La semana pasada estuve unos días disfrutando de dos de los parques naturales más interesantes y singulares a nivel botánico de toda Andalucía: el parque natural de Los Alcornocales y el de la sierra de Grazalema. Que a estas alturas de la película nunca hubiese visitado estas tierras gaditano-malagueñas es un descuido imperdonable por el que merezco arder en el infierno de los naturalistas ibéricos, pero para intentar resarcirme voy a dedicar algunas entradas a los ambientes y especies que el visitante puede disfrutar.
Quisiera empezar, como digo arriba, con un par de cuentas pendientes que tenía con la flora ibérica. Me refiero a dos especies de plantas nada modestas que son el orgullo de estos parques y que refrescan con su originalidad el paisaje andaluz. Lo curioso es que yo ya conocía ambas plantas, pero por casualidades del destino tuve la ocasión de encontrármelas lejos de nuestra península. Por eso no he dejado de tener la sensación de saldar una deuda al encontrarlas «en persona» sin salir del terruño.
La primera de estas especies es el pinsapo (Abies pinsapo). El pinsapo es una magnífica especie de abeto que sólo vive de forma natural en el sur de Andalucía (Sierra de Grazalema, Sierra de las Nieves y Sierra Bermeja) y en el Rif marroquí (En el Jbel Bouhalla, cerca de Chaouen, y en el Jbel Tazaot). Desde hace ya tiempo no han faltado botánicos que piensen que las poblaciones africanas pertenecen a variedades o incluso especies diferentes (que recibirían los nombres de Abies maroccana y A. tazaotana respectivamente), pero que en todo caso están muy estrechamente emparentadas con el pinsapo ibérico.
Lo llamativo es que los abetos en sentido estricto (género Abies) nos dan la impresión de ser unas coníferas propias de altas montañas y climas fríos, quizá porque el «abeto por antonomasia» (A. alba) está extensamente distribuido por los Alpes, Pirineos, Cárpatos y regiones centrales de Europa). Por eso encontrar abetales en las montañas andaluzas y rifeñas es toda una curiosidad paisajística que no le pasa deapercibida al viajero observador.
Pinsapar de la sierra del Pinar (Grazalema)
Así le pasó a Pierre Edmund Boissier, uno de esos botánicos extranjeros (suizo, por más señas) al que le debemos la temprana descripción de parte de nuestra flora cuando en España estábamos muy ocupados con la Inmaculada Concepción, el Carlismo y otros menesteres nuestros de tremenda trascendencia.
Pues bien, en «Voyage botanique dans le midi de l’Espagne» Boissier nos cuenta cómo en su viaje de 1837 por el sur de la península, a su paso por Málaga, descubre en un herbario un especimen de pinsapo recolectado por un farmacéutico de origen bávaro que residía en la ciudad. Como la muestra carecía de conos (de piñas, vaya), no era posible su descripción completa y se aventuró en las agrestes sierras malagueñas en busca de la preciada conífera. Fue en Sierra Bermeja, al norte de Estepona, donde Boissier se encuentra y se maravilla con un pinsapar:
…muy cerca de allí, el guía nos enseño desde lejos el primer pinsapo; dando gritos de alegría corrimos llenos de emoción, pero por desgracia el árbol no llevaba ningún fruto [piña], un segundo, un tercero me dieron sucesivamente falsas esperanzas, al fin tuve bastante suerte y vi uno cuyas ramas superiores estaban cargadas de conos erguidos. Nos apresuramos a trepar para recogerlos y ya no quedaron dudas sobre el género de está árbol singular. Era ciertamente un Abies próximo a nuestro abeto común, pero muy distinto por la brevedad y disposición de sus hojas y por las escamas de las brácteas de sus frutos, más cortas y no más largas que las escamas del carpelo.
Vamos, todo un cabraloca este Boissier, subiéndose a un pinsapo a por las piñas. Sospecho de todas formas que no fue él el que subió. Los abetos tienen la manía de producir piñas sólo en las ramas superiores de los árboles altos, y al contrario que los pinos, no se mantienen enteras tras liberar las semillas, sino que se van deshaciendo, de forma que no es posible encontrarlas en el suelo. Os lo digo para que entendáis que subirse al árbol era fundamental para la descripción de la planta.
Así comienza «Notice sur l’Abies pinsapo», donde Boissier describe la especie
Decía que al igual que a Boissier puede llamarnos la atención encontrar abetales en el Mediterráneo, pero de hecho existe un buen puñado de especies de abetos circunmediterráneos, de distribución mucho más restringida (y algunos gravemente amenazados) que el abeto blanco y de apetencias ecológicas muy variables, desde los secarrales argelinos hasta las lluviosas montañas pónticas.
