0. Introducción

Durante la primavera de 2019, Alfie y yo condujimos más de 8000 kilómetros buscando una planta que solo se había encontrado cinco veces en los últimos 150 años. Aunque se trata de una historia con final feliz y el objetivo se cumplió, este no es un post sobre esa búsqueda (otra vez será), sino una reseña del que acabó siendo uno de los viajes más fascinantes que he realizado.
Recorrido principal, sin contar desvíos e incursiones. mayo-junio 2019
Si bien el destino estaba en Utah y Nevada y hubiese sido más práctico volar a algún aeropuerto local desde mi antiguo hogar en Rock Island, se dio la rara circunstancia de disponer del tiempo suficiente para hacer un road trip de proporciones épicas y hollywoodianas en el país de los road trips épicos y hollywoodianos.
Para los que seáis nuevos o no os acordéis de ellos, retomo aquí la costumbre de dar pinceladas de historia natural de mis viajes favoritos, y podéis encontrar por ahí las series de Nueva Inglaterra, El Cabo, Madagascar y Etiopía. Lo de la coletilla «para europeos» lo ponía en su momento por poner el acento en mis propios referentes y comparaciones inevitables de quien se formó como biólogo en Europa, pero obviamente está escrito para quien quiera leerlo, aunque quizá mantenga lo de hacer comparaciones con paisajes ibéricos. También aclaro que esta va a ser sobre todo una serie de plantas y paisaje.
En la era de los viajes en avión, la posibilidad de alcanzar un destino lejano siendo consciente de cada milla recorrida y a una escala, sin exagerar, continental, me pone en bandeja contar este viaje como una transición entre dos zonas que, a pesar de estar en el mismo continente, no podrían ser más diferentes.
Desde el punto de vista biogeográfico, casi toda Norteamérica está en el Reino Holártico , que abarca también gran parte de Eurasia. Podría pensarse que el Atlántico y el Pacífico son las barreras más importantes para la flora y la fauna de esta región y que, por lo tanto, dentro del continente norteamericano, debería haber cierta uniformidad. Sin embargo, y al menos en lo que respecta a las plantas, un fenómeno muy curioso que despertó el interés de los botánicos desde los inicios más tempranos de la exploración científica del continente es que el este y el oeste de Norteamérica son radicalmente diferentes. La composición florística de los bosques de los Apalaches resulta más similar a la del este asiático que a la que se pueda uno encontrar en los montes de California. Este gradiente biogeográfico se ve muy bien en los mapas de ecorregiones de la EPA, especialmente en latitudes templadas, donde quedan muy bien reflejadas unas bandas de longitud que determinan los trazos más importantes de la flora de Estados Unidos.
La división biogeográfica más grosera que se obtiene al aproximarnos a la flora de EE.UU. no son regiones norte-sur, sino este-oeste (fuente: EPA)
Un par de mapas más para incidir en este gradiente. El de la izquierda refleja la diversidad florística del país. Se aprecia en verde las zonas más diversas, con varios centros de riqueza de plantas en ambas costas, y una depresión central marrón en las grandes llanuras, con muy pocas especies. Junto con los datos de diversidad florística a nivel de condado, se ha producido otro mapa (derecha) que trata de reflejar precisamente los ecotonos, las zonas de transición rápida de una zona a otra (lo que llaman «zonas de tensión florística»).
Fuente: Biota of North America Program, un recurso fabuloso para entender la biogeografía vegetal de EE.UU.
Lo que más me atrajo de la idea de planear un viaje así fue precisamente el poder experimentar esa transición en directo y ser testigo del contacto entre esas áreas «a pie de calle», ver cómo unas plantas sustituyen a otras. Esta idea era especialmente atractiva al conocer algo de la flora oriental y el haber visitado en una ocasión California y Nevada (pude dar fe de que nada de lo que había aprendido sobre plantas orientales me sirvió en absoluto para poder enfrentarme a la flora occidental). Así que si queréis hacer un viaje-degustación por los paisajes y las plantas de EE.UU., atravesándolo de costa a costa como si fuese un pincho moruno lo podéis hacer sin salir de este bloj, ya que con esta serie conectaremos el este (1, 2) con el oeste. El plan es el sigiuiente:
Comenzaremos a orillas del Misisipi, donde iniciaremos una vastísima travesía por las grandes llanuras explorando los residuos de un bioma ya en gran parte extinto: las praderas norteamericanas. Tras cruzar las Rocosas nos adentraremos en la meseta árida de la cuenca alta del Colorado, una región con una belleza geológica extraordinaria. Saltaremos después a otra meseta árida, la de la Gran Cuenca de Nevada. El viaje estaba centrado en las cuencas intermontanas, y no tanto en las montañas, pero habrá una entrega dedicada al oriente de Sierra Nevada como a las Wasatch. El tramo de regreso se hizo por el norte para aprovechar y visitar un par de pastelitos geológicos con los que terminaremos la serie.
