Últimas horas en la Huerta (con un suplemento especial sobre mi casero)

Amigos del blogoplancton:

esto ya no hay quien lo pare. El viernes doy carpetazo a mi exilio murciano y regreso a los Madriles. Para qué nos vamos a engañar: me muero de ganas por volver de una vez, pero no puedo quejarme de cómo me ha ido por aquí. A pesar de la dedicación casi exclusiva al trabajo, he conocido a bastante gente interesante que me han tratado muy bien y han contribuido a hacer más agradables estos meses. En este tiempo de despedidas me han pasado dos cosas curiosas.

La primera de ellas tuvo lugar ayer por la noche, en una especie de cena-despedida (en un chino, no os vayáis a creer) que nos organizaron a mi compañero y a mí el grupo de amigos que hemos hecho aquí. La verdad es que iba más destinada a mi compañero que a mí, porque hizo mejores migas con ellos y creo que mi imagen ha debido de quedar un poco influida por el hecho de intentar escaparme a Madrid los fines de semana y, para qué negarlo, porque siempre que podía evitaba salir de marcha con ellos. Qué queréis que os diga, yo lo de salir entre semana cuando luego hay que levantarse a las 7 lo llevo fatal.

La cosa es que hasta nos hicieron un regalito: sendos porrones llenos de pegatinas que rememoraban hechos de nuestra estancia y firmado por todos. Bajo el pitorro está escrita la frase que ha sido para mí el lema de esta temporada desde que la vi pintada en la pared del cine Rex: «La Huerta muere y tú te emborrachas«. Una sorpresa estupenda, casi me arrepiento de haberles dado plantón tantos martes. Son muy buena gente ¿verdad?

Ayer por la tarde, justo antes de la cena, se cerró otro de los capítulos importantes: quedamos con nuestro casero para que nos devolviera… LA FIANZA (ruido de truenos).

Ya sé que prometí hablar de mi casero y no lo he hecho. La verdad es que en este tiempo casi no nos hemos visto, pero siempre que hemos tenido algún tipo de relación con él ha sido más bien desagradable. Todo ello está condicionado porque encontrar un piso en Murcia por sólo dos meses en el que pudiéramos estar mi compañero y yo fue una labor muy difícil. Faltaban cinco días para el viaje y aún no teníamos nada apalabrado, por lo que cuando encontramos el anuncio nos lanzamos desesperados al teléfono y casi ni hubo negociación (bajada de pantalones). El piso es muy superior a lo que nosotros buscábamos. Muy nuevo, muy grande, con mucho espacio (total, si estamos currando todo el día, ya me contaréis para qué queremos tanta luz), en una zona pijilla… y claro, el precio es desorbitado. No teníamos elección.

La cosa es que el casero es un tío inesperadamente joven (25-30) que tiene, que sepamos, otros dos pisos en alquiler en la ciudad y un curro de funcionario. Un pedazo de «Borjamari». Vamos, que este tío podría vivir perfectamente de las rentas y yo, personalmente, sospecho que está implicado en el caso Malaya, pero es sólo una apreciación mía no contrastable de forma directa.

No voy a extenderme aquí sobre los detalles, pero debe ser una persona bastante maniática por las cosas que dice y las exigencias un poco extravagantes que tiene. El tema es que siempre que le hemos pedido algo nos ha dado largas al principio y hemos tenido que «perseguirle» telefónicamente después («Ah, hola Rafa. Te iba a llamar precisamente ahora» y tal). Además de esa tendencia al escaqueo, este tío es bastante rácano. Ya sé que eso es una sinapomorfía de todos los caseros, pero es bastante llamativo que te prometa una «cocina equipada» y cuando le pides unos cuchillos -que no había- se lleve las manos a la cabeza y te pide que los compres tú que eso es muy barato. Dos semanas después apareció con las cosas que le habíamos pedido (y una novísima, inexplicable e inutilísima sandwichera) y un juego de cuchillos del IKEA, que son más malos que la carne de vampiro. Eso sí: me juego un riñón a que no había otros más baratos en 300 km a la redonda.

Otra cosa curiosa es que trajo un DVD sin cables y sin mando. Lo dejó ahí, como de adorno, porque cuando le pedimos que nos comprara unos cables nos dijo que no «porque los cables cuestan 15 euros y por 30 tienes un DVD nuevo». Con tal de no soportar la programación televisiva yo mismo compré los cables (¡halaaaaa!, ¡tirando la casa por la ventana!).

Euroconector + cable de alimentación DVD: 7 leuris

Hacerse socio del videoclub de la esquina: 10 leuris (da para muchas películas)

Pizza, por darse el gusto de no hacer cena: 10 leuris

La cara de imbécil que se te pone cuando descubres que sin el mando no hay manera de seleccionar «Ver película»: no tiene precio, os lo aseguro

Bien, ahora ya sabéis por qué me daba acidez de estómago pensar en este señor y por qué mi compi y yo lo apodábamos cariñosamente «PHP» (pequeño hijo de puta). Llegado el momento de recuperar la fianza yo andaba un poco mosqueado, así que aprovechando que mi compañero se marchaba hoy convencimos al PHP para quedar ayer. El lugar elegido fue el «Cafe di Roma», en la plaza de la catedral (que algún murciano juzgue por mí este detalle). A pesar de mi tono seco, desafiante y buscabroncas que llevé puesto en todo momento, el PHP nos recibió con una sonrisa, nos intentó invitar a algo y nos dio la fianza íntegra (billetes auténticos, que los he examinado uno a uno). ¿Os dáis cuenta? ¡Ni siquiera ha querido ver si el piso está limpio! Esto yo no me lo esperaba del PHP, la verdad. Unos insultos y unos gritos para terminar habrían estado geniales y me habrían dado mucha chicha bitacoril… pero no, el tío cumplió.