Ahí es nada, hasta 12 especies de abetos que tenemos por las cercanías
Pues bien, hasta la semana pasada había tenido ocasión de conocer Abies cephalonica junto a las ruinas de Delfos, A. nordmanniana en los puertos de los montes Pónticos, A. bornmuelleriana al sur de Bursa y A. cilicica en los montes Tauros.
Abetos turcos: Abies nordmanniana, A. cilicica y A. bornmuelleriana
Incluso había podido ver los pinsapos de Chaouen y en alguna ocasión me había topado con un pinsapo plantado en circunstancias inesperadas (como el claustro de un monasterio abandonado en Burgos), pero a los pobrecitos pinsapares andaluces los tenía completamente abandonados. Primera cuenta saldada.
La segunda especie es el ojaranzo (Rhododendron ponticum), un hermosote rododendro que no pasa desapercibido y que tiene una distribución más que curiosa:
Distribución aproximada (muy grosera) de Rhododendron ponticum. Los puntos rojos representan el área actual, los puntos naranjas son fósiles.
Como su propio nombre indica, este rododendro tiene sus principales poblaciones en las costas del Mar Negro (el Ponto Euxino), y de forma disyunta en la Península Ibérica, concretamente en Gibraltar y las riberas del parque de los Alcornocales (Cádiz-Málaga), así como en varias localidades a lo largo de Portugal. Para mi sorpresa está citado también en el Líbano.
Las disyunciones siempre suscitan preguntas interesantes acerca de cómo se han producido esas distribuciones tan caprichosas. En el caso de esta ericácea lo más razonable es que esta especie estuviese muy ampliamente distribuida durante el Terciario y que las localidades actuales sean los reductos donde ha podido sobrevivir a toda una series de crisis de salinidad mediterráneas y a glaciaciones pleistocenas. A favor de esta explicación estarían los hallazgos fósiles en los Alpes franceses y suizos así como en la isla griega de Skyros.
Esta planta tiene además un chascarrillo curioso de contar. Linneo incluye al ojaranzo en Species Plantarum (1753) entre los rododendros y lo llama «ponticum» fiándose de Tournefort, quien a su vez lo había reconocido como «rododendro del Ponto del que hablaba Plinio» en 1717. Muy acertadamente afirma que vive «en Oriente y en Gibraltar», aclarándonos que ya por entonces se conocía esta disyunción.
El ojaranzo en Species plantarum
Años después el amigo Boissier, imagino que tras conocerlo en persona durante sus viajes por Andalucía, quiso hacer una distinción entre las poblaciones ibéricas y llamarlas Rh. ponticum subsp. baeticum y dejar a las turcas como subsp. ponticum. Sin embargo, como el especimen sobre el que Linneo basó la descripción de la especie procedía del sur de España, el código de nomenclatura exigiría que las poblaciones ibéricas son las que tendrían que llevar el gentilicio «ponticum«, mientras que para las que son realmente «pónticas» habría que buscar otro nombre distinto, con lo cual se montaría un lío del copón. Por suerte nada de esto es necesario porque al parecer todas las poblaciones mantienen una uniformidad tal que hoy en día no se admite que sean taxones diferentes.
La cosa es que, yo conocí al sr. ojaranzo en los montes pónticos, al noreste de Turquía.
sr. Ojaranzo turco, aquí unos amigos
Esta especie es muy exigente en humedad y se encuentra en los bosques de hayas y piceas de las montañas del Mar Negro, donde las nubes y las nieblas azotan constantemente y llegan a provocar más de 3000 mm de precipitación anual en algunos puntos. Son unos paisajes absolutamente espectaculares.
Bosques de Fagus orientalis y Picea orientalis en los montes pónticos, hogar del ojaranzo y uno de los lugares que no deberíais perderos antes de morir
En Andalucía el ojaranzo aparece refugiado en riberas angostas de los Alcornocales en circunstancias privilegiadas. Pese a que nos encontramos en plena región Mediterránea, las condiciones microclimáticas de estas vaguadas son también excepcionalmente húmedas, lo que explica que este rododendro tan exigente haya podido sobrevivir aquí. Por eso se trata de una de las joyitas botánicas de nuestra flora. La semana pasada tuve la oportunidad de encontrarme con nuestros ojaranzos andaluces.
sr. Ojaranzo andaluz, encantado
Estos reductos hiperhúmedos de Cádiz reciben el nombre de canutos, y en ellos el ojaranzo es sólo la primera de las sorpresas que se encuentra el naturalista. En mi visita por estos canutos tuve la suerte de contar con la ayuda de Xema, que es muy afortunado de vivir junto a ellos y conoce muy bien estos parajes, pero la visita por estas «últimas selvas de Europa» será motivo de una entrada posterior.
