La naturaleza de Etiopía contada para europeos (::1:: ::2:: ::3:: ::4:: ::5::)
Presentación
Queridos lectores (dos puntos)
Llega una de esas ocasiones especiales en las que este bloj se viste de gala para presentar lo que, en la muy subjetiva opinión de su autor, son las mejores entradas que os puede ofrecer: una serie monográfica sobre un viaje. Las series «naturaleza contada para europeos» se iniciaron en 2008 con la naturaleza de Nueva Inglaterra, continuaron en 2009 con el Reino Capense y alcanzaron su tercera edición en 2010 con Madagascar. Esto significa que hace casi tres años ya que no realizo un monográfico de este tipo, así que quizá sea necesario recordar en qué consiste el planteamiento de este tipo de entradas (sobre todo para los nuevos). Como su propio nombre indica son artículos cuyo tema es la naturaleza de un país o región del mundo contada especialmente para un público ibérico, es decir, desde mi propia perspectiva de naturalista acostumbrado a recorrer paisajes ibéricos que, con gran fortuna, tiene ocasionalmente la oportunidad de conocer rincones exóticos y a menudo míticos desde el punto de vista de la botánica o la zoología. Estas series tienen, en el fondo, la pretenciosa aspiración de ser la crónica «a lo Humboldt» de algún viaje especial narrada de una forma sintética y científica. En otras palabras: pretendo que no se limite sólo a un conjunto de imágenes y de lugares, sino que también alcance a explicar, aunque sea auperficialmente, el trasfondo biológico y ecológico del lugar. Como en ocasiones anteriores, el guión de los siguientes posts lo marcarán dos fuentes: mi cuaderno de campo y mis fotos (y, obviamente, la documentación necesaria antes y después del propio viaje). Esto implica que la visión que tendréis estará muy sesgada hacia mi propia experiencia, y que no será un retrato completo ni equilibrado del país; el que avisa no es traidor.
En esta ocasión os traigo el resultado de mi viaje a Etiopía en agosto de 2012, como ya anticipé en su momento. Motivos diversos han ido retrasando el inicio de este monográfico hasta el día de hoy; espero y confío en que la serie se vaya actualizando con regularidad. La mayoría de las fotos proceden de mi álbum correspondiente en flickr, y se pueden ampliar a golpe de click. Todas ellas bajo licencia Creative Commons.
Introducción
Etiopía es un país de este de África con aproximadamente 1.100.000 km2 (el doble que España), situado entre los 3º y los 14º N de latitud (y por lo tanto en plena zona tropical) y abarcando de los 32º a 48º de longitud este, en el corazón del llamado Cuerno de África. Viajar a Etiopía es una experiencia impactante por muchos motivos que entrecruzan su ineludible identidad africana con una singularidad propia: Etiopía es ciertamente un país «100% africano», pero no es el típico país africano. En él no faltarán estampas que satisfagan nuestras expectativas de iconos reconocibles (sabanas con acacias, cebras, antílopes y pájaros tejedores), pero además nos permitirá adentrarnos en paisajes y culturas que, sencillamente, no existen en ninguna otra parte del mundo. Reconozco que antes de empezar a preparar el viaje, sabía bastante poco de este país y de su incalculable patrimonio natural y cultural. A mi regreso, pensé muchas veces en los motivos que convertían a la mítica Abisinia en un lugar tan especial, y siempre llegaba a la conclusión de que el causante de todo era el relieve.
En cualquier mapa físico podemos comprobar que en realidad el África tropical es mayormente un terreno bastante llano. Sólo en el este del continente encontramos grandes elevaciones, asociadas a actividad volcánica. De hecho, la cota máxima del continente (el pico Kilimanjaro, con sus 5891 m) es justamente un conjunto de volcanes que emergen de la llanura, miles de metros por debajo; una imagen inconfundible que vemos repetida en otros macizos volcánicos como el Monte Kenia (4985 m) o los Virunga (4506 m). A diferencia de estas islas solitarias en la sabana, Etiopía cuenta con una enorme plataforma montañosa denominada Macizo Etíope, también de origen volcánico. Esta formación destaca tanto por su extensión (ocupa gran parte del país), como por su altitud (unos 2000 m de media) que supera a menudo los 4000 m e incluye al pico Ras Dejen, que con 4550 m es la cota más alta de Etiopía y la décima de África. Me toca además destacar, por su importancia y porque serán protagonistas de futuros capítulos, dos grupos montañosos dentro de este macizo: las montañas Simien y las Bale.