Son tiempos extraños…

En conclusión: soy una mala persona. La gente a la que he dado plantón durante las marchas nocturnas me regalan un porrón, y el casero al que tenía demonizado es un cacho de pan.

Lo peor es que ahora que tengo la fianza me planteo dejar el piso sin la limpieza final prometida y, lo que es más importante para el PHP: «me dejáis el edredón doblado en el altillo» (¿?). ¿Qué debería hacer? ¿Qué acabaré haciendo? Se aceptan apuestas amigos

9 comentarios en “Últimas horas en la Huerta (con un suplemento especial sobre mi casero)

  1. «La vida esta llena de finales que no te esperas», como decia el anuncio del sat familiar, en venganza por todo lo que cuentas yo cancelaba la limpieza e incluso ensuciaba mas aposta, ya que asi te desaogas y el tio se va a quedar con una cara digna de inmortalizar (soy un poco masoca lo reconozco….)

  2. pues chico, para qué liarse la manta a la cabeza. que digo yo que qué mas te dará hacer un repasillo por encima (no cansarse, en serio, que hagas lo que hagas al casero le tocará hacer limpieza profunda). ahora, lo del edredón me parece definitivo. qué campeón.

  3. Estas instrucciones con claves tipo «edredón-altillo» nunca me gustaron. Si lo dejas en el armario, malo; si lo dejas encima de la cama, peor. Por favor, déjeme un margen, que la vida ya es aburrida. Déjalo en el baño, qué cognum.

  4. Esto de los caseros daría para un monográfico, ¿verdad?.
    Hace tres años, en mi primera experiencia hannoveriana, mi casero nos dejó a mi compi madrileño y a mí un sandwich pegado en la ventana. Obviamente al principio a uno se le pasa por la cabeza que es una manera bastante exótica de ser un cerdo. Pero es que resulta que era una obra de arte (el tipo era estudiante de Bellas Artes y se marchaba de Erasmus a Portugal) y quería conservar su grasienta obra donde la había «colgado». Además nos dejó 34 plantas de diferentes tipos a nuestro cuidado como parte del contrato de alquiler (¿?¿?¿).
    Por supuesto, luego hicimos lo que nos dio la gana. El sandwich -corrupto como un excremento en la humedad- fue a parar a una instalación que había montado yo -estudiante también de Bellas Artes- en el contenedor de basura orgánica.
    Ejerciendo tal condición -estudiante de Bellas Artes- consideré tomarme la misma licencia que mi casero y dejarle unas cuantas «obras de arte» en la casa aprovechando que yo me regresaba a España antes de que él volviera a Hannover. A saber: una señal de autopista con un 4,6 (trofeo de borrachera), dos televisores reventados, ovejas de papel por las paredes, marcos vacíos representando obras vacías… 34 plantas agonizantes… (esto último me supo muy mal… tengo empatía con estas criaturas, pero yo era un olmo y el casero me pedía peras…)

  5. JAJAJA! Estuendo post, Rafa. De verdad, me he tirado por el suelo de la risa. Pero hombre, de mala persona, nada. Lo que te pasa es que estás haciéndote mayor. Yo dejaría el edredón en el altillo y me llevaría los cables, sólo. Limpieza, lo que ve la suegra.

  6. Limpia el piso y deja el edredón en la cocina,encima de la mesa por ejemplo, que tampoco hay que hacerle caso en todo. No es cuestión que el PHP la tome con el proximo inquilino y adquiera la costumbre (muy extendida) de no devolver la fianza ni a tiros.

  7. Bienvenido a Murcia!!!!! donde no es oro todo lo que reluce. Segúramente tu casero podría ser perfectamente uno de los que te ha regalado el porrón. En Murcia la gente tiene dos caras.

    Lamento no haberte invitado a esa caña. De verdad que he tenido muchísimo follon estos días. Además, sólo podía los martes, que es cuando tu te quedabas en casa ;-) ( eso es una excusa, pero es verdad que he estado liado ).

  8. Queridos todos:

    estoy en Madrid sano y salvo. Pude leer muchas de vuestras aportaciones antes del regreso y quizá os interesa saber que sí, hice una limpieza superficial del piso (no es que estuviera muy sucio, y por cierto, os recuerdo que cuando yo llegué había papeles pegados con chicle en la pared y una bola de pelo en el desagüe de la bañera). El edredón está correctísimamente plegado y dentro de su funda, colocado con mimo en el interior de la bañera de los pelos. Sois los mejores.

    PD: Fizban, no pasa nada, yo también he estado ocupado.

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