El código de Melbourne


(novela de Dan Brown generada al azar gracias a esta simpática página)

ResearchBlogging.orgNo me he resistido a dejar este título sin más explicación porque le da un aire muy esotérico y browniano al post, pero no, me temo que no vamos a hablar de nada misterioso ni paranormal. O bueno, quizá sí. Allá por 2008,  lancé al aire una pregunta premonitoria que ha resultado cumplirse. Me refiero al post «Latinajos y malas hierbas«, que trataba sobre el uso del latín en la botánica.

La botánica es de los pocos campos del conocimiento que puede decir que aún hoy en día exige el uso del latín en una parte de su desarrollo. No me refiero al hecho de que los nombres científicos suelan darse en forma de binomios latinos o latinizados. A fin de cuentas eso también pasa en la zoología y tiene sólo efectos formales de nomenclatura. Un nombre es sólo una etiqueta, un significante vacío en sí mismo. Podríamos llamar a la especie humana Homo stultus o «AX-564» que nos daría exactamente igual a efectos del trabajo de la biología siempre y cuando todos lo llamásemos igual. En lo que la botánica sigue siendo tan latinista como Benedicto XVI es que cada vez que se describe una especie nueva, la publicación debe incluir una breve diagnosis en latín de forma obligatoria. Es decir, el texto de la descripción puede estar en inglés, español, ruso o chino, pero entre otros requisitos formales, después de la asignación del nuevo nombre, debe haber unas líneas en latín que expliquen en qué se diferencia la nueva especie de las que son más similares. Y en su día puse este ejemplo.

McCallum, D. A. & Balkwill K. (2004) A new species of Ocimum (Lamiaceae) from Swaziland. Botanical Journal of the Linnean Society 145: 379-383)

Esta norma se explica, por supuesto, como una herencia histórica de los tiempos en los que el latín era la lingua franca de la ciencia, como hoy puede serlo el inglés. En su momento se trataba de una norma de carácter práctico y no de un capricho snob. Sin embargo, conforme el inglés fue convirtiéndose en la lengua de referencia y el latín desaparecía de la educación occidental, esta norma empezó a convertirse en un dolor de cabeza para muchos. Es muy habitual leer entre los agradecimientos de las publicaciones de taxonomía botánica que Fulano o Mengano prestó ayuda con la diagnosis latina, y es que cada vez son menos los profesionales que pueden solventar sin ayuda este requisito. Los más perjudicados resultan ser los botánicos de países no occidentales, cada vez más pujantes en cuanto a publicaciones científicas, pero en los que el estudio del latín nunca ha tenido presencia en la formación académica. Lógicamente, para muchos nostálgicos, esta norma era además seña de tradición, pero ya se sabe que las tradiciones no aguantan para siempre…

Este verano ha tenido lugar en Melbourne el XVIII Congreso Internacional de Botánica, uno de los acontecimientos más sonados del campo (ya veis que desde 1900, en el que fue el primero, sólo han tenido lugar 18, lo que los hace más exclusivos que las olimpiadas). Uno de los saraos ineludibles de este congreso es que se reúne la Sección de Nomenclatura, cuyos miembros son los únicos que tienen potestad para cambiar el Código Internacional de Nomenclatura Botánica (CINB), el que recoge la normativa para la correcta denominación de las especies. De hecho, este código suele llevar el nombre de la ciudad donde se celebró el último congreso. Como os contaba en 2008, el código vigente es el Código de Viena, resultado del congreso de 2005. Por lo tanto, ya os habréis dado cuenta de a qué responde el título esotérico del post.

El Código de Melbourne, que entrará en vigor en 2012, incluye novedades [1]. Bastantes. Supone un paso importante en la modernización del código de nomenclatura de las plantas, y modifica algunas de esas tradiciones que tarde o temprano iban a caer.

  • Para empezar, se le cambia el nombre al código. El antaño conocido como «Código Internacional de Nomenclatura Botánica» pasará a llamarse a partir del año que viene «Código Internacional de Nomenclatura de algas, hongos y plantas«. Esto es bastante irrelevante, pero de alguna manera se formaliza que el código se hace cargo de los nombres de algas y hongos por tradición y estabilidad, pero que, evidentemente (y como se sabe desde hace mucho), ni los hongos ni la mayoría de las algas son plantas.
  • «Un hongo, un nombre» y «un fósil, un nombre«. Hasta la fecha, existían un par de lagunas en las cuales una misma especie podía recibir dos nombres distintos. Una de ellas eran las distintas formas (anamorfo y teleomorfo) que podían presentar los hongos en función de su estado reproductor, a menudo difícilmente correlacionables. Como este escollo cada vez es más fácil de salvar gracias a la genética, es lógico que se acabe con la laguna, fuente de confusión. Algo similar ocurría con los fósiles, que si eran de distintas partes del organismo, en ocasiones han recibido nombres diferentes. Este código acaba con ambas excepciones.
  • Publicaciones electrónicas. Hasta ahora, uno de los requisitos para que las publicaciones formales de nombres científicos fuesen válidas era su publicación impresa. De nuevo, esta especificación se hizo para asegurarse de que no se admitirían publicaciones manuscritas, sin considerar que algo como internet haría su aparición. Este código se adelanta al de zoología y se convierte en el primero de los dos que admite publicaciones exclusivamente electrónicas.
  • Bases de datos para nombres de hongos. Como experiencia piloto, una nueva señal de la adaptación de la taxonomía a herramientas en línea muy valiosas. Uno de los problemas seculares que arrastra la nomenclatura es la ausencia de bases de datos centralizadas de nombres. Eran impensables en el pasado, pero la cosa ha cambiado. Los primeros organismos que estrenan esta norma y cuyos nuevos nombres deben inscribirse en una base de datos centralizada oficial son los hongos. La base se llama MycoBank.
  • Modificación del requisito de la diagnosis en latín. El cambio más esperado (o temido). A partir de 2012 no será obligatorio que la diagnosis de las nuevas especies sean en latín, sino que podrán ser en inglés o en latín, (pero sigue siendo un requisito indispensable para que el nombre sea válido) con lo que esta solución salomónica posiblemente deje contentos a todos.

