No todo es naturaleza en un viaje, y menos si el país que se visita es tan sorprendente y a veces desconcertante como Madagascar. La verdad es que es de agradecer darse cuenta de que a pesar del avance de la «aldea global» sigue habiendo regiones del mundo donde la forma de pensar es asombrosamente peculiar, y posiblemente de la cultura malgache lo que más me ha sorprendido es el tipo de relación tan especial que tienen con la muerte. Aquí no pretendo juzgar ni concluir nada sobre todo aquello (aunque frivolice, para no variar), tan sólo os lo cuento como me lo contaron a mí y nos asombremos juntos.
Hay que empezar diciendo que no hay una única cultura malgache. En la actualidad se reconocen 18 etnias distintas en la isla. En el mapa de la izquierda se muestra aproximadamente el área donde viven aquellas de las que voy a hablar en esta entrada. Como es de esperar esto dará lugar a tradiciones distintas, pero quizá habría que empezar por qué es lo que todos los malgaches tienen en común en cuanto a creencias. Oficialmente más de la mitad de los malgaches son seguidores de una religión monoteísta como el cristianismo o el islam. Oficialmente. En la práctica, de forma más o menos entrevelada, los malgaches practican el culto a sus ancestros muertos o «razana«. A los razana se les honra, se les venera y se les respeta porque influyen en el devenir de los acontecimientos de nuestra vida (quién mejor que ellos para inmiscuirse en nuestros asuntos, pues llevamos su sangre), y conseguir su gracia puede facilitarnos mucho la vida, mejorar la cosecha de arroz o mantener sanos nuestros cebúes de la jubilación.
Al menos en la región de los sakalava, congraciarse con los razana depende de tu comportamiento diario, pero existe la posibilidad de ganarse sus favores de forma especial con la ayuda de ciertos sacerdotes de las zonas rurales. Los sakalava son la raza más «africana» de Madagascar, como se manifiesta tanto por sus rasgos físicos como por el dialecto del malgache que hablan, que tiene muchos préstamos del bantú. Me consta que tradicionalmente emplean una planta capaz de «ungir» a la persona de turno con una especie de gracia o «mal de ojo» a la inversa tras un ritual y que se le conoce como gri-gri, aunque por desgracia no pude saber qué tipo de planta era. Ciertos baobabs de gran tamaño también se consideran sagrados y capaces de modificar la relación con los razana.
Baobab sagrado cerca de Morondava. Se le echan más de mil años de edad.
Lo malo es que los razana son muy especialitos. Bueno, quizá no sea culpa suya, pero es inevitable cuando se habla de la cultura malgache mencionar que determinadas combinaciones de actividades cotidianas tienen una carga tremenda de «mal fario» o «tabú» que se denomina «fady«. Los fady pueden ser caprichosos desde la perspectiva occidental.
En algunos lugares puede ser fady pasarle a una persona un huevo en la mano, sentarte en la misma esterilla que tu hermana, pedir la sal por su nombre, cantar mientras se come, llevar una lamba (prenda tradicional) sobre los hombros si tu mujer está embarazada, matar a determinadas especies de animales o realizar actividades determinadas en ciertos días de la semana, y así muchísimas reglas aparentemente sin sentido. No respetar el fady puede estar castigado no sólo con el enfado de los razana, sino con castigos físicos extraordinarios como que te crezcan los dientes sin parar. Asimismo, antes de beber alcohol se debe verter unas gotas del licor al suelo para aplacar malos farios de los razana. Finalmente, está extendidísimo el fady de no poder señalar determinadas cosas, normalmente que implican cierta sacralidad. Por ejemplo, es fady apuntar con el dedo a los tsingys (los karsts puntiagudos) o a una tumba. En su lugar se apunta con el índice «truncado», doblando las falanges).
¡En el tsingy no se puede señalar con el dedo! ¡es fady!