1. Grandes Llanuras
La de las Grandes Llanuras es una historia triste para el naturalista. Este territorio de extensión inabarcable fue hogar de unos biomas hoy prácticamente desaparecidos, y testigo de algunas de las migraciones de mamíferos más colosales, en cuanto a distancia y biomasa, que el planeta vio durante millones de años. Sin embargo, hoy podemos decir casi con total rotundidad que las praderas ancestrales que corresponden a estas llanuras son objeto de estudio de la paleobotánica y que no es posible encontrar más que frágiles espejismos reconstruidos de lo que debieron ser en el pasado. Toda la región tiene una fama (no lo voy a negar, merecida) de monótona y paisajísticamente prescindible. La gran cualidad de las praderas, suelos profundos y de gran fertilidad, se convirtieron en su perdición cuando los europeos convirtieron estas llanuras en grandes monocultivos de maíz y soja que con el tiempo se convirtieron en la seña de identidad de la región. No en vano en Moline, Illinois, está la sede central de John Deere, cuyos tractores verdes pueden verse en el mundo entero.
En una época en la que el sector primario se ha automatizado hasta el extremo, no es raro que quienes se dedican a la agricultura en países occidentales manifiesten un orgullo por lo que son y lo que hacen. Sin embargo, la idea que me llevo de ese modo agrícola es que ya no se parece en nada al idílico arquetipo de familia de granjeros orgullosa e independiente que durante tanto tiempo ha representado la vida rural en el corn belt. Hoy en día, la mayoría de los granjeros ni siquiera son dueños de la tierra que habitan, y solo disfrutan de su usufructo, mientras que los propietarios legales de la misma son grandes corporaciones que reducen en gran medida la libertad de los agricultores a la hora de decidir qué hacer con el terreno. Se trata de un sistema intensivo indudablemente productivo, pero que paga un alto precio ecológico y que resulta insostenible a largo plazo. La biodiversidad local está dramáticamente empobrecida por este uso del terreno y el exceso de fertilizantes acaba desencadanendo una inmensa zona muerta muchos kilómetros al sur, en el Golfo de México. Las interconexiones de causa y efecto y de dependencia de factores externos contrasta mucho con el carácter político de muchos habitantes del EE.UU. profundo y rural, que se creen autosuficientes e independientes en un mundo profundamente globalizado.
Poco espacio deja este uso del terreno para las praderas. La labor de los botánica y la ecología ha tenido que ser casi detectivesca para poder inferir cómo era la composición y estructura de estos biomas en el pasado. Además, hay que considerar que los habitantes nativos de las llanuras también pudieron influir significativamente en estos ecosistemas antes de la llegada de los europeos. En la actualidad se considera que las praderas de las Grandes Llanuras respondían al gradiente de lluvias este-oeste de la región, siendo las orientales las de mayor desarrollo (tallgrass prairies, praderas altas, verde oscuro), mientras que las que están a las faldas de las Rocosas son mucho más secas y de menor desarrollo (shortgrass prairies, verde claro). La banda intermedia recibe el original nombre de midgrass prairie.
Nuestro viaje comienza a orillas del Misisipi, en los antiguos dominios de las praderas altas. Se trata de una región relativamente fría, donde las primeras heladas suelen llegar en octubre y no se van hasta abril. La temporada metabólicamente activa para las plantas es relativamente corta, pero durante la misma las plantas pueden crecer hasta dos metros de altura. El secreto está en ese suelo tan fértil que mencionaba antes, pues en él se retiene la mayor parte de la biomasa de estos ecosistemas, siendo los sistemas radicales a menudo más profundos y masivos que la parte aérea. Para muestra este composición de una planta completa de Silphium, parte de un reportaje de National Geographic en el que retratan distintas especies de las tallgrass prairies y ponen de manifiesto que lo más importante ocurre bajo tierra.
