Miguelito slasher (capítulo 3)


¡Continúa el horror neorrural! Si no sabes de qué va esto tienes aquí el capítulo 1 y en ¡Jindetrés sal! el capítulo 2

La cortina de macarrones se abre bruscamente con un ruido característico y la luz del exterior deslumbra a los parroquianos del bar. En el umbral, dubitativas, una mujer y una niña pequeña miran al interior, incapaces de distinguir nada. Son dos forasteras. Sin articular palabra, los parroquianos habituales (los de la partida de dominó, los del tute, Blasico Pisarranas y Herminio, el hijo del Nuevededos) miran con desconfianza.

Ignorando la bienvenida, Mamen tira del brazo de su hija y sin ni siquiera saludar atraviesa la estancia mientras doce pares de ojos siguen cada uno de sus movimientos. Ángela señala estupefacta la televisión que tanto llamaría la atención a su hermano unos minutos más tarde, cuando el horror se hubiese desatado. El tubo catódico emitía una mortecina imagen de «Cine de barrio» bajo lustros de polvo perpetuo.

– Vamos hija, ¡aguanta! – farfulla Mamen mientras abre la puerta del servicio. Lo que vio en ese rincón no tenía comparación ni siquiera en aquel especial de National Geographic sobre las fosas sépticas más asquerosas del mundo. La onda expansiva de los hedores más espantosos las proyectó un paso atrás, pero como la luz era aún más rápida, sus retinas quedaron también marcadas por un espectáculo… dantesco.

– Mamá, no quiero hacer pis ahí

– No hija, aquí no

Madre e hija continuaron su epopeya y a toda prisa salieron por la puerta de atrás, adentrándose en las calles de el pueblo.

En la barra, Aniceto (conocido amistosamente como el Tumbapalas) aprieta los labios. P’a una forastera que llega, ni siquiera saluda ni consume, y encima tiene que abrir la puerta del lavabo malo, no del otro, recién alicatado desde abril. Es la última vez que hace caso a Johnatan, el hijo de Amalio el Azadillas, que hizo un máster de ADE y le recomendó que reactivara los flujos económicos potenciando las exportaciones. Frustrado, coge un tiernísimo y cremoso miguelito de la bandeja que tiene sobre la barra y lo muerde causando una dulce y explosiva nubecilla de azúcar-glass.

***

Las calles de Valdegranados son un horno a estas horas. La blancura encalada de las paredes desorienta a nuestras urbanitas heroínas. Tras unos minutos de búsqueda, la situación parece desesperada: Ángela se lo va a hacer todo encima. Su madre, sin saber cómo actuar, mira una desvencijada puerta, la que tiene más a mano. El pomo está atado con un cordón a una alcayata de la pared. Es, evidentemente, un mediocre sistema de seguridad. En la puerta de madera están escritas con pintura roja las palabras que la aterrarían durante los subsiguientes meses de terapia: «Peña Los Messis». Sin pensárselo más, pues la suerte estaba echada, Mamen decide cometer un pecadillo sin importancia y dejar que su hija se orine en una peña de pueblo en el que nunca, nunca habría que volver. De una patada que habría admirado al mismísimo Bourne, Mamen viola la propiedad privada de Los Messis desgarrando el cordoncito de seguridad. Ángela se queda boquiabierta.

– Mamá… pero… pero si tú siempre dices…

– ¡Calla!

El interior, previsiblemente, está oscuro, y mejor que así siga, piensa Mamen. Seguro que nadie notará la diferencia.

– Vamos cielo, haz pipí aquí

– ¿Aquí? ¿En el suelo? – El impecable condicionamiento pavloviano que ha recibido le hace dudar, pero la necesidad es la necesidad, y sin ni siquiera terminar la pregunta, Ángela ya se está subiendo la falda.

El alivio es inmenso, pero tras él, algo se extiende en la mente de Mamen como lo hace el charquito por el suelo de la peña: la culpa.

– Vamos nena, vamos al coche anda

Ángela asiente y se se coloca la ropa interior. Todo parece que ha salido bien, pero entonces, en un instante, en ese segundo de duda en el que madre e hija se deciden a salir al sol de la tarde, oyen algo a sus espaldas. Un gruñido sordo. No han estado solas, hay testigos de la profanación del santuario de los Messis. El tiempo se ralentiza, como si el aire fuese denso e impidiese los movimientos de huída, claramente insuficientes. Lo que en un principio era un gruñido se convierte rápidamente en rugidos guturales que se aproximan desde la oscuridad, amenazadoramente. Un ser monstruoso, salido de las más profundas fosas de la ruralidad carpetovetónica y alimentado durante lustros en la peña de los Messis sin ver la luz, embiste hacia la puerta.

Los pulmones de Ángela lanzan un alarido como salido de otro mundo, cuyo volumen e intensidad sacuden los cimientos de Valdegranados de la Rambla y estremecen a todo ser con algo de cordura a varios kilómetros a la redonda… incluyendo a Julián, cuya sangre se hiela al instante.