No es de extrañar que una cultura tan centrada en los muertos tenga unos ritos especiales alrededor de la muerte. La muerte, desde cierta óptica, es el momento más importante de la existencia, pues se pasa a formar parte de los razana. Las tumbas y monumentos funerarios adquieren una dimensión especial al constituir no sólo un punto de recuerdo de los familiares, sino también un lugar de encuentro con los razana, donde se llega a acudir físicamente en busca de contacto, para pedir ayuda o consejo.
Las tumbas de los sakalava son algunas de las más famosas porque tradicionalmente estaban ornamentadas con unas tallas de madera de contenido erótico, que por desgracia han sido intensamente expoliadas por coleccionistas sin escrúpulos. En la actualidad el paradero de las tumbas que quedan se guarda en estricto secreto. Las que aparecen abajo son reproducciones que estaban expuestas en la reserva Kirindy, pero nos hacemos una idea de por qué despertaban tanto interés. A menudo estas tallas representan figuras humanas realizando actos sexuales que son fady en la vida cotidiana, sin embargo los sakalava parecen ser muy liberales en cuanto al sexo no sólo en sus tumbas sino también en determinadas ceremonias. Nuestro guía nos hablo de una celebración que tiene lugar cada 4 ó 5 años en Belo-sur-Mer a la que acuden sakalavas de todas partes en las que hay un espacio físico dentro del cual no existe el fady sexual y «todo está permitido» («todo…¿todo?», le pregunté a nuestro guía, «TODO», me dijo él). Aunque la fuente me parecía de confianza no he encontrado ninguna información adicional al respecto.
Reproducciones de tallas eróticas de tumbas sakalava.
Aunque otras etnias también realizan tallas de madera para las tumbas, no en todas ocurre así. La minoritaria etnia zafimaniry erige unos monumentos fúnebres familiares con rocas, normalmente decoradas con cráneos y cornamentas de cebúes. No son propiamente tumbas, sino un lugar de encuentro con los razana. Cada piedra, colocada en vertical, representa una persona muerta de la familia y el tamaño de la misma es supuestamente proporcional a la edad.
Nuestro guía local en Antoetra (área zafimaniry) nos indica quién es quien en el monumento funerario de su familia.
Sin embargo, el rasgo más intrigante de las celebraciones fúnebres malgaches tiene su epicentro en la etnia merina, de origen asiático y desde hace tiempo habitantes de las tierras altas y etnia de mayor influencia en la isla (su capital, Antananarivo, es a su vez capital del país). Los merina celebran un doble enterramiento. Cuando un familiar muere, se le entierra en una ceremonia de duelo triste que no nos resultaría demasiado extraña. Los cuerpos se envuelven en sudarios y se les coloca en unas tumbas o criptas. Sin embargo, cada 4-7 años, se celebra una exhumación o «famadihana» (literalmente «vuelta de los huesos»). El famadihana, que tiene siempre lugar en la estación seca, es una celebración familiar importantísima y siempre de carácter festivo que va acompañada de la ingesta de muy generosas cantidades de alcohol, música y bailes. Básicamente los celebrantes van en procesión cantando y bailando hasta la cripta donde están enterrados los cuerpos. Se les saca de allí, se les envuelve en un sudario nuevo y blanco y literalmente se les saca en procesión a hombros para que participen del festejo que puede durar varios días. Durante esta parte de la celebración, los vivos hablan con ellos directamente, es como un reencuentro con la persona cuya pérdida fue tan dolorosa unos años antes. Se les cuenta cuáles han sido las novedades en la familia y los cotilleos vecinales, se baila con ellos y se celebra que formalmente pasan a formar parte de los razana familiares. Los fragmentos de los sudarios son muy apreciados por los malgaches ya que se les supone unos potentes talismanes de la fertilidad. Las mujeres que quieren quedarse embarazadas toman trozos de sudario para colocarlos en sus almohadas. Acabada la celebración, se retornan los cuerpos a sus tumbas hasta el siguiente famadihana. Los participantes no deben mostrar tristeza en ningún momento del proceso.