Silphium perfoliatum, uno de los habitantes más altos de este tipo de praderas, y que sin embargo tiene un sistema de raíces mucho más hiperbólico que su vástago (derecha)
Los antiguos componentes de estos ecosistemas aparecen en ocasiones en cunetas y campos abandonados, cementerios y, sobre todo, en zonas protegidas donde una gestión activa intenta recomponer la estructura de estas praderas. La ausencia de la megafauna ancestral, la presencia de especies invasoras y la baja frecuencia de incendios hace necesario que estas praderas reconstruidas deban gestionarse activamente. El resultado, aunque sea solo un reflejo de lo que en el pasado tuvo que dominar extensiones inabarcables, es de una belleza indudable, sobre todo durante las floraciones estivales.

Imagináos extensiones tan grandes como naciones enteras cubiertas por mantos impenetrables de gramíneas y asteráceas, recorridos por manadas de bisontes y sobrevolados por enjambres millonarios de mariposas monarcas.
En cuanto a su composición, las praderas están dominadas por gramíneas y forbias (herbáceas no graminoides, entre las que destacan las asteráceas). Las gramíneas constituyen una de las poquísimas excepciones en esa depresión de baja diversidad de las Grandes Llanuras, pues están mucho más diversificadas aquí que en las costas del continente o en las montañas. Mentiría si dijera que mis años en Illinois me convirtieron en un enterado de las gramíneas, pero sí que puedo mencionar algunas de las más características de estas praderas y que se aprenden a identificar con facilidad: Andropogon gerardii, Sorghastrum nutans y Panicum virgatum. Son todas estas gramíneas muy características de los biomas orientales norteamericanos, y en especial de estas praderas. Iremos viéndolas desaparecer según nos aproximemos a las Rocosas. Otro rasgo que tienen en común (y que en parte explica sus portes superlativos) es que realizan fotosíntesis C4. Me estoy enrollando ya demasiado como para hablar aquí de la curiosa dinámica entre plantas C3 y C4 en estas praderas, pero si hay alguien interesado, que lo pregunte en los comentarios.
Algunas de las forbias compuestas de estos parajes son famosas en todo el mundo por su belleza y apreciadísimas en jardinería. No olvidemos tampoco que este es el ecosistema nativo del girasol (Helianthus annuus) a cuyos ancestros salvajes también podemos encontrarnos si tenemos suerte. No por ser más llamativas son las asteráceas más fáciles de identificar. Los géneros más diversificados en la zona son los antiguos Aster (en su mayor parte los que quedaron en el género Symphyotrichum) y Solidago.
Pero una pradera no son solo gramíneas y asteráceas. De obligada mención son las asclepias, que también están muy diversificadas en la región y que incluyen las plantas nutricias de las mariposas Monarca, otro de las especies insignia de la zona. Entre mis forbias favoritas están además el falso añil (Baptisia alba) o Lobelia siphilitica (me encanta ese nombre, derivado de la creencia de que podía ayudar a combatir la sífilis). Es solo una pequeña muestra: las praderas en flor de pleno verano son una auténtica delicia botánica.
Las praderas altas, con una composición típica de la flora oriental del continente, son nuestro punto de partida, pero nos queda un trayecto muy largo por delante. Un viaje de esta extensión solo puede acometerse sin prisa, haciendo caso a los distintos poetas que nos recuerdan que el recorrido, y no la meta, es el objetivo del viaje. Así es como se consigue disfrutar de ir persiguiendo al horizonte una y otra vez a la vez que estamos cada vez más de acuerdo en que el apelativo de las Grandes Llanuras se queda muy corto ante su inmensidad.
Nuestra siguiente parada es en una zona del país que se ha convertido para mí en una de las más especiales: las Sandhills de Nebraska. Dejo para otro momento la explicación de mi vínculo con este lugar, que merecerá su propia entrada, y me limitaré aquí a presentarlo como uno de los ejemplos más extraordinarios de midgrass prairie (ya un poco más al oeste, en un clima más seco y por tanto con menor desarrollo de las praderas que acabamos de mencionar).
Las Sandhills representan la formación de dunas arenosas más extensa del hemisferio occidental, con una superficie equivalente a la de Aragón y Navarra juntos, y que ocupa gran parte del estado de Nebraska. Como su nombre indica, se trata de una extensión ininterrumpidamente cubierta por arenas de origen glaciar. Esta acumulación de arena supone una afortunada circunstancia para nosotros, ya que en un terreno así es muy difícil cultivar nada. Las sanhills se libraron del arado y se usaron fundamentalmente con fines ganaderos desde la llegada de los europeos. Pese a que el ganado también afecta a la vegetación, se trata de una ganadería más extensiva que intensiva, en unos ranchos de gran extensión, con una bajísima densidad de población y por lo tanto el estado de estas praderas permanece relativamente inalterado, o al menos estable, desde hace siglos. En determinados lugares uno puede tener unas panorámicas de 360º en las que no se ve ni rastro de la huella del ser humano y las praderas se extienden sobre las colinas hasta donde alcanza la vista, bajo un cielo espectacularmente nítido, especialmente por las noches. Es un paisaje de una profundidad y amplitud que no deja indiferente y que enamora por su desolada belleza.