Pues fuiste en el momento oportuno. Todo recién regado.
Si hubieras ido unas semanas antes te habrías tragado lluvias a todo trapo.
Me parece interesantísimo tu blog, lo he enlazado en el mío. ;)
Me ha gustado muchísimo :). Mucho mejor y más didáctico que un documental, ande va a parar…
Anda que no tuviste suerte, encontrarnos un ojaranzo anormalmente prematuro no debe ser muy normal.
Desconozco la fenología de esta especie, pero con estre encuentro puedo asegurar que los he visto en flor en primavera y en otoño…
Yo también conocí la sierra del Pinar en Grazalema y los Canutos de Cádiz, por supuesto son asignatura obligada para cualquier botánico español.
Hice un recorrido muy chulo desde Benamahoma hasta Grazalema, y se ve el pinsapar muy bien enclavado en la cara norte de la sierra, me encantó el sitio!
Y en los alcornocales tuve la ocasión de visitar un par de canutos, la garganta de Puerto Oscuro, y el increíble canuto de risco blanco, un bosque de cuento, para el que tengo un post pendiente, allí tuve la oportunidad de encontrarme con plantas como el Rhododendron ponticum, Frangula alnus sbsp baetica, Salix pedicelata, Ilex aquifolium, y por supuesto algunos raros helechos, y me sorprendió la gran cantidad de hepáticas.
Unos sitios preciosos, y a los que seguro que no tardo en volver…
muy entretenido en post!
Gracias, se me había olvidado añadir unas fotos, ya están puestas.
Jmongil: de hecho en el pinsapar nos pusimos hechos unas sopas, pero Grazalema es lo que tiene.
Papillon: Gracias, ¡pero no seas modesto y dinos cuál es el tuyo!
Xema: sí hubo suerte, sí. Subiendo al pico del Aljibe estaban todos aún muy «verdes» también. Este ejemplar fue todo un regalito y me gusta cómo han quedado las fotos. Dentro de poco hablaré de los canutos también.
Biónica: ¡pero qué maja eres!
Mario: esa misma senda fue la que hicimos, pero desde Grazalema a Benamahoma, y como decía nos cayó un chaparrón de cuidado.
Lastima no haber encontrado un Psilotum nudum, habrías cuadrado el círculo.
Un post precioso.
No adelantemos acontecimientos ;-)
Guauuu, que envidia.
Un placer leerte siempre, Copépodo, creo que lo poco que se acerca de flora iberica (y mediterrane en general) lo se gracias a ti. he de confesar que como biólogo aveces me haces sentir ridiculo jaja.
con respecto al genero Abies, aqui en estas tierras mexicanas, existe una especie llamada A. religiosa, que tiene la particularidad de ser el dormitorio favorito de las mariposas monarcas (Danaus plexippus) que vienen de Canada y EEUU, verlo en persona es realmente impactante.
Por cierto, si no me equivoco, el Rhododendrom ponticum es considerado una peligrosa invasora en Inglaterra, dónde se le conoce como «el asesino de el campo».
Parece ser que su polen es venenoso, y por tanto la miel que de él se deriva.
Gracias Lalo, y no te apures, porque al menos yo de flora mexicana sé nada y menos. Bueno, no, ahora sé que existe un Abies religiosa, jejeje.
Mario: sí había oído que era una planta tóxica, pero lo de la miel y su carácter invasivo me pilla por sorpresa.
Ya veo que has hecho muy bien los deberes.
Hola Copépodo, todo un placer el leer tu entrada, nos has puesto los dientes largos con describrirnos botánicamente esos espectaculares entornos, aunque los pinsapos los tengo más recientes si que los «canutos», los tengo más dejaillos, y tendré que marcarme una escapada y darle un rastreo pronto,
un saludo,
Muy mal!!! Te dedicas a irte a las Canarias, a Madagascar, y a qé sé yo dónde, y a nosotros nos dejas abandonaos… pero q muy mal!
Yo estuve de peqeño de campamento por los alrededores de los pinsapares de Grazalema, pero claro, aparte de q era peqeño yo no sé distinguir un pinsapo de un olmo de un alcornoque (sé q acabo de decir una burrada, pero así es: no tengo ni puta idea :P)
Gracias, Bibiano, por comentar. Hablaré de los canutos con más detalle pronto.
agu2v: ya sé que no te lo vas a creer, pero estos reportajes son la contribución que veo más interesante del bloj. Me hace ilusión sentirme como una versión infinitesimal de un reportero naturalista y poder acercar a la gente los sitios que tengo la suerte de visitar.
Hola, enhorabuena Copépodo por este reportaje…hice mi tesis doctoral en Grazalema…Lo encontré por casualidad, también te encontré por casualidad en Twitter, saludos.