Familia de la etnia betsileo celebrando el famadihana en un área rural cerca de Ambositra. En este momento se encaminaban cantando y bailando a la cripta familiar con los sudarios nuevos para envolver los restos de sus ancestros. El ambiente festivo es evidente.
Al parecer el famadihana tiene sus raíces en ciertas tradiciones del sureste asiático de doble enterramiento, aunque sus características son realmente únicas en el mundo, si bien pueden tener sólo unos 300 años de antigüedad. En tiempos históricos los merina «exportaron» el famadihana a etnias como los betsileo (también habitantes de las tierras altas) o los bara (que viven en planicies interiores del suroeste). Como es de esperar cada una le otorga matices propios. Los betsileo colocan sus criptas (cerradas con piedras) en lugares naturales con algún tipo de significado especial, y también suelen estar decoradas con osamentas de cebú.
Tumbas betsileo en la reserva Anja. Suelen situarse en áreas naturales sagradas (en este caso un macizo granítico); se cierran con piedras y se señalan con cornamentas de cebú.
Los bara son sin duda una de las etnias más particulares de Madagascar (hablaré sobre ellos en un próximo post sobre cebúes). En el parque nacional de Isalo se pueden ver varias tumbas destinadas al «primer enterramiento». Suelen ser cuevas naturales, más o menos accesibles. A veces es posible encontrarse con algunas criptas vacías con un féretro a la entrada. Es una forma de señalizar que la cripta ya pertenece a una familia y no debe ser utilizada. Puede que ahora esté vacía, pero si la familia sufre una pérdida, necesitarán ese espacio.
Cripta «transitoria» bara en Isalo. El féretro vacío señala que, aunque esté vacía, pertenece a una familia. Los féretros suelen ser de madera, este era de hierro (quizá de una familia pudiente) y ornamentado con monedas.
Esos féretros se abandonan después del famadihana. La ubicación definitiva de los familiares queridos una vez que pasan a formar parte de los razana tras la exhumación festiva son otras cuevas naturales pero mucho más inaccesibles, normalmente más altas que las tumbas transitorias y de acceso realmente complicado.
Cripta bara «definitiva», situadas en un lugar inaccesible y tapiada con piedras con gran riesgo para los osados a descolgarse.
Para que os hagáis una idea, recolocar los restos en estas tumbas definitivas implica descolgarse con cuerdas, colocar los restos y cerrar la entrada con piedras manualmente. Al parecer es muy habitual que muera gente por querer enterrar a sus familiares en este tipo de lugares, con lo que nos podemos hacer una idea de la importancia que le dan los bara a un emplazamiento privilegiado para que sus razana familiares intercedan por ellos con éxito.
Como os podéis imaginar, los misioneros critianos llevan, literalmente, siglos intentando acabar con estas costumbres. No sólo no han podido con ellas sino que, por ejemplo, los católicos han terminado cediendo y permitiendo estas muestras de singularidad cultural.
No sé a vosotros, pero a mí me ha hecho pensar mucho este doble enterramiento. La pérdida de un ser querido es algo doloroso y difícil de superar. Me gusta imaginar que el famadihana en el fondo es como una segunda oportunidad de despedida, una catarsis festiva que te permite superar una muerte cuando ya han pasado algunos años desde la conmoción. Es un reencuentro alegre con el difunto que en nuestra cultura resulta muy difícil de imaginar.
Hombre, faltaría más que encima consiguieran acabar con la tradición de pasear los huesos de los muertos de su familia cuando los católicos tienen en semana santa la de pasear reproducciones de su propio muerto! Si es que hasta en los fiambres hay clases XD
Ahora en serio, me ha encantado la entrada, superentretenida y realmente curiosa. Cómo nos cuidas, corazón.
Impresionante. Excelente apunte.
No tenía ni idea de la existencia de estos rituales y la verdad es que resulta verdaderamente fascinante todo esta cultura funeraria nativa.