Como podéis comprobar, algunas novedades tienen cierto calado y son muy beneficiosas. Es lógico que un normativa como esta cambie lentamente, porque la efectividad de un código de nomenclatura está en su estabilidad, en poder usar los mismos nombres ahora que en 1735 o en 2503, pero no debemos olvidarnos de que los nombres son «sólo» eso, nombres, etiquetas. Los actuales códigos nomenclaturales de los organismos, derivados de Linneo, han demostrado ser bastante solventes manteniendo la estabilidad de un código necesario para la comunicación entre generaciones. En cuanto al asunto del latín, ¿Es relevante el cambio? El tiempo lo dirá. Es cierto que hoy puede ser un incordio recurrir al latín para publicar una especie nueva, pero si qusiésemos poner en perspectiva la labor de los taxónomos en un número muy largo de siglos, quizá el hecho de que haya varios idiomas de referencia acabe con la presencia de diagnosis en latín, inglés, chino o swajili, que era precisamente lo que la normativa quería evitar. Hoy por hoy, sin duda, para la mayoría de los autores va a ser mucho más práctico escribir la diagnosis en inglés. Eso no quiere decir que el latín vaya a dejar de ser necesario para bucear entre la bibliografía antigua cuando toca desenmarañar conflictos nomenclaturales, que haberlos, haylos, y a veces su resolución pasa ineludiblemente por entender las diagnosis latinas.

Referencia:

[1] Miller, J., Funk, V., Wagner, W., Barrie, F., Hoch, P., & Herendeen, P. (2011). Outcomes of the 2011 Botanical Nomenclature Section at the XVIII International Botanical Congress PhytoKeys, 5 DOI: 10.3897/phytokeys.5.1850

21 comentarios en “El código de Melbourne

  1. >>Un nombre es sólo una etiqueta, un significante vacío en sí mismo. Podríamos llamar a la especie humana Homo stultus o “AX-564″

    O 12q808, por poner un nombre al azar… XD

  2. Pingback: Enlaces yuriesféricos del 18/10/2011 | La Yuriesfera

  3. Jezabel: mmmm, un ejemplo tan bueno como cualquier otro ;-)

    Devil’s: Bueno, esto en realidad es nomenclatura, y puede ser MUY aburrida, así que gracias por el piropo. Sobre lo otro… Ssssh ¡Nada de spóileres!

    08181: Si te dedicas a plantas entonces somos del mismo gremio, aunque evito hablar de trabajo cuando como y cuando blogueo, jejeje

    Crazy Xabi: Ya ves, yo hasta que leí estas resoluciones ni siquiera sabía que podían tener nombres distintos, menuda aberración.

  4. El anamorfo y el teleomorfo en los hongos podían y de hecho, tenían nombres diferentes. Era el caso de algunas especies de Candida de las que sí se consiguió describir el teleomorfo, como por ejemplo, Candida krusei, que es una especie con significancia en clínica por su resistencia intrínseca a los azoles utilizados en terapia antifúngica. Pero, además de ser muy muy difícil conseguir el teleomorfo en el laboratorio (en el caso de C. krusei, creo que se le llamaba Issatchenkia orientalis, figúrate qué nombre…), personalmente, nunca he entendido la relevancia que puede tener denominar como especies diferentes a la fase sexual y asexual… probablemente, ya que has vuelto a tocar el tema, y me incumbe bastante, me volveré a repasar los motivos por los cuales se utilizaba esta absurda regla. Porque alguno habría, digo yo!

    Interesante, como todo lo que publicas :D

  5. Devils, me obligan a mantener el silencio.. ¡vivo coaccionada!

    Biónica, lo de Candida krusei suena a marca de cereales. ¡Desayuna Krusei, toda la energía para empezar el día!

  6. @Bionica: como al principio se tomaban los caracteres morfologicos muy en serio y generalmente a partir de individuos unicos, pasaba como con muchas fases haploides y diploides de algas que tenian nombres distintos. Pero lo de seguir usandolo para mi que era cosa de tonteria pura y dura…

    Es mas, cuando te metes un poco en taxonomia o filogenia te encuentras que para un mismo genero, hay especies con generos distintos… no se si me explico…
    Y como tengas que buscar secuencias y no estes al tanto del tema te puedes volver loco

  7. Biónica: mira tú, gracias por poner un ejemplo con lo del anamorfo y el teleomorfo. ¡Se acabó el caos!

    Denke: jajaja vale vale, yo soy biólogo

    De nuevo, gracias por los comentarios, me alegro de que os haya gustado.

  8. Y ahora leyendo el artículo completo me doy cuenta que es a ti a quien entrevistan, jajaja. Ignora mi mensaje anterior ;). ¡Un abrazo tío!

  9. Pingback: El latín, ni para la botánica | OrgulloDeSerLatino.com

  10. Pingback: El latín, ni para la botánica @ Noticias de europa

  11. Pingback: El latín ni para la botánica /Micológica Gran Canaria | BlogsProfesionales.es

  12. Pingback: La especie de la semana: Psilocybe allenii « Diario de un copépodo

Deja un comentario