Izquierda: relieve de Etiopía, donde destaca el Macizo Etíope. A la derecha, paisaje en las montañas Simien, a más de 4000 metros de altitud
Como iremos viendo, esta impresionante formación (a menudo llamada «el techo de África») ha sido la que ha determinado el destino de este rincón del mundo. Claro que si hablamos del relieve de Etiopía no podemos pasar por alto que el macizo está partido en dos por una no menos impresionante fosa tectónica, que se extiende desde el Mar Rojo y avanza hacia el suroeste atravesando todo el país hasta la frontera con Kenia. Se trata ni más ni menos que del comienzo del Valle del Gran Rift, (aún relativamente estrecho y poco profundo en su segmento etíope) y es inevitable no dejarse llevar por los tópicos y pensar en este valle, filón de fósiles de homínidos, como la cuna de nuestra estirpe.
Fue inútil intentar capturar en una foto la emoción de asomarse por primera vez al Valle del Rift. En el suelo había fragmentos de obsidiana como testigo de un pasado (y un futuro) volcánico y violento que contrastaba con el aspecto fértil y acogedor del valle.
Hoy sabemos que este rift es el ejemplo paradigmático de un proceso tectónico que llevará en su momento a la fractura de la placa africana y a la escisión de la placa somalí del resto del continente (como hicieron en su día el Indostán y Madagascar). El océano entrará por la depresión de Afar y acabará llenando el valle formando un mar alargado, de aspecto similar al Mar Rojo.
Etiopía física
Como decía, el Macizo Etíope va a determinar en gran parte todo lo que Etiopía es o tiene en la actualidad, y esto lo vemos en primer lugar al hablar del clima. Tan cerca como está del Ecuador, las temperaturas en Etiopía deberían ser altas, tirando a tórridas, sin embargo, la lógica compensación latitud-altitud hace que en el interior montañoso del país se disfruten de temperaturas más frescas e incluso frías. Este tremendo contraste térmico entre las zonas bajas y las cumbres va a permitir la existencia y notable extensión de muchos pisos de vegetación distintos y por lo tanto de una mayor biodiversidad. Además, la existencia de zonas templadas, adecuadas para el cultivo, tuvo también consecuencias determinantes para el establecimiento humano.
La precipitación también es muy variable como consecuencia del Macizo Etíope. Como normal general, Etiopía le debe a su proximidad con el Océano Índico la influencia del monzón, por lo que en los meses de lo que sería el verano boreal hay una estación lluviosa cuyo impacto es variable según la zona del país. Así, en la depresión de Danaquil, al monzón ni se le ve ni se le espera; está muy cerca del mar, pero no ofrece ningún obstáculo que provoque precipitación orográfica, por lo que apenas llueve. Si a esto le unimos su escasísima altitud (se alcanzan los 100 metros por debajo del nivel del mar) y la frecuente actividad volcánica, no será difícil imaginar que se trata de un enclave realmente inhóspito (que por desgracia no pudimos visitar esta vez: Etiopía muy grande). Por otra parte, el Macizo Etíope permite que el monzón descargue agua en abundancia en el centro del país (como tuve ocasión de presenciar en muchas ocasiones durante el viaje) donde a menudo se superan los 1000 mm anuales, resultando en otra de las singularidades de Etiopía: la abundancia de agua. La presencia estratégica de estas montañas convierten a Etiopía en un enclave hidrológico importantísimo no sólo para sus habitantes, sino para gran parte del continente. Basta con recordar que el Nilo Azul tiene sus fuentes cerca del lago Tana, y que aunque más corto que el Nilo Blanco, aporta la mayor parte del agua que finalmente desemboca en el Mediterráneo. Además del Nilo hay que mencionar otros grandes ríos, como el Omo, así como los lagos del valle del Rift. Esta abundancia de agua contrasta con el tópico que a menudo tenemos en occidente sobre Etiopía como un país de sequías o hambrunas; habría que tener en mente que es un país muy extenso, y que efectivamente en el Ogadén se han dado sequías importantes, pero en su conjunto se trata de la nación con mayores recursos hídricos de esta parte de África. En definitiva: los contrastes entre zonas más o menos áridas y zonas húmedas contribuye también a hacer de este país un mosaico de paisajes y ecosistemas.
