Lo que nos enseñó el preformacionismo

homunculuslarge.pngTenía pensado comenzar el título de esta entrada «los trapos sucios de la ciencia» como ya hice con la de la historia de la estructura del ADN. No lo he querido hacer porque podría transmitir una especie de mirada por encima del hombro a las teorías del pasado que una vez estructuraron la biología incipiente y que resultaron ser falsas. Con los medios de los que disponemos en la actualidad a menudo es tentador tachar de barbaridades muchos de los planteamientos científicos empleados en el pasado. Creo que resulta mucho más interesante meterse en la mentalidad de la época e intentar entender las motivaciones y evidencias que llevaron a pensar lo que ahora nos parece absurdo pero que en su momento fue totalmente razonable. Este ejercicio ayuda además a relativizar el avance de la ciencia: somos productos de nuestro tiempo, y a veces nuestra propia mentalidad, nuestros valores y nuestra forma de pensar como colectivo, como sociedad, determina qué somos susceptibles de creer y por qué tipo de ideas estamos dispuestos a luchar, y no sólo en el campo de la ciencia.

Allá por el siglo XVII ya se conocían los fundamentos básicos de la reproducción animal en lo que respecta al papel de los gametos (óvulos y espermatozoides) en la concepción de una célula-huevo (cigoto) que es la que, al desarrollarse, da lugar al organismo en cuestión «a imagen y semejanza» de sus progenitores. Había aún, como es natural, muchas lagunas por esclarecer (la embriología sigue siendo en la actualidad un campo con multitud de procesos y fenómenos por descubrir). Uno de los aspectos que resultaba más llamativo era la capacidad que tenía una célula indiferenciada en dar lugar a un animal completo, en todos sus detalles. Es en este contexto donde surge el preformacionismo que defendía que en los gametos ya existía una versión microscópica del organismo adulto y que por lo tanto el desarrollo embrionario se limita exclusivamente al crecimiento del animal liliputiense en cuestión (animálculo). Arriba a la izquierda podéis ver el dibujo de un espermatozoide humano realizado por Nicolas Hartsoeker en 1694 en cuya cabeza podéis ver un diminuto bebé en posición fetal (conocido como homúnculo). Por ridículo que pueda parecer en la actualidad, no sólo se pensó que esta explicación al desarrollo embrionario era posible, sino que además Harstoeker creía ver realmente a estos homúnculos a través del microscopio y ahí está la cuestión fundamental. Yo no dudo de la honestidad científica de Harstoeker, pero sirve para ilustrar que cuando se busca por todos los medios una explicación se llega a forzar tanto a la mente que a veces se le obliga a dar una. Por otra parte nos podemos imaginar las limitaciones tan enormes de aquellos microscopios pioneros donde al cabo de un rato dejándose los ojos el científico era capaz de ver cualquier cosa sin la ayuda de ningún tipo de psicotrópico.

No es censurable que Hartsoeker viera hombrecillos dentro de los espermatozoides. Sí lo es que este error permaneciera más allá de lo estrictamente inevitable. Me recuerda al chascarrillo que cuenta que, durante muchos años, se pensó que el número de cromosomas de la especie humana era de 44 (realmente son 46, como sabéis). Hasta tal punto este número quedó fijado en la mentalidad de los biólogos de la época que en ciertos libros se podía ver una imagen de los 46 cromosomas bien visibles mientras que el pie de foto sostenía que eran 44.

Continuando con el preformacionismo me gustaría añadir que con el tiempo se desarrollaron dos ramas: la de los espermistas (como Hartsoeker) que pensaban que el homúnculo estaba en el espermatozoide y la de los ovistas que veían más verosímil que éste estuviera en el óvulo. Para añadir más leña al fuego, hubo quien empezó a plantearse que, de ser cierto el preformacionismo, cada homúnculo contendría en su interior los gametos con los homúnculos de la siguiente generación y así sucesivamente.

Como oposición al preformacionismo estaba el epigenetismo (no confundir con la epigenética), que explicaba la formación del organismo a partir del material genético contenido en un huevo homogéneo. Con el paso del tiempo, especialmente con la mejora de las técnicas de microscopía y limpieza de legañas, dejaron de verse homúnculos y el epigenetismo terminó por imponerse.

