Miguelito slasher (capítulo 1)


El relato que se puede leer a continuación es una variante de cadáver exquisito escrito por el Dr. Litos y un servidor. Cada autor desconoce lo que tiene en mente el otro hasta que el capítulo sale publicado. Podréis leer cada semana, alternándose entre nuestros respectivos blojs, un capítulo nuevo de esta inquietante historia de suspense neorrural.

MIGUELITO SLASHER

Capítulo 1

En lo más profundo de la provincia de Albacete, un monovolumen surca la autopista exactamente a 123 km/h, gracias a su moderno y conveniente sistema de velocidad programada. Desde que adquirió este confortable vehículo familiar, Julián se ha ahorrado unas cuantas multas en los viajes de ida y vuelta a La Manga, y más de un berrinche también gracias a la posibilidad de enchufarles a sus hijos (o «los críos», como les gusta llamarlos delante de los extraños) un poco de tele. Sin embargo, este regreso de la habitual segunda quincena de agosto en la playa está siendo algo más enervante de lo habitual y ni siquiera el DVD de High School Musical está sirviendo de mucho. Carlitos y Ángela llevan como 100km peleándose, minando lenta pero inexorablemente la paciencia de sus padres.

– ¡Ya vale! ¡YA VALE! – interrumpe finalmente Mamen – ¡Parad de una vez! ¡Me tenéis frita!

– Pero mamá, es que no me deja la…

– ¡Que os calléis!

– Pero…

– ¡Ni pero ni pera!

– Mamá, me hago pis – interrumpe Ángela, no demasiado intimidada por la subida de tono de voz de su madre.

– ¿Que te haces pis? – Mamen no sale de su asombro – ¿Cómo que te haces pis? Si te lo pregunté justo antes de salir… ¿Tú lo oíste, no? – dice dirigiéndose a Julián, al volante – Lo oíste que se lo pregunté y nada, que no quería. ¡Arrrg! – Julián se limita a encogerse de hombros. Lo cierto es que no recordaba haber presenciado ese diálogo – Pero, ¿Mucho pis?

Ángela la mira con cara de gravedad y asiente.

– Yo de verdad que no lo entiendo.

– Cari, no te preocupes, que paramos y ya está. Si además hay que echar gasolina, salimos aquí y listo. – Julián toma el desvío siguiendo una señal con el símbolo del surtidor de gasolina, provocando una reacción insospechada en Mamen.

– ¡Noooo! – dice gritando, y casi provoca un volantazo –

– ¿Cómo que no? -reacciona asustado- ¿No teníamos que parar? ¡Joder Mamen, no hay quién te entienda!

– ¡Pero en esta no! ¿No ves que no está en la autopista? ¡Nos vas a meter en el pueblo! – Mamen se lleva las manos a la cara. Hoy no es su día

– Bueno, ¿y qué si es en el pueblo? Tampoco será tan malo ¿no? – le responde en tono molesto.

– ¡Pero si es que no te enteras, cari!

El «cari» del final es un intento insuficiente de intentar dulcificar una frase que ha sonado demasiado dura. Se abre un incómodo silencio en el interior del monovolumen sólo roto por el un gallo de Zack Efron y por Carlitos que afirma en voz baja con regocijo:

– ¡Papá ha dicho «joder»!

***

«Valdegranados de la Rambla. Se prohibe la veta ambulante en todo el casco urbano», reza un cartel avejentado por el tiempo, unos minutos después. Parece que, en efecto, la gasolinera se resiste a manifestarse.

– Bueno, podemos aprovechar y comprar una caja de miguelitos – dice Julián, intentándole buscar algo bueno al retraso, que se hace ya inevitable.

– Los miguelitos son de la Roda. Para eso teníamos que haber parado en la estación de servicio de la Roda, la que está justo al lado de la autopista. – responde con sorna Mamen.

– ¡Miguelitos hay en todos lados!