***

El gorrino de los Messis. Ciento tres kilos de tocino alimentado a base de sobras del bar, incluyendo cortezas y torreznos y otros amagos de canibalismo porcino. Cada 24 de septiembre, en las fiestas mayores, el gorrino de los Messis se une a los otros gorrinos de las demás peñas en un encierro cruento y emocionante por las calles de Valdegranados en una tradición ancestral que se remonta a 2009. El resto del año, este espectacular espécimen permanece, sin pena ni gloria, encerrado en la peña. Al ver la oportunidad de huir, el pobre cerdo salió corriendo, tirando al suelo a Mamen y a Ángela justo sobre el generoso charco de la criatura. ¿Némesis se cobra la venganza por la decisión de Mamen? Puede ser, pero cumplido el veredicto, el gorrino que se ve libre después de once meses de oscuridad, sale estrepitosamente corriendo por la calle.
El pueblo, que parecía muerto, empieza a responder al bullicio que provoca el animal y las voces empiezan a salir por las ventanas.

– ¡El gorrino!

– ¡Se escapa el gorrino! ¡El gorrino de los Messis!

– ¡S’a escapao! ¡A por él!

El gorrino, mareado, se pierde por las calles y la voz empieza a correrse para intenar capturarlo de nuevo. Mamen y Ángela se recomponen e ignorando el tufillo que desprenden ahora se disponen a salir de la peña de los Messis, abochornadas y nerviosas, dándose de bruces con Julián y Carlitos.

– Pero, ¿Qué hacéis aquí? ¿Estáis bien?

– Emmmm sí, sí, es una larga historia. Vámonos, Julián, vámonos cagando leches

– Mamá ha dicho «cagando» – recrimina Carlitos, aunque es ignorado por toda la familia

– ¿Pero Ángela ha hecho ya pis?

– Sí, sí, ya ha hecho pis vámonos- Mamen empuja a su marido fuera de la peña, pero la curiosidad es más grande y acaba asomando la cabeza

– ¿Aquí? ¿La has hecho orinar aquí? ¡Pero cari!

– Eh, bueno, es una larga historia te digo, te la cuento en el coche, vámonos por favor

– Pero, hay que comprar los miguelitos, acuérdate

– ¡VÁMONOS POR DIOS! – El empujón de Mamen es claro y no acepta más demoras.

La familia Peinado al completo, vuelven sobre sus pasos. Ellas, deseando desaparecer de allí cuanto antes, y con la visión aún reciente de los ojos asesinos del gorrino de los Messis, y ellos extrañados de que en las calles del pueblo que parecía tan tranquilo retumben gritos y exclamaciones incomprensibles. Cuando están a punto de llegar a la puerta de atrás del bar, en el mismo umbral de la salvación, alguien detrás de ellos les increpa con una voz autoritaria.

– ¡Alto al cuerpo!

Y efectivamente, bajo una moderna gorra (sustitutiva del ancestral tricornio, pero no por ello menos intimidatoria) y detrás de un poblado bigote. Un rostro furibundo clava en los forasteros su mirada. La mirada que todo lo ve. La mirada de La Benemérita.

.

¡No os perdáis el escalofriante desenlace en ¡Jindetrés Sal!

 

8 comentarios en “Miguelito slasher (capítulo 3)

  1. JAJAJAJAJAAJAJA, Absolutamente genial macho.
    – ¡El gorrino!

    – ¡Se escapa el gorrino! ¡El gorrino de los Messis!

    – ¡S’a escapao! ¡A por él!

    No me he podido parar de reír y de pensar en la pobre peña de los Messis que ahora, tras eones de tradición gorrina, pierden al suyo.

  2. Maldita sea, MALDITA SEA, ¡no va a haber manera humana de crear un desenlace a la altura de semejante crónica! ¡MENUDO MARRONAZO!

    Me he carcajeado de viva voz, una vez más; en el laboratorio se piensan ya sin género de duda que soy un tarado. Tío qué manera de crear atmósfera y tensión, y qué concisión en el estilo. Tengo mucho que aprender, eres un puto maestro. Y no es por hacer la pelota, es que me ha encantado leerlo, sublime. A ver qué carajos me invento para rematar la faena…

    Bueno ya que me toca acabarlo, se entenderá que me tome por un lado tiempo para rumiarlo, y segundo que el desenlace sea larguito, como los que amí me gustan. ¿Hecho?

    Qué risa, qué horror, qué de todo…

  3. Gracias por comentar. Reírse está muy bien, pero no olvidéis que estas son las cosas que pasan cuando uno quiere echar gasolina en el sitio equivocado. ¡No os salgáis de la autopista!

    Dr. Litos: no alabes mi concisión ¡Es mi incapacidad de enrollarme más! ¡Aquí el Lovecraft eres tú!

  4. La España rural y terriblemente arraigada a la familia y las costumbres. Espero que no termine como la matanza de Puerto Urraco. Muy bien reflejada la idiosincrasia del español recio y curtido en el pueblo

Replica a Electroforesis Cancelar la respuesta