Si en Iowa y en Illinois hay agricultores orgullosos, los de aquí son rancheros, igualmente orgullosos de su supuesta autosuficiencia. Tuvimos la suerte de tener contactos locales que nos permitieron recorrer ranchos privados y llegar a zonas de otra forma inaccesibles. Además probamos unos buenos chuletones locales. Nos dijeron que una vez se cruza el Misuri ya puedes considerar que estás en el oeste (¿de dónde?). Se empiezan a ver gente con sombrero de vaquero y botas altas como atuendo no irónico, incluso hay tiendas especializadas en las que cuesta no pensar que todo ha salido del atrezzo de algún estudio cinematográfico.
Pero volvamos a las plantas. La arena es un sustrato muy exigente, pobre en sustancias orgánicas, que retiene poca humedad, y que resulta abrasiva cuando sopla el viento. No nos debe extrañar que haya una alta diversidad de especies arenícolas, a menudo relacionadas filogenéticamente con las especies de las praderas altas orientales. Sin embargo, aquí ya se empieza a manifestar esa zona de tensión florística y empiezan a aparecer elementos de la otra Norteamérica, la occidental, y en cierta medida, también meridional. Las grandes rosetas que se ven en algunas de las fotos de paisaje de arriba son Yucca glauca (izquierda), un género especialmente diversificado en la zona intermontana y en Texas.
Sin embargo, lo que para mí constituyó un indicador de que la flora estaba cambiando es la presencia de cactáceas. Estos cactus que se aventuran por el oriente de las rocosas son humildes y huidizos, pasan desapercibidos incluso en la pradera invernal, pero no por ello es menos emocionante encontrarlos en nuestro viaje al oeste.
Nuestra visita fue demasiado temprana como para disfrutar de la plena floración de las Sandhills, algo que me gustaría presenciar en algún momento, pero aún así hubo algunas flores que se dejaron ver. Linum lewisii es un lino nombrado en honor del explorador Meriwether Lewis, el de la famosa expedición de Lewis y Clark. Oxytropis lambertii es una legumbre muy tóxica para el ganado debido a la producción del alcaloide swainsonina y que por lo tanto se clasifica como «hierba loca» (locoweed) por los ganaderos. Lithospermum caroliniense es una llamativa boraginácea especialista de sustratos arenosos.
A pesar de lo peculiar de este entorno, no existen endemismos de las Sandhills. Creo que el motivo principal es la falta de tiempo, ya que la totalidad del territorio estuvo cubierto por el hielo de las glaciaciones. Existe, no obstante, una especie que sí es prácticamente endémica de esta ecorregión (con solo otra localidad fuera de la misma, en Wyoming, también en dunas de arena): Penstemon haydenii. Los Penstemon son unas plantagináceas muy llamativas y especialmente diversas en la zona intermontana y el oeste, así que su presencia aquí también es indicativa de esa tensión florística que se hace cada vez más patente. Nuestra visita fue demasiado temprana como para verlas en flor (la foto de abajo a la derecha es de Wikicommons), pero en nuestro herbario institucional encontramos la segunda recolección de esta especie, recogida nada menos que en 1893.
Pese al aspecto árido de la zona, se trata de una región con abundantes zonas húmedas. En las vaguadas entre las colinas el nivel freático es suficientemente alto como para originar masas de agua temporales que se llenan de plantas acuáticas eincluso helechos. Existen además algunos riachuelos que atraviesan las Sandhills, de los cuales me fascina por su nombre tan dramático el Dismal River (río Desolación). Solamente en los tramos fluviales es donde se pueden desarrollar algunos arbolillos, entre los que destaca un enebro, Juniperus virginiana, y arbustillos riparios, como varias especies de groselleros. Mi favorito es Ribes odoratum, que además de unos toques rojos en su corola despide una penetrante fragancia a clavo.
