuelve cada día más maravillosa. Esta mañana el sr. Agassiz se marchó antes del amanecer a una excursión de pesca con el Mayor Estolano y volvió con numerosos especímenes de una nueva especie de esa familia. Estos especímenes proporcionan una serie embriológica completa, algunos de ellos llevan sus huevos tras las branquias (…), otros transportan a las crías en la boca en distintos estados de desarrollo, incluso hasta que miden un cuarto de pulgada y están llenos de vida y pueden nadar activamente cuando se les echa en el agua. (…)
Aquí comprobamos que Agassiz sí que pensaba que el óscar transportaba a las crías en la boca y observó distintas modalidades de cuidado parental en otros cíclidos.
26 de octubre de 1865
(…) Después del desayuno nuestro grupo se separó, algunos fueron a descansar en sus hamacas, otros a cazar o pescar, mientras el sr. Agassiz se quedó totalmente entregado a examinar una gran cesta llena de peces, tucanarés, acarás, curimatas, surubims, etc, recién traída del lago para su inspección, y mostrando de nuevo lo que toda investigación trae consigo, es decir, la diferente localización de especies en distintas cuencas hídricas, sean ríos, lagos, igarapés o charcas forestales. (…)
Me gusta imaginarme a Agassiz totalmente entregado en aquella expedición. Casi 60 años y disfrutando como un niño con todos aquellos peces que tan bien conocía, levantándose antes del alba para ir a por especímenes y soportando el calor y la humedad del Amazonas, acordándose de cuando inspeccionaba los peces en formol de Spix, blancos y desechos, contando radios , dibujando escamas…
No me he leído este libro porque es muy incómodo hacerlo en una pantalla, pero tiene toda la pinta de que es uno de los relatos de expediciones naturalistas decimonónicas más originales que se pueden encontrar.
Ya para ir acabando, añadiré aquí una nueva anécdota. En otras ocasiones hemos hablado que en el siglo XIX, cuando los naturalistas de media Europa y de Norteamérica vivían un frenesí de descripción de la biosfera, los naturalistas ibéricos, por ser pocos y no contar con medios, se veían incapaces de emular a sus colegas extranjeros hasta el punto de que, por ejemplo, tuvieron que venir desde fuera para describir la flora de nuestra península. De la misma manera muchas expediciones de fuera de las fronteras españolas y portuguesas fueron las que describieron la flora y fauna hispanoamericana. Ahí tenemos a Humboldt, a Darwin, a Bates y en este caso, a Agassiz. En comparación no fueron muchos los expedicionarios ibéricos (se ve que estábamos muy ocupados con nuestras guerras y nuestras cosas) que se adentraron en estas selvas y estos ríos con fines científicos, aunque haberlos los hubo.
Una de estas escasas expediciones españolas coincidió con la de Agassiz en Brasil y ambas se encontraron en Tabatinga durante aquel año de 1865. Se trata de la llamada Comisión Científica del Pacífico, integrada por seis naturalistas, un taxidermista y un dibujante y fortógrafo. En el enlace del csic tenéis mucha información sobre la expedición, incluyendo los diarios de algunos de sus integrantes. Yo me quedo con el testimonio de Marcos Jiménez de la Espada publicado en el primer volumen de los Anales de la Sociedad Española de Historia Natural, en el que sutilmente pone de manifiesto esa abismal diferencia entra la magnífica expedición de Agassiz y la de los españoles, hambrientos y enfermos en aquel momento.
(hablando de las observaciones de Monteiro y Veiga sobre viviparismo en peces)
Tampoco sé si estas líneas de Veiga se han dado á luz, pues aunque me consta que el Diario se ha impreso en el tomo I de la Revista trimestral de Rio-Janeiro, lo ha sido en parte solamente. Mas impreso ó no impreso, ello es lo cierto que nadie se ha acordado para nada de la observación de Monteiro y de Veiga, y la fisiología moderna no la contaria entre sus datos de mayor interés si uno de los primeros naturalistas de nuestro tiempo, el señor Agassiz, en su famosa exploración ictiológica y geológica de la gran cuenca Amazónica, pasando por Teffè en la época del desove y cría de los Acaràs, no hubiese tropezado con uno de estos curiosos peces cuya boca llenaba á la sazon su numerosa prole.
La expedición dirigida por el célebre suizo, pagada por un opulento norte-americano y protegida por el emperador del Brasil, no ha tenido igual en los fastos histórico-naturales por la comodidad, por el lujo, por la magnificencia con que se comenzó y acabó: nosotros, modestos viajeros, al término casi de la nuestra cuando la encontramos en Tabatinga, desamparados y maltrechos, contemplábamos no obstante con cierto consuelo, rodeado allí de la pompa que merece, lo que en otras partes, si subsiste, es en lucha con la ignorancia y el desprecio. Halláronse las especies por miles, los géneros por docenas y varias familias nuevas para la región o para la clase.Anales de la Sociedad Española de Historia Natural I: 140-141
Cabe reflexionar sobre cuán distinta hubiese sido la historia de la exploración biológica de Sudamérica si los naturalistas españoles hubiesen contado con una financiación a la altura de las empresas que podían haberse emprendido.
En este caso, el óscar fue para Agassiz.
Y ya que estamos os recuerdo que la investigación científica española sigue siendo muy deficiente si la comparamos con otros países de nuestro entorno y no parece que vaya a mejorar. Si creéis que esta tendencia debe romperse, sabed que hay convocada una manifestación por la defensa de la ciencia en Madrid el próximo 6 de marzo y que todos sois bienvenidos.
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muy interesante, yo como botánica me confieso una ignorante en lo que a óscares se refiere, pero has consguido despertar mi curiosidad. Pongo en mi lista el libro, es verdad que está redactado de forma muy singular, me ha llamado mucho la atención que sea su mujer quien se encargue del relato.
Por cierto que nos vemos en la manifestación.
«es que hay biografías que acomplejan a cualquiera»… solo somos enanos parados en hombros de gigantes
Me ha encantado la entrada. En cuanto a la ciencia en España, creo que es un problema de cultura general. Nunca te han preguntado aquello de … ¿y eso pa´que sirve?
Kresala: pues sí, el libro habrá que ponerlo en busca y captura, va a ser difícil verlo por aquí.
Lalo: y además de verdad.
Ricardo: Uy claro, esa pregunta está a la orden del día.
Muy interesante tu manera de abordar el tema,
rara vez me interesa leer sobre la historia, pero el relato es muy interesante y mantienes la curiosidad del lector hasta el último punto.
Felicidades
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