Cataratas del Nilo Azul cerca del lago Tana (en la estación lluviosa el agua lleva muchísimos sedimentos). Las enigmáticas crecidas anuales eran un misterio para los antiguos egipcios. ¿Cómo iban ellos a saber nada del régimen de lluvias monzónico que tenía lugar a miles de kilómetros al sur?
Volar es la mejor clase de geología. Vistas del lago Tana desde un avión, días después de unas lluvias tremendas. Se notan distintos colores en el agua (mezcla de los aportes recientes de los ríos, llenos de sedimentos) y unos muy respetables conos de deyección
El Langano, uno de los muchos lagos que hay en el fondo del Valle del Rift
El río Omo, a su paso por Karo; límite meridional y cota inferior del viaje
Bien, una vez presentado el marco, ¿cuáles son sus habitantes? Una vez más, la flora y la fauna está determinada por la presencia del conjunto montañoso. Etiopía, desde un punto de vista biogeográfico, se encuentra en el reino Paleotropical (a veces llamado también etiópico), que abarca sobre todo el África subsahariana, Madagascar, parte Arabia y el sudeste asiático. Los espectros taxonómicos estarán impregnados de ese aire propiamente africano allá donde miremos. Sin embargo, las alturas del Macizo Etíope, constituyen islas biogeográficas donde veremos muy frecuentemente animales y plantas que nos suenan muy conocidos, o dicho en finolis, el elemento holártico (plantas)/paleártico (animales) tiene un protagonismo muy destacable, sobre todo en zonas de montaña. Esta mezcla entre taxones tropicales y taxones boreales es la seña de identidad de la naturaleza etíope, en la que destacan además muchísimos endemismos.
Por poner algunos ejemplos, entre las plantas del elemento paleotropical tendremos mimosoideas (acacias y similares), apocináceas, combretáceas o burseráceas, pero si empezamos a ascender encontraremos también enebros, prímulas, alquémilas o rosas que nos harán sentir cierto déjà vu.
Adenium obesum, una apocinácea como ejemplo del elemento tropical, y Juniperus procera, una cupresácea, familia típicamente holártica
Etiopía nos permitirá además conocer uno de los enclaves fundamentales de la Rand Flora. Recibe este nombre un conjunto de géneros de plantas con una distribución muy enigmática (con forma de interrogación, de hecho): desde las islas Canarias al Mediterráneo, y desde ahí por todo el este de África, hasta el sur del continente. Brezos, dragos, hipéricos, son algunos ejemplos que se pueden descubrir en las montañas etíopes.
Etiopía como encrucijada de la Rand Flora: un bonito ejemplar de drago afromontano (Dracaena afromontana) y un bosque de brezo blanco (Erica arborea)
En cuanto a fauna, quizá haya que empezar diciendo que Etiopía no es un país para safaris ni para ver grandes mamíferos. Haberlos haylos (leones, elefantes, jirafas, etc), pero normalmente en lugares bastante inaccesibles y no son especialmente frecuentes. Sin embargo sí que es un entorno estupendo para conocer muchos de los antílopes, gacelas y demás ungulados típicos de la sabana.
Los mayores mamíferos que pudimos ver fueron los hipopótamos (Hippopotamus amphibius), aunque nos dimos buenas raciones de ungulados de sabana, incluyendo cebras (Equus quagga)
Como naturalista, si tuviese que destacar algún punto especialmente excepcional de la visita a Etiopía, sería por las aves. Este país es un paraíso para ornitólogos y pajareros, con una diversidad tremenda, plumajes espectaculares y muchísimos endemismos.
Algunas aves que se pueden encontrar en calles y parques de ciudades etíopes, sin necesidad de tirar al monte: Suimanga variable (Cinnyris venustus), agapornis abisinio (Agapornis taranta), cordon-bleu de mejilla roja (Uraeginthus bengalus) y barbudo etíope (Lybius undatus)
Además, no hay que olvidar que en territorio etíope se dan cita, no uno, sino dos de los puntos calientes globales de biodiversidad: el del Cuerno de África y el del Archipiélago Afromontano, de los que hablaremos a su debido momento.