Aunque me gustaría seguir hablando de este lugar tan especial, toca seguir camino hacia el oeste. Para los seguidores habituales: es muy posible que os traiga de regreso en el futuro para contar más historias sobre Nebraska, pero no será hoy.
La Interestatal 80 continúa hacia el oeste remontando el río Platte Sur. Todo este trayecto continúa recorriendo las vastas llanuras que nos llevan acompañando durante cientos de kilómetros, profundamente modificadas por la agricultura y la ganadería. Recorrerlas milla a milla y contemplando el lento avance en el mapa te ayuda a darte cuenta de la escala de un continente entero. Las paradas en estaciones de servicio y pueblos locales presentan a una población en tránsito, que en su mayor parte pasan están de paso entre el este y el oeste y a los que nada se les ha perdido allí. Esta, y no la apacible grandeza de las Sandhills, es es la parte de Nebraska que los estadounidenses evocan cuando se les nombra este estado y que por ese motivo aparece como motivo de burla en todo tipo de shows televisivos. Sería como mentar a las provincias más vacías y llanas de la España vaciada como quintaesencia de lugar aburrido y por el que se pasa para ir de un lugar a otro pero en el que nada te retiene. Es como si la propia existencia de Nebraska fuese la de poner distancia entre el este y el oeste. Como respuesta a este pensamiento, desde la autovía se anuncia la existencia de un puesto restaurado del Pony Express, el servicio de correo a caballo que permitía mandar cartas entre California y el este del país. Estuvo operativo apenas un par de años 1860-1861 ya que se volvió inmediatamanete obsoleto tras la llegada del telégrafo y los planes de ferrocarril transcontinental. Pese a su corta duración y su nefasta rentabilidad, la imagen de los carteros a cabllo recorriendo las Grandes Llanuras sigue cautivando la imaginación.
La autovía se bifurca y seguimos la I-76 que se adentra en Colorado. El clima aquí es tan seco que el desarrollo de las praderas está muy limitado. Entramos en el territorio de las shortgrass prairies. Allá donde la vegetación natural se deja ver, más que a una pradera empieza a parecer una estepa. Además de gramíneas y forbias empiezan a dejarse ver arbustos leñosos que nos resultarán muy familiares en las zonas intermontanas, como la Artemisia filifolia (derecha) que llega a ser dominante en grandes extensiones del paisaje.
Últimas paradas botánicas antes de llegar a nuestro destino de este capítulo. Tres ejemplos rápidos de géneros que ya, efectivamente, nos van indicando lo mismo que los sombreros de cowboy: estamos en el oeste. Ahí tenemos ya florecidos algunos gloriosos Penstemon, aparecen también nuevos Astragalus (los tengo asociados a condiciones mesetarias, tanto en Iberia, como en Anatolia, y en la zona intermontana) y alguna que otra especie de Sphaeralcea, unas malváceas rojas o naranjas, también muy típicas del oeste. Sin embargo, lo que más ilusión me hizo ver fue una Castilleja, orobancáceas hemiparásitas que desde mi visita a California las tenía asociadas a la flora occidental de EE.UU.
Tras casi 1500 kilómetros desde el Misisipi, la monotonía de las llanuras llega a su fin. Reconozco que la impresión de llegar a las Rocosas me pilló de sorpresa. Quizá esperaba una transición más gradual hasta un paisaje montañoso, pero no: las Grandes Llanuras se acaban abruptamente con la irrupción de una muralla impenetrable. La ciudad de Denver, a los pies de la cordillera, se presenta como la puerta de entrada. Ya veremos más tarde por dónde continuar camino.
Arrea. Has cortado justo cuando las cosas se ponen más interesantes. Disculpa que me anticipe: supongo que cruzasteis las Rocosas por el túnel Eisenhower-Johnson. Eso está nada menos a 3.400 metros de altitud. ¡Como la cima del Mulhacen! ¿Notasteis el aire enrarecido?
¡Efectivamente! Eso tocará en el siguiente episodio, pero me acuerdo que leímos la altitud en pies y tuvimos que hacer la cuenta porque nos parecía muchísimo. Arriba en el puerto, pasado el puente, estaba nevando. Las Rocosas son una PEDAZO de cordillera, impresiona muchísimo especialmente después de tanto llano
Siempre me ha parecido interesante tu bloj, y me alegro que te animes a escribir de nuevo. Te pasan cosas y sabes escribirlas.
Pues eso, quedo esperando la continuación del viaje, que parece apasionante.