Durante una clase de 5º curso un profesor mencionó al preformacionismo en una intervención que resultó ser de las que más me gustaron de toda la carrera. Nos habló del homúnculo y todo lo demás desatando risas entre muchos de los alumnos (recuerdo que fomentar las miradas por encima del hombro hacia el preformacionismo es precisamente una de las cosas que quería evitar). Tras las (esperadas) risas advirtió que no nos extrañáramos tanto puesto que aún a comienzos del siglo XXI se podían caer en simplificaciones semejantes. A continuación cogió un póster doblado y lo extendió a la vista de todos. Era el póster del número especial de Nature en el que aparecían resumidos los resultados del Proyecto Genoma Humano, cuyo «mapeo» había sido completado muy recientemente por aquel entonces. Aunque es muy discutible asemejar el preformacionismo con el PGH es cierto que había (y sigue habiendo) una tendencia a considerar desde un punto de vista quizá excesivamente determinista a todo lo que tenga que ver con los genes, y este efecto sí que tiene que ver con el preformacionismo: lo que aún no se conoce bien se rodea de un halo de misterio y de omnipotencia. Los titulares de los periódicos (a menudo excesivamente sensacionalistas) hablan constantemente de «el gen de la diabetes» «el gen de la inteligencia» o «el gen de las torrijas» como si todo estuviera ya de antemano escrito en los genes. Estemos advertidos de que en otras ocasiones en las que se forzó una respuesta a cuestiones que no estaban solventadas se acabaron viendo diminutos hombrecillos en los espermatozoides. En los planes de estudio modernos la importancia que se da a la historia de la ciencia es casi nula. Quizá no fuese una mala idea que los futuros científicos aprendiesen a relativizar los avances de sus disciplinas. No nos extrañe que luego pase lo que pasa.

11 comentarios en “Lo que nos enseñó el preformacionismo

  1. Me ha gustado mucho la última de tus conclusiones: «En los planes de estudio modernos la importancia que se da a la historia de la ciencia es casi nula». A mí siempre me han dicho que cuando vaya a hacer algo que no sepa, no está de más pedir consejo y aprender de quien ya lo hizo antes. Una historia tan plagada de barbaridades, errores y fracasos como la de la Ciencia debería ser tenida en cuenta. Además de ser absolutamente apasionante: te recomiendo echar un vistazo a la obra de José Manuel Sánchez Ron.

  2. Una entrada genial Rafa, me ha gustado mucho leer acerca de las teorías de la reproducción animal y humana, ya que, estando aún entre primero y segundo curso de carrera, sólo nos habían mencionado la teoría del homúnculo y muy por encima. No sabía nada de esas vertientes de pensamiento en relación de este tema y del camino que tomó definitivamente hasta lo que tenemos aceptado hoy en día.

    Lo dicho, muy interesante. Le echaré un vistazo a la entrada de la estructura del ADN, que también pinta bien.

    Saludos ;)

  3. De verdad, además de aleccionador, leer su bitácora es un gustazo.

    Enhorabuena, como siempre.

    Me encanta pensar en que el tipo en cuestión «veía» a los homúncolos ahí agazapadines.

  4. Jamás pensé que nada que llevara la palabra copépodo pudiera ser medianamente interesante. En fin, como dijo mi profesor en tiempos, bienvenidos al maravilloso mundo del kinorrinchos.

    Ahora en serio. Había visto alguna vez el dibujillo ese, pero jamás me habían contado la historia… o a lo mejor me la dormí… :)

  5. Mi desafío constante es despertar el interés por estas cosillas varias. Me hincho de satisfacción cuando me decís esas cosas.

    PD: Es cierto que el mundo de los kinorrincos es maravilloso, pero los copépodos los ganamos por la mano

  6. Espero que no te hinches demasiado. Porque aquí te agrego más aire para tí: realmente uno de los mejores blogs que he leido hasta ahora. Abundancia Y claridad no son cosas fáciles de lograr, y sueles lograrlo, e incluso lo logras haciendo que la lectura también sea amena.

  7. Puf, me con estos comentarios me dejáis sin saber qué decir. Transmitiré las felicitaciones inmediatamente a todo el equipo que hace posible DDUC. ¡Gracias!

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