A ver si aprendiesemos a conservar tambien esta biodiversidad, al menos antes de que las grandes religiones las devoren.
Coincido con Trebol-a, se habla mucho de la extinción de especies, pero hay otra gran extinción, la de la diversidad cultural humana, están desapareciendo miles de costumbres, rituales, idiomas, formas de entender las cosas… al igual que en la variabilidad genética de una especie puede estar la llave para su supervivencia, en esta variabilidad cultural podría haber claves para la supervivencia de nuestra propia especie…
Vaya, es genial que además de observar con tanto detalle y entusiasmo la flora y la fauna, hayas aprovechado el viaje para empaparte de una cultura tan distinta. Y que nos lo cuentes, claro.
Me gusta mucho esta idea de celebrar la muerte de manera más festiva; hombre, siempre me ha parecido raro lo que sale en las pelis americanas que con el muerto aún caliente montan un piscolavis y están todos que dan grima de serios, pero eso de esperar unos añitos y hacer como si el fallecido pudiera compartir las novedades y poder charlar un rato con él, es una idea bonita.
Aunque lo de guardarse un trozo de sudario… bueno, eso no me parece tan buena idea. Yug.
En cualquier caso, esto de las religiones es lo que tiene; muchas veces uno está más pendiente de lo que acontece en el mundo de los espíritus que de vivir la vida de manera más sencilla… ¡no te digo ya palmarla haciendo rappel para enterrar al abuelo!
Te auguro una excelente carrera como antropólogo :)
Preciosa entrada, por el lado que se mire. Gracias por compartirla.
Me llama mucho la atención el detalle de no poder mostrar tristeza en ningún momento de la famadihana: festejemos, aunque se nos parta el alma.
Digno de documental de la 2, oiga.
Sobre la muerte (y la enfermedad), en fín, creo que por el sur de Europa nos tomamos este tema especialmente mal, no? Vaya, yo me lo tomo fatal.
interesante, en verdad muy interesante… desde mi punto de vista occidental pienso que debe de ser una joda eso de vivir intentando no molestar a los espíritus de mis ancestros, pero lo del segundo funeral-festivo me gustó mucho.
La verdad es que fuera de occidente hay toda clase de relaciones interesantes con la muerte
Una pena no haber tenido más tiempo aquel dia para acudir al funeral, pero eso es lo que tiene tener una agenda dromedaria apretada.
Muchas gracias a todos por comentar. Un inciso a raíz de lo que ha dicho Pancho sobre no mostrar dolor en el famadihana. La clave del asunto (tal y como la veo yo), es que ya han pasado al menos cuatro años desde el fallecimiento. Las heridas de la pérdida no duelen tanto y culturalmente es un pueblo habituado a esta catarsis festiva de la muerte. Es decir, la gente está genuinamente contanta, no lo finge, eso es lo interesante.
Wow! Gracias por el desasne. Claro, si uno logra salir del propio marco cultural, es obvio.
mas que fascinante!, es verdad, es un fastidio el que todo sea fady! chispas se me olvidaria la menos alguna de las reglas anti-fady :) gracias!
Me encanta ese doble enterramiento del q hablas, es como un reencuentro una vez superado el trauma, como hacer las paces con el muerto después de haberte hecho daño. Muy bonito como rito
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Me ha interesado mucho tu blog, Hace como 20 años vi un documental en tv sobre estos enterramientos me impresiono muchisimo ese doble enterramiento, pero mas aun que a los niños recien nacidos los enterraban bajo la corteza de los baobab y decian que asi volvian a la madre naturaleza integrados en el mismo arbol. Nunca he encontrado ese documental y hoy lo he recordado por la muerte de un amigo, he buscado y me he topado con tu preciosa entrada. si aun sigues con este blog me gustaria que me comentaras si sabes algo de lo que te he comentado de los niños. Gracias y saludos
Hola María José. Gracias por el comentario, muy interesante lo que cuentas, pero no puedo decirte nada sobre ese asunto, no conocía dicha práctica. Un saludo