Este fin de semana estuve trasteando en Cambridge (el de aquí, no el de allí) porque me invitaron a dar la charla del encuentro mensual del New England Botanical Club. Normalmente no voy contando por aquí mis bolos, pero la singularidad de la ocasión y el interés de varios de vosotros me hizo comprometerme a rendir cuentas así que allá voy.
El NEBC es, creo, la segunda sociedad botánica más antigua de EE.UU., creada en 1896 por William Farlow, el primer catedrático de botánica criptogámica de Estados Unidos. Publican una revista de flora local desde 1899 (Rhodora), muy conocida por los botánicos de la zona, y llevan ininterrumpidamente reuniéndose y montando saraos estos 120 años, siempre con la intención de conocer y promocionar el estudio de las plantas de Nueva Inglaterra y como punto de encuentro de los botánicos de la zona. Como Farlow era profesor en Harvard, desde sus orígenes la sociedad ha estado ligada a esta universidad y a su museo de Historia Natural, y este es uno de los motivos por los que esta charla era especial para mí, ¡que no todos los días se tiene la oportunidad de hablar en un sitio así!
Las cátedras de este museo (dividido en tres: zoología, botánica y geología) cuentan entre sus habitantes históricos más insignes con Asa Gray, Louis Agassiz y, más recientemente, Ernst Mayr. Los del NEBC me dijeron que antes se reunían en un edificio nuevo de laboratorios pero que este año les habían dejado espacio en el edificio de geología, quejándose de que era más viejo, pero sinceramente, yo prefiero reunirme en un lugar que tiene placas como esta en la entrada:
Ya que pasaba por allí por motivos académicos, pedí permiso para visitar el Farlow Herbarium, la colección de criptógamas fundada por Farlow himself que es uno de los diferentes herbarios que pueden encontrarse en Harvard y que tiene más de millón y pico de especímenes de hongos, algas y briófitos.
Aunque técnicamente fui a ver algunos pliegos concretos relacionados con mi proyecto actual, esta visita fue un encuentro esperado durante mucho tiempo, en primer lugar porque algunos de los especímenes más importantes de mi tesis vinieron de aquí (cuando un investigador no puede ir hasta un herbario es relativamente habitual que te los manden en préstamo por un tiempo a tu institución). Pero además, esta colección es muy importante en la historia de la briología por ser la que alberga el herbario de William Starling Sullivant, el fundador de la briología americana. Para los seguidores de «la flora maldita«, os recuerdo que tras la muerte de Sullivant en 1873, sus 18.000 especímenes se enviaron desde Columbus, Ohio, hasta Harvard según se especificaba en su testamento, sin embargo esto supuso toda una pesadilla para que Lesquereux pudiese completar el trabajo que le llevaría aún casi una década llevar a término.
Pues bien, efectivamente, aquí estaba
No sé muy bien cómo explicar la sensación que tuve cuando abrí este armario, pero no se me va a olvidar
Ilustración de Physcomitrium immersum, hecha por el propio Sullivant
Un ejemplar original del segundo tomo de la serie de exsicattas Musci Alleghanyenses. Sólo existen 50 en todo el mundo
En fin, que pasé muy mal rato yo aquí.
La gente del NEBC me invitó a cenar en un pub cercano, muy majos ellos, y después nos fuimos al ala de geología a que tuviese lugar el encuentro mensual (puesta al día de cosas de los miembros, anuncios, cotilleos, ruegos y preguntas, etc) y luego ya me tocó hablar a mí.
El público, como es de esperar, era gente que aunque sabe mucho de plantas, en su mayoría no conocen muy bien los musgos y el resto de los briófitos (somos unos raros incluso entre los botánicos, aunque por suerte esto está cambiando). Por este motivo, aunque mi charla tenía que ser sobre mi trabajo y cosas que había hecho, la enfoqué especialmente a por qué los musgos merecen el interés de los botánicos «mainstream«. En general los briófitos despiertan bastante «respeto» (respeto del que obliga a mantener la distancia) porque son relativamente complicados de identificar.
Al parecer, la charla recibió el aplauso de crítica y público, nadie se dio cuenta de que soy un impostor, y concluyó con otro rato de charloteo en un sala cercana donde pude conocer a más gente y hacer planes interesantes, como unirme a alguna de sus excursiones el verano que viene (y llevar un paso más allá ese proselitismo briológico). En resumen: hice muy buenas migas con la gente de la sociedad, y sospecho que va a ser el origen de algunos proyectitos alternativos, así que ha sido un fin de semana muy bien aprovechado.
Te has olvidado de contar lo más importante: ¿Qué tal los «canapiés»?
Ya empezamos con lo del impostor?
A por cierto recibiste lo de la peli el impostor?
Que diferente habria sido tu presente de haberte quedado en España, verdad?
No sè tu, yo no pensaria que te iria tambien, aunque sí muy bien.
En Francia u otro pais europeo no se si se te abririan tantas posibilidades, aunque lo digo con total desconocimiento.
¡enhorabuena Copepodo! siempre poniendo en alto el nombre de los invertebrados
Enhorabuena.
Como científica, aunque de otra rama, he vivido tambien esa sensación de visitar un lugar que sea tan significativo para uno.
Siempre me lleva a reflexionar como algo que para unos será una visita inolvidable, para otros es algo de lo más normal porque trabajen allí o tengan acceso habitualmente.
Un saludo.
Jmongil: bueno, a pesar de que hubo cena ANTES de la charla, también hubo piscolabis después para poder charlotear (y además hubo quien no pudo ir a la cena). Todo muy normalito, además en Nueva Inglaterra se están poniendo de moda las alternativas saludables a los canapés: fruta y quesos. Nihil obstat.
Pipistrellum: Quedarme en España hubiese sido diferente, no necesariamente peor (yo sigo manteniendo que me fui porque no me quedó más remedio, no porque fuese la ilusión de mi vida). No tiene sentido preguntarse esas cosas, lo que hay que hacer es aprovechar las oportunidades que se te presentan. Aunque acabe de granjero en un pueblo de Soria, los buenos momentos no me los quita nadie.
Lalo, María: ¡gracias por comentar!