Muchas gracias, apalankator, me alegra muchísimo leer estos comentarios
Lo que son las cosas. Estoy leyendo ahora mismo «A sand county almanac», y ayer mismo me encontré con la flora de las praderas, y con Silphium. El mundo es un pañuelo (bueno, la botánica también ayuda un poco).
Espero con gran interés la continuación. Me alegra mucho ver que este blog renace.
Me apunto el título, y muchas gracias por comentar
Y que bien los Reyes Magos encuentro una lectura nueva de Copépodo! A ver cómo sigue! Por ahora suena también como mucha emocion por ser extensiones tan gigantescas de campo, me recuerda al mar, pero ¿sin tanto movimiento quizás?
Sí que se lee agradable, y viendo tan bellas fotos de flores, y una zona húmeda, me parece exótico. Y no habría más fotos de musgos curiosos y exóticos? ;-) -es broma, así también está fenomenal tooodo!- Por aquí es muy seco y los musgos lo tienen complicado. Aprovecho para pasar enlace a lectura de musgos aquí gratis y nueva, como de Reyes Magos :
https://www.caib.es/sites/proteccioespecies/ca/d/llibre_vermell_de_la_flora_vascular_de_les_illes_balears_2017/
Ah, el humor de leer Copépodo es bueno pero! Curiosidad y divertido lo de una hierba ‘loca’ ji, ji.
Ai, errata mia, el enlace a la lectura sobre los musgos está en http://www.caib.es/sites/proteccioespecies/ca/d/llibre_vermell_dels_briafits_amenaaats/
Lo de la contaminación por agricultura en lagos que comenta me ha recordado otra noticia similar de hace poco, pero de los tres grandes lagos entre USA y Canadá. Supongo que en zona fria debe impactar más o diferente
Gracias, Heterobranquio, ¡no sabía que las Baleares tuviesen libro rojo de briófito! Los problemas ambientales de los grandes lagos son también muy diversos, y efectivamente, (sobre todo el Erie) están muy eutrofizados. De hecho en el Michigan tuvieron un problema muy gordo y lo resolvieron derivando las aguas urbanas a la cuenca del Misisipi, con lo que en parte el problema de la zona muerta del Golfo de México se causa en los Grandes Lagos.
Cuando has hablado de las plantas con mucha raiz y americanas, me he acordado el girasol que tiene raices poco profundas. Me pregunto como serian los campos con girasoles, ¿serian girasoles aislados o habria bastantes densidad? Supongo que tambien los originales no son tan grandes como los cultivados.
Si no me equivoco las C4 tienen mas produccion, pero tambien consumen bastante agua. Estuve mirando producciones y el maiz C4, podia producir unos 2kg de grano por m2 y el trigo unos 700gr. Bastante diferencia.
No se el motivo, pero el C3 y el C4 recogen diferentes isotopos de C12-c13 y eso fue utilizado para demostrar un caso de dopaje.
https://www.meneame.net/story/como-ha-sabido-testosterona-floyd-landis-era-sintetica
Los girasoles salvajes son más pequeños que los domesticados y no crecen en grupos monoespecíficos, sino mezclados con otras plantas de pradera, como en la foto de ejemplo. No sé si sus raíces son especialmente cortas, pero en general en las praderas las plantas las tienen muy desarrolladas.
Sobre las plantas C4, la idea que tengo es que son, además de más productivas, más eficientes gestionando el agua que las C3 (aunque no tanto como las CAM), pero es un metabolismo que solo empieza a compensar a temperaturas altas. En las praderas suelen verse dos floraciones, una en primavera y otra en verano-otoño. Las C4 son mucho más frecuentes en esa segunda floración.
¡Saludos y gracias!
Una curiosidad: ‘flores’ americanas amarilas bonitas y olorosas, muy, muy pequeñitas. Y que atraen insectos, y quizás así se reproducen mejor…
Nada nuevo, hasta que lees que son HONGOS! Buscar por Fusarium xyrophilum
Nada más , sólo les envio buenos deseos de salud y buenas divulgaciones :-)
Muchas gracias por la nueva entrada Copépodo! Como siempre interesante y amena. Además, es un territorio muy poco conocido y divulgado, con ecosistemas fantasmales, casi desaparecidos. Que envidia de viaje.
Espero que lo que nos cuentes en el futuro sobre las Sandhills no vaya en la línea del Sand County que describió tan bien Aldo Leopold en su obra de vivencias en el Sauk County, mucho más al norte, en Wisconsin.
Un saludo, esperando la segunda entrega!!