El bosque de Harenna
Al mismo tiempo, Etiopía es un país en el que la influencia transformadora del ser humano se ha dejado notar desde hace muchos siglos. Esto es también una sorpresa para muchos occidentales, pero lo cierto es que estas montañas acogieron desde la antigüedad a una civilización avanzada pese a estar tan lejos del Mediterráneo y Oriente Medio, con su propia escritura y cultura y con capital en Axum, rivalizando en poderío con Roma o Persia. Es importante destacar que el cristianismo llegó al imperio axumita muy pronto (baste decir que aquí se acuñaron monedas con símbolos cristianos antes que en el imperio romano), teniendo su peculiar iglesia una influencia muy grande en el resto de historia del país. Hay muchas, muchísimas curiosidades culturales en Etiopía, que resultaron en gran parte de la pérdida de contacto muy temprano con el mundo mediterráneo y europeo y su evolución independiente. Al viajero curioso le interesará conocer la particular forma de usar las horas y el calendario, la persistencia de los mitos de evangelios apócrifos en el credo etíope o las singulares expresiones artísticas del país. El imperio etíope mantuvo su dinastía prácticamente de forma continua desde sus orígenes hasta 1974, por lo que se trata del único país africano que nunca fue colonizado por una potencia europea (y eso que los italianos lo intentaron con ahínco un par de veces). Para ahondar un poco más en historia y cultura etíopes os derivo a los artículos (altamente recomendables) que mi amigo El Observador, compañero de viaje en Etiopía, escribió a nuestro regreso: ::1:: y ::2::
Planta del café (Coffea arabiga)
A efectos de nuestros intereses naturalistas bastará con insistir en la larga «exposición» que el país ha tenido a la agricultura y la ganadería. La mayor parte del Macizo Etíope (la región con el clima más benigno desde el punto de vista humano) hace mucho tiempo que fue deforestada y cultivada. Destacan por su importancia los cultivos de café (Coffea arabiga), que, hay que recordar, tiene precisamente en las montañas etíopes su patria (El café es toda una institución en Etiopía, por cierto, con su propia ceremonia). Otro cultivo de gran importancia económica y paisajística es el del tef (Egagrostis tef), el cereal en el que gran parte de los etíopes basan su alimentación, caracterizado por unas semillas sorprendentemente pequeñas, ricas en hierro y (atención, celíacos) sin glúten. La harina de tef no se hornea, sino que se deja fermentar en agua unos días y la pasta se usa para hacer la enjera, una especie de tortita de sabor ligeramente ácido a la que se añaden los guisos de la comida.
A la izquierda, preparación de una enjera, vertiendo la pasta de harina de tef en la plancha. A la derecha, la pitanza.
Este breve vistazo del país quedaría incompleto sin mencionar la impresionante diversidad étnica y cultural de Etiopía. El reconocimiento de las distintas lenguas e idiosincrasias ha sido un papel clave en el relativo éxito y estabilidad de Etiopía en un contexto geográfico tan convulso. El valle del río Omo es justamente famoso desde el punto de vista antropológico por una gran variedad de idiomas y culturas únicos en el mundo. El uso que dan en sur de Etiopía al terreno no es tan intensivo como la ganadería y agricultura que se puede apreciar en las montañas, pero veremos que de él surge una interesante reflexión sobre la relación entre el ser humano y la evolución del paisaje de la sabana.
Paisaje cerca del río Omo, donde los termiteros pueden ser tan altos como los árboles
Dicho esto, podemos dar por terminada la introducción, espero que muy pronto empecemos a profundizar un poco más. La serie estará estructurada en cinco capítulos. He dividido el viaje en cuatro regiones que se corresponden groseramente con distintas altitudes, aunque el límite puede ser un poco artificial. ¡Os espero!
La naturaleza de Etiopía contada para europeos
1. Introducción (que ya llega a su fin)
2. Valle del Omo y alrededores. Corresponde con las zonas más bajas y meridionales del viaje, entre los valles del río Omo y Mago, aunque también incluye por conveniencia otras áreas del sur de Etiopía. (400-1500 m)
3. Valle del Rift. Diferenciado en su propio capítulo sobre todo por las visitas a distintos lagos, muy ricos en fauna y flora. (1200-1700 m)
4. Macizo Etíope. Incluye las zonas de montaña visitadas a uno y otro lado del Rift, aproximadamente entre los 2000 y los 3500 m.
5. Alta montaña etíope. Las cumbres de los parques de Simien y Bale merecen su propio capítulo (3500-4400 m)
Estupenda entrada. Me encantan tus introducciones geográficas.
La foto de la catarata del Nilo Azul me ha dado una cierta envidia. Pero ya sabes que a mí el turismo por el Tercer Mundo… como que no. De hecho comí enjera en un restaurante etíope a la usanza etíope, es decir, con las zarpas, y «a dios pongo por testigo que» ¡nunca máis!
