Hay que aprovechar las oportunidades que se tienen, y como ya me va quedando poco de estancia americana (al menos por esta vez) este fin de semana hemos hecho una visita relámpago a Chicago, una pedazo de ciudad que dará próximamente para un par de entradas por lo menos.
La cosa es que tomar un avión en EEUU, aunque esencialmente no es muy distinto a tomarlo en Europa, da un poco de congoja por la fama, merecida o no, de auténticos desgraciados que se han ganado los yanquis en asuntos de aduanas, vuelos y controles. Un servidor tiene, además, un modesto expediente de elementos sospechosos de su equipaje que han sido objeto de revisión minuciosa en distintos aeropuertos del mundo: tenedores de metal, jeringuillas de presencia difícil de justificar, polvos sospechosos, bolsitas con plantas, etc.
Por eso, y sobre todo recordando la experiencia del año pasado en la que detectaron trazas de explosivos en mi equipaje a la salida de EEUU, al hacerlo para el fin de semana creí ser muy cuidadoso: líquidos en botellitas pequeñas, a su vez en su bolsa de plástico correspondiente, ropa cómoda, zapatillas fáciles de quitar, calzoncillos limpios (nunca se sabe), etc. La idea era no tener que facturar equipaje para no perder tiempo (tratándose sólo de un fin de semana), así que en mi mochila de campo me cabía todo lo necesario.
Sin embargo, por una de esas casualidades del destino, a pesar de estar completamente seguro (hubiese puesto la mano en el fuego) de que mi mochila se hallaba libre de todo objeto sospechoso y de que todo el material campero había sido retirado de la misma, mi instinto me iba a jugar una mala pasada.
Después de atravesar el arco, arrebatada mi dignidad, descalzo y con el pasaporte en la boca, mientras esperaba que mi mochila saliese de la cinta, me pregunta una trabajadora del aeropuerto muy polaitemente: «¿Lleva algún objeto afilado en su mochila?», a lo que yo, soberbio y confiado, a sabiendas de haber sido responsable con mi deber de buen ciudadano-oveja dije con cierto retintín de suficiencia «no, no lo creo».
La señorita, muy profesional, me pidió educadamente revisar manualmente mi equipaje, y yo obviamente le consentí que lo hiciese mientras me ponía las zapatillas. Unos segundos después me dejó atónito, ojiplático, de pasta de boniato y rojo de embárasment cuando vi que sacaba del bolsillito lateral no una ni dos, sino mis tres hermosas navajas, una detrás de otra, ante la asombrada mirada del pasaje y miembros de seguridad.
Coge la primera. Típico cuchillo plegable de mango de madera, sin punta pero afilado, ideal para cortar queso y chorizamen. Lo inspecciona, comprueba su filo, lo deposita sobre la mesa. Primera mirada reprobatoria.
Segundo elemento. Típica navaja suiza multiusos. Nuevecita. La compré el verano pasado cuando jubilé a su predecesora. Esta no la abrió, ya sabía lo que era.
Tercer objeto sospechoso, el más exótico y por lo tanto, el más sospechoso de todos. Una navaja de vendimiar. Por si no sabéis cómo son, las navajas de vendimia vienen a ser una cosa tal que así:
Adquirida en el Rastro hace pocos meses en sustitución de su predecesora (igualmente confiscada en un aeropuerto por un descuido similar), también ha tenido una vida útil muy corta. La señorita abre la reluciente hoja falcada de doce centímetros con los ojos abiertos. Miradas de mosqueo del resto de los pasajeros. Me pienso si merece la pena explicarle lo útil que es para un botánico una castiza navaja de vendimiar al recolectar plantas en el campo. Decido que no merece la pena, porque obviamente es un arma diseñada específicamente para cortar la yugular a los infieles cuando le dan a uno arrebatos yihadistas.
La señorita suspira y dice que lo lamenta mucho pero que con eso no puedo subir al avión (qué educados son estos yanquis para dar malas noticias), que si las quiero facturar. Yo a esas alturas sólo espero que no se pongan a cruzar los datos del año pasado y descubran que el apuesto joven de las tres navajas y apellido sospechoso es el mismo de las trazas de explosivos del año pasado, el que tenía un porrón de sellos en árabe en su pasaporte y que encima tiene un bloj comunista, así que le digo con la misma amabilidad que haga con las navajas lo que le salga de las narices y hago mutis por la terminal de turno.
¡Ains! Qué ganas tengo a veces de volver a casa.
Nota mental: ir al Rastro a comprar otra navaja de vendimiar.
Bah. No te hagas el sueco. Reconoce que pensabas obligar al comandante a que desviara el avión para estrellarlo en plan suicida sobre Atlantic City (ejemplar urbe hortera), mientras radiabas una diatriba furibunda contra Gran Scala y todo aquel que ose proyectar algo semejante en cualquier parte del orbe.
Que te tenemos bien calado, chato.
Jojojo, menuda idea me acabas de dar…
«que ganas tengo A VECES de volver a casa»
Ese «a veces» es clave. Y eso a pesar de temer que en cualquier momento te lleven a Guantanamo por una navaja suiza.
Jajajaja, increíble historia. A mi me pasó algo parecido en compañía de mi madre. Bueno, claro que le ocurrió a ella. Pensé que un cuchillo de 20 cms era suficiente metedura de pata en la bolsa de mano en un aeropuerto polaco, pero te has superado.