El pueblo parece desierto. No es que sea ninguna metrópoli en cualquier caso, pero aún así es llamativa y sospechosa tanta quietud. Tras recorrer varias calles estrechas entre casas con las persianas cerradas por la canícula de las tres de la tarde, en una pequeña plaza ven por fin a un paisano. Un anciano sentado en un banco, con los pantalones bien agarrados con el cinturón a la panza, unos quince centímetros por encima de la altura del ombligo. El señor, apoyando su cabeza sobre un bastón, aguanta como puede el Lorenzo gracias a la visera de una gorra de la Caja Rural que le cubre la cabeza.

La luna del asiento de Mamen baja lentamente, zumbando pero poco, porque el moderno monovolumen es muy silencioso.

– Disculpe, ¿la gasolinera? – le pregunta al paisano

Como si se tratara de un mimo profesional haciendo una performance sobre la vacuidad de la vida, el susodicho habitante de Valdegranados mantiene su perfecta inmovilidad durante lo que a nuestros protagonistas les parece una eternidad y media. Finalmente, sin mediar palabra y sin alterar su inquietante expresión de recelo, señala hacia una de las calles del fondo de la plaza.

Casi en la otra punta del pueblo llegan finalmente a la gasolinera. Dos surtidores (uno de ellos luciendo un letrero hecho con un cartón: «No funciona»), un parasol y una diminuta oficina. En frente, un bar con la puerta abierta. Un hombre enfundado en un mono azul sale limpiándose las manos con un trapo de la oficina con parsimonia. Mamen, por su parte, apenas tarda un segundo en salir del coche y arrancar a Ángela de la sillita de seguridad. Ambas se escurren entre la cortina de macarrones del bar a toda prisa, directas al baño de señoras.

– ¡Compra los miguelitos! – le grita Julián en el último momento.

Tras detener el motor, Julián y su hijo salen del coche y se estiran ostentosamente. El sufrido padre de familia le indica al señor del mono que llene el depósito. Carlitos, fan de Hannah Montana y emulador de Justin Bieber en sus rato libres, examina interesado la colección de CDs de Camela, José Ángel y un largo etcétera expuesta junto a la oficina.

Esto no lo tenéis en Madrid ¿eh? – afirma jocoso el señor gasolinero.

– No somos de Madriz, somos de Leganés – le espeta como única respuesta y sin pestañear, recibiendo como a cambio una mueca de mosqueo.

– Jejeje, ¡estos críos! – le disculpa su padre.

Unos minutos y 62 euros más tarde, Julián está de nuevo en el volante, listo para recuperar el tiempo perdido. A falta de que Ángela haya hecho por fin pis y que Mamen vuelva con los miguelitos. Quizá si programa la velocidad a 125 km/h, arriesgándolo ahí todo, aún estarán en casa a tiempo para el partido. Pero la cortina de macarrones continúa inmóvil.

– Papá, ¡cuánto tardan!

Julián suspira. Para que luego se queje de retrasos…

– Vamos a buscarlas.

8 comentarios en “Miguelito slasher (capítulo 1)

  1. ¡Genial! Aún estoy carcajeándome, desde la descripción del viaje en coche no he parado de hacerlo. Y el señor con el pantalón 15 cm. por encima del ombligo… REAL AS LIFE.

    Intentaré estar a la altura con la continuación, ¡anda que no lo has dejado en el aire mamón!

  2. No deja de ser curioso que en un post de una familia que para a mear en un pueblo de Albacete ya haya más intriga que en el trailer de Holmes & Watson de Garci. Bueno, curiosos no se si es la palabra. Dr. Litos, lo vas a tener chungo, pero tus lectores confiamos en ti.

    Estupenda la idea y me congratulo del desperezamiento del bloj invertebrado.

  3. Genial! me encanta el cliffhanger!! Pero ahora no me hagáis una ridleyscottada, que os veo venir (y tenéis los mimbres) de llenarlo de biólogos asustadizos que se ponen a jugar con serpientes y geólogos-cartógrafos que se pierden en sus propios mapas. O si, lo mismo hasta da juego… ;)

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