Me encanta. No me cansaré de decir que eres súper didáctico. Espero las siguientes entregas (y su trabajo te llevarán!! :-O)
E impresionantes las fotos de los pájaros. Una nota sobre el equipo fotográfico que utilizas también sería interesante! :-D (dando más trabajo). Y ya si eso una guía para fotografiar animales (estarse muy quieto? xD)
Esperaba con ganas y altas expectativas esta entrada…de momento, genial!
Ah, y se agradece la referencia a las Observaciones!
¡El regreso de una muy esperada serie!
¡Copépodo y la Tierra!
Taran-tarán-tarán-tarantantan…
Una delicia de introducción, como siempre que haces estos monográficos. Guardo mi trozo de obsidiana del Rift como uno de los especímenes minerales más queridos, que lo sepas.
Jmongil: me alegro mucho de que te gusten, es cierto que esperaba tu comentario justamente en esta entrada introductoria. Sobre las virtudes gastronómicas de la enjera… bueno, comerla con las manos no es el problema (aunque exigía cierta práctica, eso sí), pero acababas un poco harto de comer siempre lo mismo. En algunos sitios te hacían comida «de turistas» (un arroz o una pasta aliñados, tampoco te creas) a la que recurríamos para variar un poco.
Biónica: mi equipo fotográfico no puede ser más fácil de enumerar: mi inseparable Olympus SP 550 UZ, compañera de viajes desde 2007, ya un poco anciana de tanto polvo del desierto, inmersiones oceánicas y humedades tropicales, pero que sigue portándose como una campeona. En su día era de lo mejorcito que había en el mercado para mis necesidades: una cámara compacta pero aceptable, con un objetivo muy versátil (capaz de hacer desde un tímido gran angular hasta 18 aumentos ópticos), no demasiado grande y con carcasa de inmersión disponible. Hoy en día hay cámaras mejores, más pequeñas y más baratas (con esto quiero decir que mi equipo fotográfico no tiene nada de particular, aunque sí que se necesita un zoom majo para el pelo y la pluma). Pese a todo creo que no exagero si digo que nunca hice fotos de mejor calidad técnica que cuando usaba la Canon EOS de carrete. Por desgracia, llevar ese mamotreto en mis viajes acabó siendo demasiado incordio (teniendo en cuenta que además siempre llevo a mano los prismáticos), y, evidentemente, lo digital acabó por imponerse. Lo de la «guía para fotografiar animales»… puf, no me veo capaz de dar muchos consejos. Creo que siempre tengo mucha suerte, no me siento especialmente audaz ni capacitado para la fotografía a la naturaleza. Las fotos que veis son más o menos bonitas, fruto del ensayo y el error, de cientos y miles de intentos en cada viaje, y siempre hay muchos instantes que se te escapan de todas formas, y si viniese un fotógrafo de verdad, fliparíais con las cosas que hemos visto. En resumen: a practicar y a encomendarse a san David Attenborough.
Jaime: ¡Ya era hora! ¿no? Demasiada desidia ha rodeado el final de este viaje. No terminé de preparar las fotos hasta hace unos días; espero que al menos pueda cumplir lo prometido y que te guste.
Radagast: Pues nada, espero que la serie te guste. Tu obsidiana está cogida justo donde se tomó la foto que sale en el post, cerca del lago Ziway.
Oiga, me quito el sombrero y espero con ansia las siguientes entregas. ¡Pedazo de curro! y tremendo viaje, claro.
Salud y un saludo.
Solo me asomo para decir que es un gran trabajo. Gracias
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Mmmmm ya se me hace la boca agua, !Que ganas de que llegues a los capítulos 4 y 5 para hacerme una idea de lo que me espera en Noviembre si finalmente vamos a muestrear! No te dilates mucho, jejejeje.
Exseminarista, Sonia: gracias por comentar
Beavigal: espero que de aquí a noviembre esté acabado. Espero.
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He tardado, pero por fin he empezado esta saga. Son posts que no me gusta leer así, aprisa y corriendo, entre diez minutos de incubación y revelar el western. Esto es un viaje naturalista relatado de manera rigurosa, magistral y amena, y debe ser leído con la tranquilidad debida.
Ya leyendo «Ébano» se percata uno de que Eitopía es una de las zonas más fascinantes de África (todo un continente fascinante, por otro lado). Pero con el nivel de detalle que se va intuyendo en tu relato, creo que me voy a quedar totalmente tocado. Ojalá pueda viajar allí algún día, en cuyo caso me imprimiré todo el monográfico.
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