Sobre tus antecedentes…que sigas todavía en libertad…¡esto con el Gran Hermano no pasaba! >:(
yo tengo otra navajita como esa de «vendimiá», jejeje. La usamos en casa para buscar espárragos trigueros (a ver si encuentro afoto y te la paso).
Procura revisar mejor esos bolsillos cuando viajes q estos yankis son traicioneros, no sea q nos des un disgusto, q en Guantánamo no creo q te dejen comunicar vía internet y sería chungo tener noticias tuyas por el telediario. jejejeej
a cuidarse!
Eulez: el «a veces» es porque se trabaja taaaaaan bien aquí que cuando pienso en volver, pues como que no, pero respecto a todo lo demás, estoy ya un poco harto.
Ay por dior… esa mochila tiene que ser multibolsillos, porque si no, no se entiende cómo te ha podido pasar eso xD. Es como cuando me pasó que tres meses después de comprar un bolso en una tienda, descubro que en uno de sus múltiples bolsillos alberga… tres bragas… y por supuesto no lo descubrí en la intimidad de mi hogar xD. En un autobús xD.
Pero lo tuyo ha sido peor, ándevaaparar xD. Si te consuela, el aeropuerto de Stansted tiene la misma rutina, creo yo. Y son, muy impolites xD.
nota:
en una buena mochila de campo SIEMPRE cabe todo jajajajaja
y con esa fascinación de algunos biólogos por los objetos punzo-cortantes.
yo se que cualquier navaja o cuchillo puede ser empleada para cortar lo que a uno le vena en gana… pero esas navajas que tu llamas «de vendimia» ¿para que se emplean? (es en serio,, no tenía conocimiento de la existencia de esas cosas)
jajajaja
porqué será que me suena tramendamente familiar…
por lo menos no te han quitado las pinzas esas de punta especialmente fina para perforar yugulares que yo soy especialista en colar en los aviones…
Yo he perdido ya tres navajas en sucesivos vuelos, siempre reviso la mochila una y otra vez, pero son muy traicioneras las pequeñajas. Lo curioso es que el último viaje, después de tres intentos fallidos colé una en el avión, me di cuenta cuando fui a sacar algo para leer ya en pleno vuelo. Disimule como pude y la empujé hacia el fondo, como quien no quiere la cosa. Imagínate el revuelo.
¿Por qué no pruebas a llevar en el equipaje algo de jalufo, para disipar esa sospechosa apariencia de familiaridad con el mundo árabe? Un choricito, unos taquitos de jamón…
Saludos.
Juas! Aunq bueno, eso te hubiera pasao en los eeuu y en españa tb. Más mosqeante es aqella vez camino de Bruselas q me hicieron tirar una botellica de gazpacho q me había hecho pal viaje (cuando los comienzos de las tontuna de los líqidos).. ni bebiéndome media delante suya se convenció el segurata de q en españa no comemos pólvora ni nitroglicerina
Pues una vez estaba pasando el control en un aeropuerto y pararon delante mía a un señor de unos 60 años porque le habían detectado una botellita. Éste se deshizo en disculpas por su descuido. El segurata se dirigió a un guardia civil que había al lado pidiéndole instrucciones, el cual con una actitud chulesca propia de una peli de Ozores, al ver el contenido de la botella, salsa Tabasco, largó en tono autoritario y tajante: QUE SE LO BEBA.
El pobre señor encogió 20 cms de la impresión.
A los pocos segundos, el guardia civil mudó su rostro con una sonrisa picarona y le dijo que era una broma y que pasara sin más con la botella de marras.
Cope, si es que a eso exactamente me refería. Ten cuidado con la adicción al trabajo, que los vocacionales tenéis un problema con eso.
Solo puedo decir dos cosas:
1.- Eso es un cuchillo de vendimia o una garra de Velociraptor?
2.- A mi me paso un caso parecido, pero con unas tijeras plegables de cortarse las juñas cuando iba camino de la selva amazónica. Imaginate un par de meses despues como las echaba de menos cuando tenia que podarme las uñas de los pies con un machete….
Yo el año pasado tuve que salir directamente de una practica y meterme en el AVE, que tambien te hacen pasar detectores. A la vuelta, me puse a buscar una cosa en los bolsillos y me salio un bisturi con dos hojas que se me habia olvidado completamente de que estaban ahi, asi que podria haber liado una buena en el tren con precision quirurgica.
Pues a mí me quitaron en el aeropuerto de Málaga un tornillo. ¿Un tornillo? Sí, sí, un tornillo. No sé por qué narices iba yo con un tornillo en el bolso pero lo cierto es que, desde entonces, no me siento la misma…
Besos.
Patri, claro que no puedes sentirte la misma: has perdido un tornillo. Lo siento, el chiste era demasiado facilón xD, I know. Pero era irresistible. Besos en desagravio por la broma xD
A mi me intentaron requisar una jarra de cerveza alemana de esas que tienen una tapa metálica (si era un souvenir algo hortera lo reconozco, pero no veas como mola eso de levantar la tapita cada vez que vas a dar un trago). Al final me dejaron subirla, supongo que pensaron que la imagen de un terrorista islámico secuestrando un avión con una jarra d cerveza era algo surrealista
Snif, snif, eso me recuerda que tengo que comprar una navaja de vendimiar. La que tengo ahora perdió su preciosa punta curvada intentando abrir un cargador de móvil para repararlo. Al final no lo arreglé y me quedé sin navaja, aunque ciertamente la historia es mucho más exótica e interesante si andan los yankis de por medio.
Saludos.